Recuerdo vívidamente que uno de mis primeros contactos como joven reportero-colaborador del periódico El Nacional, hace más de tres décadas, con un actor inmenso y genial ocurrió después de verlo en escena representando El diario de un loco de Nikolái Gógol, cuento que publicara el autor por vez primera en 1835. Ese actor era Carlos Ancira que bajo la dirección de Alejandro Jodorowsky estrenara la versión teatral del cuento del autor ucraniano en 1960, representándola hasta poco antes de su muerte en 1987. Ancira hacía las delicias del público con una interpretación que convocaba a un público fiel que repetía —incluso varias veces — su visita al teatro para volverlo a ver. Un éxito teatral de 25 años y una de mis novatadas como reportero-comentarista del teatro.
Hoy trae a escena este cuento el estupendo Oscar Flores Acevedo que ha girado por varios puntos de la República, recientemente Cancún, aunque su lugar de residencia actual es Cuernavaca, donde además comanda el cálido foro La Morada junto con su hermano Sergio. La adaptación y dirección corre a cargo de André Santaella, quien ha logrado que el actor alcance un alto voltaje que nos conduce por la historia de este burócrata de la Rusia decimonónica, sí, pero aterrizado con algunos referentes contemporáneos. La producción es de Santaella Entretainment, Samuel Parrilla y La Morada.
Este cronista vio el espectáculo por Zoom con lo que, evidentemente, se perdió de lo irrepetible de la escena en vivo y la lectura que complementa la realimentación entre sala y butaquería. La puesta en cámara no es del todo lograda pese a los cambios de encuadre y, al mismo tiempo, borronea la idea que pueda uno hacerse de la puesta en escena. Sin embargo, lo que es clarísimo es el trabajo potente de la dirección actoral y lo que el propio intérprete crea en el imaginario de un espectador activo al que se le convida a desentrañar los estados anímicos y los intrincados pensamientos del protagonista.
Traspunte
Trasvasar de un lenguaje a otro
Tentador ha sido, y es, traducir a escena textos de índole narrativa (generalmente anclados a un allá y entonces) o poética. Kafka, Cortázar, Plath y un largo etcétera entre los que se encuentra Gógol, seducen a teatristas para trasvasar a lenguaje teatral tales materiales. Las estrategias son múltiples para lograrlo.