Hace 25 años, el 17 de diciembre de 1997, entrevistamos en el quinto aniversario del programa Cambios al escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien en 2010 recibió el Premio Nobel de Literatura.
Don Mario, tengo entendido que usted llegó a la literatura a través del periodismo, ¿fue así?
Tengo mucho cariño al periodismo porque ha sido para mí una fuente riquísima de temas para la literatura. Creo que más de la mitad de mi obra no la hubiera podido escribir sin la experiencia que tuve como periodista.
En cierta forma me mantengo cercano al periodismo porque escribo artículos con cierta continuidad. El periodismo ha sido una manera de tener siempre un pie fuera del escritorio, en la realidad, esa cotidianidad siempre cambiante de la cual creo que es fundamental que se alimente la literatura, para que no se convierta en una actividad meramente privada.
En países como los nuestros daría la impresión que las historias cotidianas rebasan la capacidad de la imaginación de los escritores, ¿cuáles piensa usted que son los retos de nuestra literatura para el siglo XXI?
Mire, yo creo que América Latina es un continente privilegiado en lo que se refiere a temas para un escritor. Nosotros tenemos todos los problemas del mundo y una buena parte de ellos todavía sin resolver.
Somos además un continente que es como una encrucijada de culturas: somos el mundo precolombino, somos también la modernidad, la tradición y prácticamente la revolución tecnológica de nuestro tiempo. Todo está presente dentro de esa variedad extraordinaria que es América Latina, así que creo que la literatura tiene un campo de cultivo riquísimo.
Usted declaró recientemente que los escritores en la actualidad tratan de evitar los grandes temas.
Yo me refería a una tendencia que creo es no solo en Latinoamérica, sino mundial: los escritores evitan esos libros muy ambiciosos que tratan de la vida, de la muerte, de la historia, porque piensan que la literatura debe replegarse hacia un plano más privado, que debe aceptar que es simplemente un entretenimiento; un entretenimiento digamos de alto nivel espiritual, pero nada más un entretenimiento.
(Esta idea) parte del supuesto de que no es función de la literatura dar ideas, dar soluciones para los grandes problemas, para las crisis sociales, políticas, morales.
Nosotros crecimos a la literatura convencidos de que la literatura, además de entretenimiento, debía ser una fuente de reflexión. Y seré un poco ingenuo, pero yo sigo fiel a la idea de que la literatura es algo más que entretenimiento.
Se llegó a hablar, sobre su generación de escritores, acerca de la “literatura de compromiso”. ¿A esa actitud se refiere usted?
Nosotros nacimos como escritores en un momento en que había la convicción muy extendida de que el escritor tenía una obligación, además de artística, cívica y moral, y que debía participar activamente en el debate cívico sobre la solución de los problemas, y que la literatura debía guiar a los lectores a tomar decisiones.
O sea que el escritor debía de ser una fuente muy rica de información para formar decisiones que sirvieran para mejorar a la sociedad, para mejorar la vida, para cambiar la historia.
Yo sigo pensando que la literatura no sirve si solo divierte, si solo hace pasar un buen rato, si no deja algo al ser humano, unas razones profundas para entender su tiempo, para deslindar los valores de los falsos.