Eran los últimos días de mayo de 1897 cuando el escritor y crítico de teatro Bram Stoker (Irlanda, 1847-Inglaterra, 1912) publicó Drácula, su máxima obra literaria. El protagonista era un vampiro, un ser que en ese mismo siglo había tenido grandes personificaciones en El vampiro (1816), de John William Polidori, y Carmilla (1872), de Sheridan Le Fanu. Sin embargo, fue el monstruo de Stoker el que fijó las bases para crear un personaje que sigue vigente.
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“El vampiro es muy querido por todos nosotros porque es completamente aspiracional, resume nuestros sueños y pesadillas –dice Roberto Coria, investigador en literatura y cine fantástico–. Todos en algún momento hemos querido vivir para siempre, soñado con no envejecer, con no conocer la decrepitud de la edad. El eslógan de Los muchachos perdidos (1987) decía: ‘Mantente despierto toda la noche, ve de fiesta toda la noche, es muy divertido ser un vampiro’”.
Depredador y arquetipo
Este ser no conoce vejez ni de decadencia, por eso es atractivo: “Es un depredador, se sabe y disfruta estar en el punto más alto de la cadena alimenticia; si el hombre es el depredador natural de muchas especies, el vampiro es el del hombre, eso lo hace temible”, sostiene el también escritor.
El vampiro es un personaje seductor en todo sentido porque no está sujeto a las leyes de la ética, del hombre o la iglesia, “es un transgresor por naturaleza, un ser que ha regresado de la muerte”.
Coria retoma las palabras de Vicente Quirarte cuando asegura que Drácula es la novela que corona y modifica una larga tradición de historias de vampiros. “Si bien el folclore nos ha dado muchas narraciones y creencias sobre no muertos, es la literatura la que los hace populares. Drácula toma esos elementos previos y Stoker los cristaliza en una novela que tiene lecturas inagotables”.
De acuerdo con él, la novela ha sido traducida a todos los idiomas y jamás ha estado fuera de circulación: “Se puede encontrar un ejemplar en cualquier librería, hay una gran cantidad de versiones ilustradas o escritas o presentadas en cómic o novela gráfica, por ejemplo”.
Con su personaje, Stoker creó un modelo de seducción a seguir. En 1922 se hizo la primera adaptación cinematográfica, Nosferatu, de Friedrich Wilhelm Murnau, que no fue autorizada por la viuda de Stoker, por lo que tuvo que cambiar nombres, empezando por el conde Orlock.
En 1931 llegó el filme que marcó un modelo visual que terminó en parte en 1992, con la versión de Francis Ford Coppola. Se trata del Drácula de Tod Browning, encarnado por Bela Lugosi. “Cuando vi la película de 1992, recuerdo a una pareja de personas mayores. Cuando el señor vio a Gary Oldman caminando con un peinado extraño, con una túnica roja que parece una gran gota de sangre, dijo: 'Drácula no es así, usa esmoquín', o sea, es el arquetipo que instauró Lugosi”. Marcar una tendencia, en este caso visual, es uno de los aspectos que mantienen vigente al personaje.
Una persona de crucial en la creación del personaje (sobre todo para conocer a la figura de la vida real, Vlad Tepes, que de alguna manera modeló Drácula) fue el profesor Arminius Vámbéry, amigo del autor y experto en folclore de Europa del Este, comenta Coria.
Parte de la vida
“Como creador incorporas elementos que te impresionaron en la vida; Stoker lo hizo en Drácula”. El autor era el tercer hijo de una familia de siete encabezada por sus padres: Charlotte, culta y feminista, y Abraham, funcionario y enamorado del teatro, algo que le supo transmitir a Bram”, dice Coria.
De acuerdo con el escritor, parte de su vida, incluida la difícil relación que tuvo al inicio con su esposa Florence está plasmada en la novela. Hay que agregar a Henry Irving, el famoso actor de teatro y jefe de Stoker en el Teatro Liceo de Londres. “Era una relación tiránica, de amor no romántico y admiración de Stoker hacia él... A Irving le gustaba controlar a las personas a su servicio y en eso hay paralelos entre la novela y la vida de Stoker”.
Coria se refiere a los primeros capítulos, cuando Drácula tiene cautivo a Jonathan Harker, el abogado que va a su castillo en Transilvania para venderle unas propiedades en Inglaterra. “El castillo para mí es el Teatro Liceo... Cuando las tres novias de Drácula están a punto de almorzarse a Jonathan, aparece él y les grita: '¡Este hombre me pertenece!' Esto habla acerca del dominio que tenía Irving sobre todos los que estaban a su alcance”.
El especialista dice que en los borradores de Stoker aparece el título que había pensado originalmente: El no muerto. “Si una novela se llamara así, ¿habría llegado a 125 años de vida? Yo digo que no y es fácil de explicar el título si notamos la influencia de Irving”.
Si Drácula se escribiera hoy, reflejaría esta época, concluye Coria, pues hubiera sido armada con tuits, videos de Youtube, pódcasts, todos los recursos tecnológicos actuales, tal como reflejó los del siglo XIX con las transcripciones en máquina de escribir que hizo Mina Haker (la protagonista) de las cartas y los diarios de los personajes, las grabaciones en fonógrafo del doctor Seward, las bitácoras de navegación y los recortes de periódicos.
DAG