En el 2008 comenzaron a trasmitirse en radiodifusoras mexicanas corridos con temática migratoria que en sus letras prevenían de los peligros de irse a los Estados Unidos. Las canciones eran programadas en estaciones radiales en estados “expulsores” de migrantes como Jalisco y Michoacán. En esos años todavía había una gran migración de mexicanos hacia el país del Norte.
Es verdad que el flujo no ha cesado, pero ahora México sirve más como terreno de paso a ciudadanos centro y sudamericanos, así como a nacionales de otros países. Al mexicano ya no le conviene tanto emigrar al norte por el debilitamiento económico del vecino país. Si acaso el fenómeno contrario es el que ahora se manifiesta.
Cada vez más mexicanos regresan y también cada vez más ciudadanos angloamericanos van a vivir, y muchas veces a trabajar, a México. Estos últimos se autonombran ex patriados (expats), pero no son sino migrantes por antonomasia, es decir personas en busca de mejores condiciones de vida.
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Los que después serían conocidos como migra-corridos se escuchaban mucho en las radios de pueblos mexicanos, aunque no tanto por su popularidad, sino por consigna; las estaciones y los programadores recibían un pago por tocarlos.
Los corridos eran parte de la campaña No más cruces en la frontera llevado a cabo por la Patrulla Fronteriza estadounidense y que incluía entre sus estrategias la compra de tiempo aire en radiodifusoras de México para diseminar un mensaje disuasorio: “Si cruzas terminarás muerto.”
En un artículo publicado en el año 2012, la eminente estudiosa de corrido y profesora de la Universidad de California María Herrera Sobek publicó los detalles de la operación. Profunda conocedora del cancionero del migrante, en su texto hace un breve recorrido por algunos de los corridos más significativos del tema en el siglo veinte, iniciando con El lavaplatos (1930). Con respecto a los migra-corridos, la académica concluyó que invariablemente los protagonistas terminaban de manera trágica, no solo para ellos, sino para su familia. Eran claramente narrativas de precaución, un claro esfuerzo por frenar o al menos inhibir la migración mexicana.
El proyecto fracasó de manera rotunda. Para decirlo en palabras llanas, los corridos sonaban “raros”, la instrumentación sonaba extraña, así como el mensaje y el lenguaje usado. Luego se sabría que el gobierno estadunidense había contratado a una agencia de publicidad basada en Washington. Estos a su vez contrataron productores musicales también basados en la Costa este, alejados de la tradición del corrido mexicano, para que compusieran y produjeran migra-corridos.
Vuelvo al título de la nota: los corridos no tienen una ideología propia. A riesgo de que se me juzgue sacrílego por mezclar la llamada alta cultura y la cultura popular, hago aquí un eco de la polémica entre Bertolt Brecht y Georg Lucáks sobre la ideología intrínseca en los géneros literarios.
Así como hay novelas progresistas, así también hay otras tremendamente conservadoras. Lo mismo sucede con los corridos (y los narcocorridos). Algunos son tremendamente reaccionarios mientras que otros son cantos de libertad. Muchos son la voz del pueblo, pero ese pueblo es muchos pueblos, como ha apuntado la corridóloga María Luisa de la Garza.
El corrido, como género, no tiene ideología. Su ideología es la del corridista o acaso la del mecenas que comisiona la manufactura del corrido… pero esto no es nuevo. Es bien sabido que muchos generales de la Revolución tenían sus corridistas, que invariablemente hacían una crónica positiva de las hazañas bélicas del jefe. Ahí está también el corpus de cientos de corridos dedicados a políticos, candidatos a algún puesto de elección a través de las décadas en la postrevolución. Todos tenían al menos un corrido que se cantaba en alguna función en campaña… y luego se olvidaba.
Por cuestiones así es que Vicente Mendoza y Américo Paredes, los titanes del estudio del corrido mexicano en el siglo XX, hablaban del decaimiento y paulatina muerte del corrido en la posrevolución. Es claro que el corrido no murió. Está más vivo que nunca, y lo está porque se olvida un detalle muy importante en estas elucubraciones: el público del corrido. No importa si “la migra” compone corridos (o si la CIA compone narcocorridos), lo que importa es lo que el público del género hace un éxito o no, lo que considera corrido, y en ese sentido, un corrido que le dice algo.
El público del corrido y del narcocorrido reconoce la falsedad en el género… y la rechaza. Esa es la clave del asunto. Es un craso error pensar que el narcocorrido es un género impuesto, un género de manufactura truculenta hecho para dominar las mentes de los oyentes. Sin enfocarnos en lo tremendamente colonialista de esta idea (lo discriminatorio de pensar que el público del corrido es un público acrítico, acéfalo), lo que no se puede negar es que el corrido existe, que es un fenómeno real, que los millones de oyentes que hacen las descargas y escuchan la música son personas reales. Si el narcocorrido es escuchado, descargado, consumido, es porque le dice algo a la gente. En última instancia eso es lo que habría que cambiar.
Estoy convencido de que es un gran error sobredimensionar en el análisis crítico público la relación entre el crimen organizado y los corridos; me refiero a sobredimensionarla como causal de la popularidad. No hay una consigna efectiva de algún grupo delictivo en el sentido de “ ¡Ahora todos a escuchar este corrido!". A pesar de que el tema causa especial morbo en el caso mexicano, un hecho que debe quedar claro es que la industria musical en prácticamente todo el mundo nació ligada a intereses criminales.
En la industria musical estadunidense, que es la más importante del mundo, hay una larga historia de contubernio entre el crimen organizado y músicos de distintos géneros, desde el jazz hasta el rock, pop y otras músicas que tienen poco que ver con temas de narcotráfico en sus letras. Esto ha sido ampliamente documentado en libros como Me, the Mob, and the Music; Stiffed, A True Story of MCA, the Music Business and the Mafia; Deconstructing Sammy: Music, Money, Madness, and the Mob y muchos otros.
Se debe tener cuidado con las teorías de conspiración, que ciertamente suenan interesantes, pero que no resisten un análisis serio; nada más peligroso para entender fenómenos de la cultura popular, como el corrido, que explicaciones que privilegian la teoría por sobre la historización.
El peor mal para los estudios del corrido, para su entendimiento, es alguien con buen conocimiento teórico, pero con escaso o nulo conocimiento del cancionero y de las historias detrás de los corridos. ¿Por qué? Porque llegará a concusiones erróneas, pero atractivas para los lectores, fabricará teorías (incluyendo las de conspiración), que suenan interesantes, pero que simplemente son erróneas, que no ayudan a entender cabalmente el fenómeno del corrido, que no echan luz sobre el porqué son tan populares.
hc