La narrativa criminal toma un nuevo rumbo. J. J. Lemus afronta la historia mexicana y la puesta en escena de Genaro García Luna, un fixer para la delincuencia de altos vuelos. El embrague para mantener la fábrica de drogas que es México. Detalla con lujo de detalle la mente de los grandes capos. Las guaridas y las bebidas con las que afinan las alianzas y los planes. El Licenciado, es publicado por la editorial Harper Collins este 2020.
García Luna fue en peón en el Gobierno mexicano. Creó un teatro protagonizado por operativos para alcanzar condecoraciones. Su propio personaje fue tomando forma desde hace más de tres décadas. Hilvanó redes de operadores por todo el país y en esa red, se fincó su poder.
Lemus da al clavo en el momento de abordar la infancia de García Luna, y retrata a un niño y un joven con una prominente lucidez y un gusto por la información de seguridad y la nota política, en la que fue protagonista años después. E. M Cioran, planteó en alguno de sus textos que la inteligencia es de origen demoniaco, y ‘El Licenciado’ es un caso ejemplar.
Aunque al final, y a pesar de todos los esfuerzos, nadie borrará las huellas de la historia, al menos cuando se cuente con este tipo de trabajos periodísticos sin dejar piezas sueltas de un perfil detallado al extremo. Incluso, las consecuencias en la actualidad por el comportamiento del superpolicía.
Las madejas legales ejercidas por ‘El Licenciado’ le permitieron colocar telones de fondo para encarcelar ciudadanos y funcionarios, cifras de utilería para engordar la curricula. Pero no solamente eso, fueron los actos trágicos que marcaron la vida pública del superpolicía, relata el autor del libro.
Recrear los recovecos de la historia nacional, desde la perspectiva de los engranes del protagonista del libro, detallan también parte de su personalidad.
Es un perfil detallado desde la infancia del protagonista que ofrece las pistas para armar un personaje de tan alta peligrosidad. Las inseguridades sociales se agolpan en su boca al tartamudear, pero una avezada conciencia de la información obtenida. Un tipo solitario con obsesión por el triunfo fue García Luna. Metas e inteligencia marca la vida de García Luna hasta afrontar la realidad mexicana.
Desde pequeño, a la par de juego, fijó su obsesión por la vida pública en México y sus vicisitudes de la vida criminal. Es imposible no pensar como lector, en esa mente en formación por lo detallado de las actitudes de García Luna. A lo largo del libro se perciben esos remanentes infantiles.
Desde las lindes estudiantiles mostró análisis para diagramar información y de ahí comenzó la carrera donde tejió lealtades y configuró también la traición.
El paso de los años, y con la labor de Lemus, se recompone otro de los daños causados a la historia del país por la paranoia del Licenciado todos los archivos destruidos en lo legal y el acervo criminal. La obsesión hace de los hombres poco flexibles, y García Luna fue intachable hasta para ocultar información al Gobierno mexicano como al americano. Al final el posible recelo para su detención. Durante años, el periodista pone a la vista del lector una fallida estrategia que a la postre podría considerarse como una simulación. Fue un hombre en el acucioso testimonial de Lemus, que el Licenciado contaba con el dominio emocional para anudar la historia de los cárteles y sus maniobras.
El periodista desnuda con hechos que pasaron desapercibidos durante su tiempo, la mente de un hombre en su intento de cambiar la historia mexicana. El autor del libro deconstruye la realidad oficial impuesta por el mismo García Luna y anda por los escondrijos, en los puntos ciego en la función pública por donde la delincuencia decidió el imputar a inocentes.
J.J. detalla las encomiendas de sus subalternos y jefes, la personalidad dominante que le valió el imponer estrategias. Desde la infancia se documentó el gusto por las revistas de circulación nacional, que lo dotaron con el instinto para dialogar con la delincuencia.
Penetrar en una mente por medio de estadísticas, de estrategia que en su momento se consideraron correctos, es uno de los logros como reportero, porque al final resultaron comparsas y pifias, conscientes o no, de una realidad que inundó de muerte el país. De cierta forma, en este ejercicio periodístico, se da cuenta que García Luna gobernaba ese estado dentro del Estado que es la delincuencia.
Levantó cortinas de humo a base de estadísticas, aumentó de detenciones y la baja el secuestro para contar con el avala ciudadano y de los organismos internacionales, pero como nada está escrito en el ambiente criminal, con el tiempo tendría la misma cantidad enemigos que fueron aliados y el fuego alcanzó los aparejos.
Las palabras de Lemus se van hilvanando en esa progresión anunciada pero con el mérito de develar lo que por año se ocultó por el protagonista.
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