Vienen del centro del país, un poco más hacia el norte, de Guadalajara, con la idea de buscar un mayor número de lectores. Son los editores de un sello que en su nombre lleva mucho de sus objetivos: Pollo Blanco, presente en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (Filey), un sello que comenzó como una especie de divertimento, pero que apuesta por contribuir en la formación de lectores más críticos y exigentes.
“Comenzó como una especie de divertimento en serio, una paradoja que buscaba darle continuidad a un ejercicio que desarrollamos entre 2003 y 2010, una revista de literatura llamada Reverso, y le llamamos Pollo Blanco porque buscábamos no ser una editorial muy solemne, ni que se rasgara las vestiduras en cada publicación, sin por ello ser menos rigurosos o menos serios en nuestras pretensiones”, explica Carlos López de Alba, fundador y director de la editorial.
Hace tres años nació de manera formal una exploración un tanto lúdica del universo literario, pero al mismo tiempo de las inquietudes entre quienes conforman el equipo: López de Alba, Ana María Petersen y Octavio Velazco, una de cuyas apuestas primordiales es encontrar buenas lecturas y compartirlas.
“Con estos vaivenes socioculturales que atravesamos, la editorial apuesta por asimilar nuestra realidad a través de lecturas que detonen la creatividad y generen lectores más críticos, porque la editorial es un capricho compartido y, al mismo tiempo, la inquietud de formar lectores un poco más analíticos y más exigente.”
Un esfuerzo editorial que se desarrolla desde la capital tapatía, con la intención de hacer una editorial seria fuera de la Ciudad de México, como una manera de ser locales, pero no localistas, explica Carlos López de Alba: “publicamos, preferentemente, no de manera absoluta, a autores que provengan de otras regiones y de otras lenguas”.
Sin un afán pretencioso, explica el editor en la Filey —organizada por la Universidad Autónoma de Yucatán—, Pollo Blanco se inscribe en un discurso en el que se ve la independencia como una intención creativa que apuesta a ser una alternativa en un negocio voraz, “enfrentado a los problemas de la distribución, aunque no aspiramos a tener el tamaño de Anagrama o de Sexto Piso, y tampoco a ser una editorial artesanal”.
“Lanzamos anzuelos, no redes, en la búsqueda tanto de autores como de lectores. Sabemos que los libros no le cambian la vida a nadie, pero estamos enfocados en el ejercicio del lector: levantamos la mano para decir aquí vas a encontrar una historia que no te va a cambiar la vida, pero que está bien escrita y está envuelta en algo a lo que le dedicamos empeño, una edición que puedas agradecer ”, dice el promotor cultural.
Una de las más recientes publicaciones de Pollo Blanco es El anillo de cobalto, de Juan Villoro, un volumen que tuvo un año y medio de gestión, cuenta Carlos López de Alba, desde que se acercaron al escritor para integrarse al sello, cuya primera edición es en tapa dura de mil ejemplares.
Sin embargo, el municipio de Zapopan, en Guadalajara, ofrecerá una lectura del relato en espacios públicos y, al mismo tiempo, se ofrecerá una edición rústica de obsequio, con cuando menos tres mil ejemplares.