El mestizaje feliz es una visión absolutamente ficcional: Gabriela Wiener

En su nuevo libro, 'Huaco retrato', la escritora peruana busca rastrear las huellas de la colonización en el presente y en la cotidianidad.

Autora de Sexografías, 'Nueve lunas', 'Llamada perdida' y 'Dicen de mí'. (Foto: Especial)
Jesús Alejo Santiago
Oaxaca /

La identidad de la escritora Gabriela Wiener viene de un explorador de origen judío-austriaco Charles Wiener, pero también de pueblos asentados en los andes peruanos. En el color de su piel se encuentra su pasado y su presente, y la conciencia de lucha que se ha reflejado en sus trabajos periodísticos y en los literarios.

“Quería rastrear las huellas de la colonización en nuestro presente y en nuestra cotidianidad, porque es algo con lo que yo convivo. No estoy de acuerdo con esa visión absolutamente ficcional de un encuentro de culturas y un mestizaje feliz, creo que es un conflicto abierto y es más una herida que compartimos en el continente: es una herida que tiene que ver con nuestra identidad”.

Huaco retrato es el título de su más reciente novela, que puede leerse también como un testimonio, una crónica una saga familiar “o la recreación histórica y la literatura del duelo”, cuenta la también periodista en entrevista con MILENIO, porque se construye a partir de experiencias que, de alguna manera, le son propias, pero que no son individuales, sino colectivas.

“Me interesaba hacer una recreación de mi memoria familiar, pero llevándola a la ficción, para recuperar eso que había sido borrado por el tiempo… por toneladas de arena de los desiertos que tienen enterrados a los huacos: mi idea fue sacar del clóset de las momias a mi tatarabuelo y ponerlo contra mí, y lo que hago es agarrar su libro, discutir con ese libro, con ese legado y rebelarme contra cuestiones como el apellido, el linaje o la familia tradicional, identificándome con conceptos como lo bastardo, con lo impuro o lo dudoso”.

La propia escritura del libro es una mezcla de ficción y realidad, escrita de una manera muy anárquica, siguiendo una línea de literatura personal, pero con cierta recreación histórica que podríamos llamar de reapropiación de la biografía de este personaje, jugando mucho con lo que la gente conoce de Gabriela Wiener, y con lo que ella misma ha experimentado, como el racismo, “que he tenido metido en la piel desde niña”.

“En un momento descubrí que podría entrar en un proceso de decolonialización de nuestras propias ideas de qué es lo bueno, lo bonito, lo que me conviene, lo que puedo amar, desear y que solemos identificar con lo blanco, con el poder, porque eso es lo que nos impusieron: nos odiamos porque tenemos el racismo internalizado, tenemos metida a la Colonia en nuestro ser”.

“El mundo se dividió en castas raciales y es claramente la diferencia entre el norte y el sur, el occidente y el sur global, una diferencia absoluta en el capitalismo: somos gente de ex colonias donde se sigue saqueando territorio, tesoros, riquezas, recursos y, sin embargo, cuando los migrantes van al norte les cierran las puertas y los dejan morir en las fronteras”, a decir de la autora de libros como Sexografías, Nueve lunas, Mozart con priapismo y otras historias, Llamada perdida, Dicen de mí y el libro de poemas Ejercicios para el endurecimiento del espíritu.

Conocidas también como “cabezas-retrato”, los huacos retrato son objetos de cerámica con representaciones de personajes influyentes precolombinos de Perú, que para Gabriela Wiener (Lima, 1975) funcionan como metáfora de la violencia y el poder de los extranjeros al momento de apoderarse de aquellas culturas.

“No creo que haya parado nunca la resistencia de las comunidades originarias. Una cosa es que tengamos una herida abierta, insalvable, porque para curar se necesita una reparación, que se haga memoria y no que se intente hacer reconciliaciones falsas o intentar disfrazar o blanquear un pasado, que ha sido imperial y violento”.

Uno de los aspectos que más interesaba a Gabriela Wiener en Huaco retrato fue esa reflexión entre el pasado y el presente, como parte de la construcción de la identidad. Así, por ejemplo, cuenta la historia de su tatarabuelo, quien tras una travesía de dos años por Perú, y muy cerca de encontrar las ruinas de Machu Picchu, se da a la tarea de escribir un libro sobre su viaje y regresa a Europa llevando unas cuatro mil piezas arqueológicas y un niño indígena, y dejando allí a una mujer, María Rodríguez, que da a luz a un hijo bastardo suyo: una historia de muchos pueblos latinoamericanos que aún conforma la rebeldía de la gente.

En los periodos coloniales, en los republicanos y en todo el siglo XX, asegura Gabriela Wiener, una resistencia centenaria por la cual se ha reprimido, se ha asesinado a quienes se han rebelado contra ese destino. De ahí la tarea de la protagonista de Huaco retrato para entender de qué rama viene, aunque con la idea de “terminar reivindicando su bastardía y su impureza”.

PCL