Acercarse a la lectura del libro Enrique Arturo Diemecke. Biografía con música de Mahler (Siglo XXI Editores, 2020), la obra más reciente de José Ángel Leyva, aborda el proceso de gestación y consolidación del talento de un director de orquesta mexicano que ha trascendido fronteras.
Para el escritor y promotor cultural, Diemecke “es un ejemplo de esfuerzo, constancia y disciplina. En el libro se expresa esa determinación de construirse a sí mismo, sin tener los privilegios ni los recursos que buena parte de los directores famosos han tenido”.
También violinista y compositor, Diemecke ha sido director de la Orquesta Sinfónica Nacional, así como de las filarmónicas de Buenos Aires y Bogotá, la Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional y la de Flint, en Michigan, que conduce desde hace tres décadas. Actualmente es director artístico y de producción del Teatro Colón de Buenos Aires.
En entrevista, Leyva cuenta que el libro no fue un proyecto suyo, sino una propuesta de Benito Alcocer, representante del director. En ocasiones, dice, escribe trabajos por encargo y “algunos se padecen y otros se gozan. Éste no solo lo gocé, sino que aprendí mucho”.
Para el escritor, “Diemecke es un producto cultural que México exporta; representa lo mejor de la cultura mexicana. Desde estos preceptos fue que yo partí, pero sobre todo a partir de una conversación en particular que tuve con él, ya encaminado a persuadirme de hacerme cargo de esta encomienda”.
Una obsesión propia
Leyva refiere que con maratónicas sesiones de entrevistas, tanto presenciales como por medio de Skype y WhatsApp, “las conversaciones iban dando pie a la estructura misma y yo iba convirtiendo esta materia prima, esta sustancia oral en escritura. Él nunca quiso que yo le leyera lo que estaba escribiendo, así que simplemente yo lo iba orientando en lo que a mí me interesaba y así se fue armando el andamiaje de este relato. Esas conversaciones se fueron convirtiendo más en un interés mío. Después me olvidé que esto era un encargo y se convirtió en una obsesión propia”.
Al adentrarse en la vida de Enrique Arturo Diemecke, una de las cosas que más atrajeron a Leyva fue “su desenfado, su sentido del humor, el juego constante que hace con las palabras, lo que me pareció muy lúdico. Todas las conversaciones fueron envueltas en carcajadas, disfrutábamos, como si fuera un juego, pero un juego muy serio porque me estaba enfrentando a una materia en la cual no soy especialista. Me adentré en las profundidades de la música, esos conocimientos técnicos, particularmente los de un director de orquesta que se resume en la imagen de un intelectual de la música”.