El director de escena Miguel Septién se tomó unas ligeras vacaciones de las obras que suele montar, para llevar al escenario una potente sátira de Yasmina Reza sobre los instintos y la hipocresía social, Un dios salvaje, que atacó desde su traducción del texto original llevado al cine por Roman Polanski.
“Podemos definir al ‘dios salvaje’ como el instinto que todos tenemos dentro que nos dice que debemos defender lo nuestro con toda la fuerza que eso implique, la forma en que con frecuencia subyugamos la razón, la lógica, la inteligencia social. De eso va un poco la obra: de la negociación que debemos hacer constantemente para vivir en esta sociedad, la negociación entre nuestra parte visceral y animal con la parte lógica y elevada”, comenta en entrevista Septién, a propósito de su montaje en el Teatro Milán.
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El director de producciones como El beso de la mujer araña, Argonáutika, The Pillowman y Urinetown ahora volcó su talento en una sátira en la que dos parejas de padres se reúnen para buscar resolver un problema suscitado por los golpes que propinó el hijo de unos al de los otros, un caso de bullying brutal como los que recién se han exhibido en redes sociales en México, con el asesinato de una niña a una compañera en Teotihuacán o la golpiza infame de un adolescente a un niño en Chiapas.
En Un dios salvaje (Le Dieu du Carnage, 2007), sin embargo, la escritora francesa lleva a ambas parejas, de estratos sociales altos, a pasar de una aparente reunión civilizada a las agresiones y al caos.
“Es algo inherente del ser humano, todos sentimos ese impulso de actuar con base en lo que nuestra víscera siente y lo que consideramos la ruta más corta para resolver conflictos, que es la fuerza”, añade Septién, que vuelve a trabajar con Pablo Perroni como productor y actor en esta obra de 120 minutos.
“Somos seres que durante millones de años aprendimos con la evolución que la fuerza es lo que nos lleva a imponernos sobre los obstáculos que tenemos enfrente. Y, ahora que somos con inteligencia diferente, estamos en una etapa en que debemos cuestionarnos en qué momento es bueno dejar que el impulso sea el que actúe y en cuál tenemos que apelar a nuestra inteligencia evolucionada”, agrega.
El queretano admite que la obra se enfoca en cuatro personajes, las dos parejas de padres (Véronique y Michel Houillié, y Annette y Alain Reille, en el original francés) pertenecen a estratos sociales privilegiados, intelectuales, financieros, políticos, como el ámbito en que vive la autora Yasmina Reza.
“Reza utiliza a las personas que viven en este estrato social porque podría ser que este tipo de personas son las que más se dan ínfulas de tener la capacidad y posibilidad de actuar desde un lugar moralmente adecuado, pero con frecuencia estas personas que presumen de ser las más capaces de subyugar sus instintos son las que a puerta cerrada les dan rienda suelta y se desembocan en ellos”, dice el director.
En su montaje, las parejas y sus hábitos se mexicanizan. Perroni es Alan Reyes y Fernanda Borches, su esposa Ana; Tato Alexander interpreta a Verónica, quien con su esposo Manuel Campos busca dirimir en una reunión con los Reyes la golpiza que propinó el hijo de estos, Fernando, a su niño Enrique.
Adaptación
En 2011, Roman Polanski llevó al cine la historia como Carnage, con un elenco de lujo: Kate Winslet y Christoper Waltz, como el matrimonio Cowan; y Jodie Foster y John C. Reilly, como los Longstreet.
Un dios salvaje se estrenó en enero de 2011 en el Centro Teatral Manolo Fábregas, con puesta en escena del argentino Javier Daulte, con Ludwika Paleta, Flavio Medina, Rodrigo Murray y Mónica Dionne, en los protagónicos. Desde entonces se ha montado varias veces en el ámbito académico, la última de ellas, en El Granero, en 2022, dirigida por Bruno Bert, con actores de la Escuela Nacional de Arte Teatral del Cenart: Sacnite Rodríguez, Uriel León, Andrea Cedeño y Miguel Ángel Pérez.
Para Miguel Septién, las obras las empieza a montar desde el mismo momento en que las traduce.
“Siempre me siento muy afortunado cuando se da la oportunidad de traducir las obras que voy a dirigir, para mí ahí comienza el proceso de dirección, sumergirme y conocer la obra lo más a fondo que pueda, para comenzar a tomar decisiones. Es una traducción bastante fiel, pero hay un proceso de adaptación en que trato de negociar constantemente diferentes temas para tratar de acercarla al público mexicano.
“Por ejemplo, el alcohol es muy importante. Y, en la obra original, los personajes toman whisky. Pero, a mí me pareció que algo mucho más cercano a la sociedad mexicana es el ron, específicamente cubas, que es algo que engancha muy bien con el estrato al que pertenecen y la edad los personajes. Es muy grato comenzar a ensuciarme las manos desde ahí, desde este tipo de micro decisiones que se van tomando en el proceso de traducción, con base en la historia que se cuenta”, añade Miguel Septién.
La producción de Perroni, Sergio Mingramm, Alejandro Bracho, Alberto Alba y Ana Kupfer, que se presentará todos los miércoles hasta el 31 de mayo en el Teatro Milán, cuenta con escenografía e iluminación de Sergio Arroyo, diseño de audio de Dano Coutiño, y vestuario del mismo Septién, para quien Un dios salvaje representa de alguna manera un respiro, “vacaciones” de otras obras más largas.
“Las obras más recientes que he dirigido son más largas, rondando las tres horas. Es divertido trabajar con una pieza más amable, ha sido muy grato y cómodo. Y como es un texto excelentemente escrito, es una gran combinación de corto y potente, algo maravilloso para nosotros y para el público”, expone.
—Como hombre de teatro, como director escénico ¿qué tanto invoca usted al dios salvaje?
Buena pregunta. Trato de invocarlo cuando es absolutamente necesario. La verdad, soy una persona que apela mucho a la razón, al diálogo, al entendimiento, a través de la palabra bien utilizada en ambas partes. Es una de mis fortalezas como persona y como director. Pero, sí creo que, efectivamente, hay momentos en que debemos salir y dejar que emerja ese dios salvaje un poco, ese instinto, para también defender un poco si se ve en peligro lo que consideramos importante en todo ámbito.
PCL