Edgar Allan Poe, conocido maestro del cuento, las historias de terror y los relatos policiales, murió hace 170 años. Fue un poeta, narrador y crítico nacido en Boston el 19 de enero de 1809 y que perdió la vida de manera misteriosa el 7 de octubre de 1949 en Baltimore.
La imagen de Poe como cultivador de la literatura de terror ha limitado la valoración de su trascendencia literaria. Si bien fue el gran maestro del género, e inauguró además el relato policial y la ciencia ficción, también revalorizó y revitalizó el cuento tanto desde sus escritos teóricos como en su praxis literaria.
Fue también teórico que expuso ideas singulares y novedosas sobre los géneros literarios y el proceso de creación. Abogó por una escritura reflexiva, meditada y perfectamente consciente de las técnicas expresivas, que habían de encauzarse en dirección al efecto deseado.
Poe sostuvo que la máxima expresión literaria es la poesía, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos. Sus poemas no fueron bien recibidos entre la crítica estadunidense, que los juzgó excesivamente artificiosos, pero, a partir de los estudios de Mallarmé, los europeos vieron en Poe a un modélico precursor del simbolismo y hasta del surrealismo.
Llevó una vida de pobreza en general, cruzada por la dipsomanía y el consumo de otros estimulantes. La muerte de su esposa por tuberculosis también marcó su temperamento ya de por sí sombrío.
Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas 40 años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcoholismo, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y aún otras causas.
Sus mórbidos cuentos lo acercaron siempre a los límites humanos: el terror, la locura, el delirio, los sueños y pesadillas, como lo demuestran algunas de sus mejores frases que aquí reproducimos.
Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura.
Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.
Más cuerdo es el que acepta su propia locura.
La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.
Lo que el mundo llama genio es el estado de enfermedad mental que nace del predominio indebido de algunas de las facultades.
Las obras de los genios no son sanas en sí mismas y reflejan siempre la demencia mental general.
Tengo una gran fe en los tontos, autoconfianza le llaman mis amigos.
Cree sólo en la mitad de lo que veas y en nada de lo que escuches.
No tengo fe en la perfección humana. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más inteligente, de lo que lo fuera hace seis mil años.
Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche.
Todo lo que vemos o parecemos es solamente un sueño dentro de un sueño.
No es una suposición irracional pensar que, en una vida futura, consideremos un sueño nuestros pensamientos actuales.
El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano.
A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa.
Las cuatro condiciones para la felicidad: el amor de una mujer, la vida al aire libre, la ausencia de toda ambición y la creación de una belleza nueva.
RL