Historia de los cachuqueros; falsificadores de monedas en el siglo XIX

Especial Fin de Semana

Decía el refrán: “En Villa del Carbón, en cada casa un ladrón, en cada esquina un bribón y hasta el cura de pilón”, historia icónica de este municipio mexiquense.

“Había talleres en las casas, en las cuevas de las montañas, donde hace décadas, la gente encontraba monedas falsas”.
Alicia Rivera
Villa del Carbón /

En el siglo XIX la falsificación de monedas era una actividad ilícita tan extendida en el país, que se calcula que por cada tres monedas que circulaban en la Nueva España, dos eran falsas, comentó Valerio Paredes Vega, cronista del municipio de Villa del Carbón.

En ese tiempo, a los falsificadores de monedas les llamaban cachuqueros, que quiere decir, chuecos, y es en Villa del Carbón donde hay la mayor evidencia de que se cometía el delito, “había talleres en las casas, en las cuevas de las montañas, donde hace décadas, la gente encontraba monedas falsas”.

La misma población creó el refrán, Villa del Carbón, en cada casa un ladrón, en cada esquina un bribón y hasta el cura de pilón, que ilustra cómo la vida de la población giraba en torno a este ilícito en el municipio durante el siglo XIX, a tal grado que uno de los más afamados falsificadores, Candelario Eleocadio Granada fue presidente municipal en 1848 y su hijo también.


El arqueólogo, autor del libro “Los Cachuqueros. La falsificación de monedas en Villa del Carbón durante el siglo XIX”, explicó que la reproducción del dinero falso inició con las monedas de cobre en 1829 porque no había moneda fraccionaria “si eran escasas las de 4 y 2 reales, eran mucho más escasas las de un octavo o un dieciseisavo de real eran muy escasas y eso dificultaba el comercio”.

Como no había morralla, era válido partir las monedas, “si alguien te debía 4 reales y no tenías cambio, partías una moneda de 8 reales a la mitad y era válido”.

Explicó que después de la Guerra de Independencia, el país estaba convulsionado y los ladrones se robaban el metal que se transportaba desde los estados del norte a la Casa de Moneda en la Ciudad de México.

“Tenían que traer el metal desde Santa Fe, Nuevo México, Zacatecas, Chihuahua y Guanajuato, era un largo trayecto para traer a la Casa de Moneda el metal para acuñar y tenían que recorrer miles de kilómetros y era fácil ser víctimas del saqueo”.

Fue entonces, narró, que se optó por instalar casas de moneda foráneas y el gobierno autorizó en Guadalupe, Chihuahua; Álamos, Sonora; Culiacán, Guadalajara, Guanajuato y Zacatecas, “inclusive el Estado de México tuvo una Casa de Moneda en Tlalpan, que en ese entonces era territorio mexiquense”.


Pero esa medida no desalentó al bandidaje, pues se dio la falsificación de monedas en gran escala desde 1829 hasta el año 1900.

Un cuaderno editado por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), denominado “Sacando el cobre, monedas falsas que rondaron a los institutenses del siglo XIX”, de la autora María Guadalupe Gutiérrez Gutiérrez, refiere que, pese a que en el Estado de México había una Casa de Moneda, se fabricaban y circulaban monedas falsas, en Toluca, Texcoco, Cuautitlán, Chalco, Villa del Carbón, Ixtlahuaca, Jilotepec y Tenango.

Los cahuqueros más famosos

El cronista de Villa del Carbón, documentó los expedientes judiciales de los más afamados cachuqueros de esta demarcación, entre ellos, Candelario Granada, Miguel Barrales, Miguel de la Cruz, los hermanos Nicolás, Vicente, Ramón, Manuel y José Plata, Francisco de la Cruz, Antonio González, José Lorenzo Cruz, José Dolores González, Francisco Valladares, José Fermín Flores, Juan y Julián Olvera, Doña Santos Olvera, José María Tello, Antonio Tovar y Antonio Enríquez.

Pese a que estuvo preso en Cuautitlán, Candelario Eleocadio Granada, fue presidente municipal de Villa del Carbón en 1848 y su hijo también y “es que, en ese siglo, los que tenían dinero eran presidentes municipales porque no les pagaban”.

Cortés, el primer falsificador en América

Consumada la conquista de Tenochtitlan, había un desorden porque Hernán Cortés tenía oro, pero necesitaba dinero para poder activar el comercio de la Nueva España. Como una solución momentánea se usaron pequeños pedazos de oro y plata, explicó el cronista municipal. 

Pero al tiempo, el conquistador instaló una casa de fundición, donde acuñaba monedas de oro de baja calidad aleadas con cobre, por lo cual la Corona Española reclamó que hiciera monedas sin la autorización real. 


A estas monedas, los indígenas les llamaron tepuzques, porque no tenían el valor que él decía, ya que eran resultado de una aleación de cobre y oro. 

“Cortés hizo muchas cosas ilegales, él se vino de manera ilícita de Cuba, el gobernador ya lo iba a regresar y quemó sus naves. Acuñó monedas sin permiso, pero después como le mando mucho oro a los reyes, ya como que se hicieron de la vista gorda y le dieron títulos”. 

Cuando lo denigraron y le quitaron sus propiedades, lo empezaron a acusar de los ilícitos que había hecho como acuñar monedas por su cuenta sin la autorización real y eso era exclusivo de la monarquía. 

Para detener la acuñación de monedas sin autorización, la corona española instaló la primera Casa de Moneda en la Nueva España en el año 1535.

MMCF

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