Pocos ámbitos de la cultura fueron ajenos a Eduardo Lizalde (1929-2022), quien desde niño se sentía “capaz de llevar adelante de manera genial cuando menos tres carreras: la de cantante, la de pintor y la de poeta”, como cuenta él mismo en su ensayo Autobiografía de un fracaso. El poeticismo (1981).
Fue locutor, crítico de ópera, ensayista, editor, periodista, funcionario público y hasta comunista. Pero quizás su faceta más difundida haya sido la de poeta, poeta juguetón, satírico, con influencia de los clásicos latinos como Catulo o Marcial, que jugaba con la muerte desde muy temprano hasta que la conoció la mañana del miércoles 25 de mayo, a menos de dos meses de cumplir 93 años (el 14 de julio, aniversario de la Toma de la Bastilla, día revolucionario por antonomasia que marcó quizá su destino).
El tigre ha muerto. Su hijo, Eduardo Lizalde Farías, dio a conocer el deceso en su cuenta de Facebook.
- Te recomendamos Murió Eduardo Lizalde, importante poeta y ensayista mexicano, a los 93 años Cultura
Generación excepcional
Poeta de Caza Mayor, se daba el lujo de sorprender al lector con su epitafio desde una primera página, como en esa obra fundamental con la que iniciaba su humano bestiario, El tigre en casa, de 1970.
Reacio a las antologías, pero fiel a la zoología que concibió, reunió sus libros más importantes en Nueva Memoria del Tigre (Fondo de Cultura Económica, Letras Mexicanas 1991), viaje poético en el que se subía al tren desde 1949, con poemas microscópicos, hasta el 91, con su Bitácora del sedentario.
Perteneció a una generación selecta en la literatura mexicana, la nacida del fin de la década de los 20 al fin de los 30 del siglo XX: con Carlos Fuentes (1928), Elena Poniatowska (1932), Sergio Pitol (1933), Fernando del Paso (1935) y José Emilio Pacheco (1939), entre muchos otros, todos ellos ganadores del premio Cervantes, al que sin duda alguna Lizalde pudo haber sido merecedor como ellos. A cambio, recibió premios nacionales: el Xavier Villaurrutia (1970), el Aguascalientes, el de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura (1988), la Medalla Bellas Artes (2009), el Alfonso Reyes (2011) y, de colofón, los internacionales Federico García Lorca (2013) y Carlos Fuentes a la Creación Literaria (2017).
Fiel a la poesía
Autor de una única novela Siglo de un día (1993), tardío relato sobre la Revolución, también fue creador de un movimiento poético que a su juicio falló en el intento, el poeticismo, con Marco Antonio Montes de Oca (1932-2009) y Enrique González Rojo, fallecido en marzo de 2021, en plena pandemia.
Era poeta de poetas. Una de sus últimas apariciones públicas masivas fue para dialogar el 24 de noviembre de 2016 en la sala Miguel Covarrubias de la UNAM con otro bardo latinoamericano de su estirpe y generación, otro epigramista, el nicaragüense Ernesto Cardenal, que partió apenas en 2020.
Muchos poetas han abordado su obra. Octavio Paz lo llamó “poeta verdadero” y “milagroso” con “mirada-cuchillo de cirujano, mirada de moralista, mirada de enamorado”; el colombiano Juan Manuel de Roca, tan afín al autor de La zorra enferma (1974), que sostuvo que Lizalde “ha saqueado con valentía y virtuosismo su vida” y “ha creado una visión animista de las cosas para así entregarnos su honda e inquietante poesía”; o Vicente Quirarte, quien, cuando su colega cumplió 90 años, escribió que “le sucede lo que a nuestro José Alfredo Jiménez: cada día canta mejor, y cada acercamiento a su obra es diferente y renovado”.
Y cantaba. Como el poeta de Caminos de Guanajuato. Lizalde hasta en la música estaba ligado a la poesía, como intérprete, amante y crítico de ópera (incluso dirigió la Ópera de Bellas Artes en 1989). ¿Quién no recuerda sus programas con Ernesto de la Peña, su amigo de seis décadas que falleció en 2012? ¿O sus cápsulas introductorias a las transmisiones de óperas por canales de la televisión pública?
Todavía en una entrevista de junio de 2019 declaraba a Virginia Bautista: “Aún canto, pese a mi edad, y no solo en la regadera. Lo hice en escenarios y teatros, lo sigo haciendo. En la poesía hay canto, aunque la música de la literatura es paupérrima en comparación con la riqueza de la música de un Mozart”.
Condolencias
Las redes sociales lo atraparon. Y en su muerte lo acompañaron, en pompas fúnebres de tuits: “Y pensar que tanto y tanto amor se acaba”, escribió Margo Glantz citando uno de sus poemas. Mauricio Montiel recordó que trabajó con él en la revista Biblioteca México, que tantos años dirigió. “Se ha ido el último de los poetas que transformó la poesía mexicana del siglo XX, quien, junto con José Carlos Becerra y Gerardo Deniz, cambió los rumbos de la lírica e introdujo otros temas, otras inflexiones” tuiteó José Homero.
Muchos otros, narradores y poetas, lo recordaron reproduciendo sus poemas. Gabriel Bernal Granados se enteró de su muerte y recordó sus muchos años de amistad con Lizalde.
“Una de las voces poéticas más poderosas de la literatura hispanoamericana se ha marchado. Lamento la muerte del poeta tigre. Descanse en Paz, Eduardo Lizalde. Mis condolencias a Hilda, sus hijos y amigos”, publicó Alejandra Frausto.
Se unieron al pésame la UNAM, TvUNAM, Libros UNAM, la Secretaría de Cultura y Vaso Roto, que le publicó su última recopilación El vino que no acaba. Antología Poética (1966-2011). “Lamentamos el fallecimiento del poeta, ensayista y narrador mexicano Eduardo Lizalde. Su obra seguirá siendo una arquitectura que se eleva sólida a través de los tiempos”, tuiteó la editorial de Jeannette L. Clariond.
En su Retrato hablado de la fiera, incluido en El tigre en casa, desde hace 52 años Eduardo Lizalde nos dictó su Epitafio:
“Sólo dos cosas quiero, amigos /una: morir, /
y dos: que nadie me recuerde /
sino por todo aquello que olvidé”.
Muere esta ínfima criatura.
Descanse en paz el Tigre, la Zorra Enferma, el Último de los Hombres.
hc