Uno de poetas futboleros con “El gol nuestro de cada día”

Una reseña sobre el libro “El gol nuestro de cada día: Poemas sobre futbol” (Vaso Roto), a cargo del seleccionador, estratega y traductor Francisco J. Uriz

Poemas de futbol por Francisco José. Foto: Especial
Israel Morales
Nuevo León /

Decía Albert Camus que la pelota no viene nunca por donde se le espera, pero también se puede agregar que como toda buena poesía, para cuando se acuerda hemos sido arrollados por la misma, en incluso parte de ella, en estos casos del 11 ideal, o ya de perdido tener un lugar siempre seguro en la banca, sitio desde el cual se puede meditar y reflexionar las distintas instancias de la vida (quizá desde ahí se den los grandes poetas).

No todos tienen el privilegio de ser buenos en el deporte de las patadas, y de los poemas, que es casi lo mismo, pero quienes sí, son capaces hasta de hacer que Pelé sea casi como Homero, y deambular fiel Odisea por los mundiales de futbol más venerados y recordados, el de México 70 incluido.

De eso y otras alabanzas (poemas, máximas, cantos, versos libres, otros sin esfuerzo, y otros que en el aire, de palo a palo cual fiel porterazo, las componen) se trata “El gol nuestro de cada día: Poemas sobre futbol” (Vaso Roto), a cargo del seleccionador, estratega y traductor Francisco J. Uriz, que se encargó de unir el mejor combinado a nivel mundial, sin dejar de lado que las intenciones son dejar que el balón llegue a la meta, porque el gol es la quintaesencia de aquellas batallas épicas, la religión del aficionado de cada sábado o domingo.

De esta manera con un prólogo futbolísticamente incorrecto (con más pasión que nada), a cuenta de Miguel Pardeza, que jugó en el Real Madrid y en los Camoteros del Puebla, nada menos que en la posición de centro delantero, y a como dicta el partido de futbol, con su primero y segundo tiempos, descanso, descuento y final, J. Uriz se va a todas las confederaciones de futbol en cuanto a poetas futboleros se refiere.

Hay quienes meten gol y otros que se encargan casi de volverse parte de la mitología, igual la derrota, igual las nacionalidades, los pleitos callejeros, la seducción de las mejores posiciones, o las más sufridas de todas, las de defensas (de niño nadie quiere ocupar esa posición, todo quieren meter goles).

También la posición de espectador se sufre, o las más alabadas, como es el delantero o el 10, como el que portaba Maradona, o hasta en la portería, centro sobre el cual gira el universo del futbol, y que solo un dios puede parar el tiro penal.

Hay los que han hecho de tales batallas su propia exaltación, acaso quijotesca por aquellos que de tanto jugar futbol se convirtieron en poetas (¿no es una locura?).

Jugar bien o mal es lo de menos, incluso hasta no hacer los cambios (sí, muchos se siguen preguntando tanto en tono poético como desdeñoso: ¿Por qué no metiste a Hugo, Miguel Mejía Barón? o de manera reciente: ¿Por qué no llevaste al “Chicharito”, Martino), pero el chiste es que luego de rodar la esférica todo puede suceder.

Y ya viene Argentina contra Francia... que gane el mejor.

Aquí un breve ejemplo extraído de este libro, autoría de Claudio Bertoni:

Desde la ventanilla del bus

veo unas vacas

en una cancha de futbol

dos pasan

rozando un palo

le tercera

es gol.

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