El artista tiene la obligación de mejorarse: Joaquín Cortés

"Me siento muy orgulloso, al día de hoy, con todo lo que he hecho por la danza: llevarla a todo el mundo", afirma a MILENIO el coreógrafo y bailarín español.

"Soy muy disciplinado y muy estricto, porque soy muy perfeccionista", asegura.
México /

Figura de la danza, Joaquín Cortés (Córdoba, España, 1969) es contundente: “La danza es como la hija pobre de la cultura. Se valoran más otras artes, a pesar de que la danza tiene también su señor sitio. Hay que valorar el hecho de que ella, al final, también es cultura”.

Con espectáculos de esta disciplina, dice, “culturizamos a los pueblos. Me siento muy orgulloso, al día de hoy, con todo lo que he hecho por la danza: llevarla a todo el mundo y hacer que muchas personas puedan disfrutar con mis espectáculos. Eso sí que me lo voy a llevar —no ahora, sino en muchos años— a la tumba”.

De trato afable —al fin cortés—, en estos días el bailarín es jurado del programa de concurso Mira quién baila, en cuyas versiones en Italia, Portugal y España ya ha trabajado. “Yo nunca entré en ningún concurso —refiere en entrevista con MILENIO—. Desde muy pequeño me dediqué profesionalmente a la danza. Entré en el Ballet Nacional de España y, a los 20 años, monté mi compañía y empecé con mi estilo. No me han parado hasta ahora”.

Controversial al principio por otorgarle a sus raíces flamencas un lenguaje distinto con recursos de la danza contemporánea, desde su primera obra, Cibayi, conquistó al gran público. Pronto su fama se extendió fuera de España, y coreografías como Pasión gitana, De amor y de odio y Gitano se han presentado en muchos países, casi siempre con localidades agotadas.

Entre sus grandes presentaciones, evoca una en Copacabana, Río de Janeiro, Brasil, el lugar donde se habían presentado los Rolling Stones: “Ellos reunieron a 4 millones de personas en la playa, pero yo llegué casi a un millón viéndome a mí, que soy un bailarín, no un cantante de un grupo de rock. Estás en un escenario montado en la playa y de pronto adviertes que no ves dónde terminan la gente. Luego

me dijeron que hicieron un cálculo y fueron casi un millón de personas para verme en vivo. ¡Guau, impresionante!”.

¿Y la presentación más imprevista?

Una vez actué en un festival en Italia —fue hace tanto que no recuerdo la ciudad—, y cuando llegué al escenario con los bailarines y los músicos para hacer el ensayo, de pronto vi que a un costado, en pleno escenario, había ¡un árbol enorme! “Es que ya es parte del festival”, me dijeron. Tuve que adaptar algunos movimientos en los ensayos para que pudiéramos evitarlo —dice entre risas.

El año pasado estrenó en España "Esencias". ¿Cuál es su esencia?

Es como un recordatorio de muchas cosas que he hecho a lo largo de mi vida. Con 49 años, tras haber montado tantas obras, tenía ganas de hacer algo que hablara un poco de mis orígenes, con todo el bagaje de lo que he hecho hasta ahora. Hay piezas que ya son como clásicos míos y con ellas he hecho un conjunto maravilloso.

¿Cómo se mantiene una carrera?

El camino lo vas haciendo tú. Uno mismo se tiene que tropezar para aprender: cuando caes y te vuelves a levantar hay una lección. Ya hay mucha experiencia, una carrera y unas cuantas vueltas por el mundo. Vamos perdiendo cosas, pero también ganamos otras, como es en la sabiduría.

Pasa mucho tiempo entre un espectáculo y otro. ¿A qué se debe?

Tenemos tanta demanda de trabajo a escala internacional que ya no sabemos lo que va a durar un espectáculo. A partir de mi segunda obra, que durante cuatro años dio vueltas por el mundo, me preguntaba: ¿va a tener éxito la siguiente? Y ésta duró dos o tres años. Y así ha sido: cada obra permanece como mínimo dos años. Para montar otra tienes que esperar y también tener ganas de crear. Tienes que pensar: ¿ahora con qué voy a sorprender? Porque la gente sabe quién eres, cómo bailas, cómo coreografías y cuál es tu sello, tu marca. Cada vez es más difícil sorprender al público cuando tienes un estatus, un nombre.

Y también tienes que sorprenderte a ti mismo...

Sí, tienes que hacerlo, pero debes sorprender al público, aunque siempre se dice que está todo inventado. Yo discrepo totalmente: el artista tiene siempre la obligación de mejorarse, de hacer cosas diferentes para que el espectador no le encasille y no diga: “Siempre es lo mismo”.

  • Xavier Quirarte
  • xavierquirartenuevo@gmail.com
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras

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