El primer contacto entre la literatura y Luis Zapata fue a través de la poesía. Su madre le daba a declamar poemas, el que más recuerda es “Adiós a la escuela” de Arón M. Flores. Desde entonces no ha dejado de escribir y leer, su novela más famosa es El vampiro de la colonia Roma. Su título más reciente, Como sombras y sueños, es editado por Cal y arena.
¿Qué le falta por aprender?
Hay muchas cosas que no sé hacer. No manejo; apenas mis sobrinos me enseñaron a enviar archivos por Facebook. Soy un viejo inútil pero a cambio hago cosas que otros no saben. Por ejemplo edito, tengo un documental llamado Angélica María frente al mar, lo he editado como veinte veces. Digo esto para compensar mi inutilidad.
¿Tiene buena memoria?
Tengo memoria para datos inútiles. Dice Enrique Serna que tengo una erudición trash y tiene razón. Me sé la filmografía y discografía de Angélica María, pero no me preguntes de historia de México.
¿Muy fan de Angélica?
Sí, desde los 11 años. Vi todas sus películas, compraba sus discos, le escribía cartas. Por fortuna la conozco y somos buenos amigos, es uno de los mejores premios que me ha dado la vida.
Leí que es medio hipocondriaco, ¿cuál enfermedad lo aqueja más?
Un hipocondriaco no es quien inventa enfermedades, es también quien vive obsesionado con su salud. Yo así soy. Cuando he tenido algún padecimiento real lo he vivido quizá de manera magnificada, y otras veces también he tenido enfermedades difusas o fantasmas.
¿Bebe, fuma?
Fumo y bastante, pero como decía una terapeuta mía respecto al café: el cigarro es mi dimensión humana. Tomo poco pero bueno, vivo dopado. Padezco de trastorno bipolar, entonces tengo que vivir controlado y con medicamentos.
¿Cuándo lo descubrió?
Siempre he sufrido depresiones, desde los 18 años. La primera fue muy larga y durante mi vida he padecido episodios depresivos prolongados pero no había tenido la contraparte de la manía, sino hasta hace 15 o 20 años. Podía tener una etapa de euforia y luego una depresión grave, esos son los síntomas del trastorno bipolar.
¿El proceso creativo le ayuda a paliar con eso?
No, cuando uno está deprimido no puede hacer nada. Bueno han sido diferentes, en la primera leí muchísimo, en realidad también me ayudó a escribir. Ya me estoy contradiciendo. Ahora soy más disciplinado y durante mi última depresión estuve escribiendo, en parte porque estoy en el Sistema Nacional de Creadores y tengo que cumplir entregas.
¿Qué lo ayuda a salir de la depresión?
Nada, solo los medicamentos. La depresión que viví en 2001 fue muy difícil, tardé mucho en salir y probé muchos medicamentos. Es algo complicado porque lo que para unos funciona para otros no. A mí no me sirvió el Prozac, por ejemplo.
¿Alguna vez estuvo al borde del suicidio?
Al borde del suicidio no, pero sí lo pensé mucho. Soy religioso y eso me salva, pero es verdad que el suicidio es un riesgo que corren los depresivos porque es una enfermedad terrible.
¿Religioso en términos de creyente o de Iglesia?
De los dos. Este año he ido una vez a misa. Soy un católico comodino.
Aunque su literatura no es precisamente amable para la Iglesia.
Hay de iglesias a iglesias, yo simpatizo con la revolucionaria, la teología de la liberación. Tenemos un amigo en la familia que es un padre no tradicionalista.
¿Si se encontrará con Dios qué le diría?
Le diría que ahí la llevo y le daría las gracias.
Nació en Chilpancingo, Guerrero en 1951. Estudió Letras Francesas en la UNAM. Es narrador, traductor y cineasta. Entre sus libros: El vampiro de la colonia Roma, En jirones, La hermana secreta de Angélica María, Los postulados del buen golpista, Siete noches junto al mar y La historia de siempre.