En 2021 se conmemoran 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, 500 de su caída y el bicentenario de la consumación de la Independencia. El historiador Alfredo Ávila, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, dice que “dentro del uso político del pasado es muy importante el tema de las efemérides”, algo que a los historiadores profesionales les parece un poco ridículo.
Se ha comentado el uso político de la historia, ¿qué lectura le da a ese proceso?
Desde el poder siempre se ha hecho un uso político del pasado, eso es algo común. Este gobierno no es extraordinario en ese sentido. Sabemos que en siglo XIX, después de la guerra de intervención francesa, se proyectó esa gran obra que fue México a través de los siglos, un poco la visión que se quería dar de la historia patria. Después, de la Revolución ni se diga.
No es excepcional (lo que sucede en el actual régimen). Lo que sí es verdad es que en los últimos tres sexenios, los gobiernos no le pusieron mucha atención al uso político del pasado, no se interesaron demasiado en usarlo, en innovar. Recuerdo que cuando llegó el PAN a la presidencia de la República, sobre todo con Felipe Calderón, a quien le tocó la conmemoración del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, todo el mundo pensaba que impulsaría una versión distinta de la tradicional historia patriótica que el PRI había promovido a lo largo de varias décadas, pero no fue así, solo no se le puso tanta atención a la Revolución, pero no hubo una narrativa distinta.
Por eso nos sorprende ahora tanto que se haga un uso político del pasado. Hay que recordar a (Carlos) Salinas y su fijación con el zapatismo, a Miguel de la Madrid con Morelos o a (José) López Portillo con Quetzalcóatl.
Dentro del uso político de la historia es muy importante el tema de las efemérides. Hasta la fecha, la Secretaría de Gobernación o la de la Defensa Nacional tienen encomendado publicar las efemérides políticas o militares de México, y esto nos remite a esa visión muy tradicional, muy simplona, de la historia, como si fuera una sucesión de fechas importantes, como si fuera tan importante qué día o qué año sucedió algo. Para quienes nos dedicamos a la historia eso nos parece un poco ridículo: aprovechamos las efemérides, porque casi siempre que hay efemérides hay presupuesto para hacer proyectos de investigación. Fuera de eso, no nos interesa mucho marcar ciertas fechas como si fueran definitivas.
Este año se busca conmemorar ciertos acontecimientos, algunos hasta puestos en duda por los historiadores…
Pensando en el 2021, nos encontramos con ese uso político del pasado, con ciertas fechas muy puntuales. La primera es el bicentenario de la consumación de la Independencia de México, porque hace una década celebramos el inicio. Hay países en América Latina que también tienen esta doble celebración, nada más que ellos la usan con otros términos: en Argentina, en 2010 conmemoraron el inicio de la revolución, mientras que, en 2016, en vez de llamarle consumación lo llamaron independencia.
Es una celebración un poco incómoda para el Presidente —y para todos los gobiernos mexicanos— porque sin Iturbide, sin duda el personaje más importante de la consumación de la Independencia (conste que tampoco me parece que sea un héroe, sino un oportunista), no es posible explicarla. Iturbide es un personaje incómodo: antes de unirse a la Independencia había sido un comandante de las milicias virreinales muy cruel, despiadado y casi inhumano, como cuando persigue a mujeres en Pénjamo, a las que las llevaba con cepo hasta la ciudad de Guanajuato para ser juzgadas por delitos que no habían cometido; su delito era ser primas, madres, esposas de insurgentes.
Persigue a los insurgentes y lo hace con una crueldad inusitada. Por otro lado, se convirtió en emperador, en una maniobra que él hizo. La versión de Iturbide fue: “el pueblo quiso que yo fuera emperador”. La verdad es que es una maniobra que él mismo orquestó, pero cuando México se convierte en una república federal, se le echa eso en cara. Se dice que es una traición a la esencia republicana de México y eso propició que, en 1921, cuando se conmemoró el centenario de la consumación, no se supiera qué hacer y lo que se hizo fue quitar el nombre de Iturbide del Muro de Honor del Congreso.
Ahora se va a empalmar con dos celebraciones, una que todos esperábamos, la de los 500 años de la conquista de México-Tenochtitlan, que está siendo vista desde una perspectiva sumamente tradicional. Toda la gente que estudia el proceso de conquista sabe bien que en 1521 lo que pasó fue que un grupo de pueblos de lo que hoy es el centro de México se unieron a la camarilla de aventureros españoles y derrotaron al que tenía mayor poderío en la zona. No es la conquista de México en el sentido de país, sino de un altépetl que se llama México, bajo la dirección de los españoles, pero la hicieron numerosos pueblos indígenas de México. La visión del presidente, la del gabinete, es sumamente tradicional, de los años 70 del siglo pasado, que supone que México- Tenochtitlan es el México actual y, por lo tanto, ahí hay una ofensa que cometió España contra los pueblos prehispánicos.
Puntualmente, uno de los acontecimientos más polémicos es el del 700 aniversario de la fundación de la Gran Tenochtitlan, aun cuando distintos investigadores han señalado que en las crónicas no hay una fecha definida…
Aquí estamos ante el invento de la tercera conmemoración: los supuestos 700 años de la fundación de Tenochtitlan; quien mejor lo ha mostrado es Leonardo López Luján, cuya respuesta sobre la fecha de fundación de México Tenochtitlan fue cuándo la loba le dio de amamantar a Rómulo y Remo: es un mito fundador, no es un hecho histórico.
Si vamos a la arqueología, lo que vamos a descubrir es que debajo de la actual Ciudad de México está la vieja ciudad de México-Tenochtitlan, pero también encontraríamos otros asentamientos. Hay algunos muy anteriores a los 700 años. La fundación es un hecho mítico. Lo interesante es que se hablaron de algunas fechas, pero ninguna de ellas lleva a conmemorar en el 2021.
Podríamos preguntarnos por qué conmemorar los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan y no los 600 de la fundación del señorío de Tlaxcala o de cualquier otra ciudad prehispánica. Es esta visión centralista que confunde a México-Tenochtitlan con el México actual.
A la caída de México-Tenochtitlan también pareciera que se le está dando un uso más político, desde el punto de vista de las cosas “malas” que hicieron los españoles…
La historia de México siempre se nos ha contado desde la perspectiva de que es un país heroico y los países extranjeros son países malvados que nos atacan siempre, como si México tuviera solo carácter de víctima y de heroísmo, se nos olvida que también fue muy violento y cruel con sus propias comunidades. Tendríamos que empezar a enseñar una historia que nos dé cuenta de eso.
La última vez en que el Presidente insistió que España debiera ofrecerle disculpas a México, dijo que México también debería ofrecer disculpas a los pueblos originarios: señaló el ejemplo de los pueblos yaquis, combatidos a lo largo de décadas y que prácticamente fueron esclavizados; y el de los pueblos mayas, que en la guerra de castas también fueron perseguidos y vendidos como esclavos a la isla de Cuba. Si mal no recuerdo habló de la persecución de chinos. Lo interesante es que señaló que todas esas persecuciones y guerras se hicieron durante el porfiriato. De esa manera, parece que le estaba limpiando la cara a México: sí fueron mexicanos, pero fueron los malos, los conservadores, la gente del porfiriato.
Hay un pequeño problema con esto: la guerra de castas en Yucatán empezó desde mediados de siglo XIX, con gobiernos liberales y conservadores. Los mismo pasó con la guerra en el Valle del Yaqui, desde la Independencia hay una guerra en Sonora con los yaquis y son liberales y conservadores quienes la encabezan, y es una guerra de despojo. En el caso de los chinos es verdad que durante el Porfiriato hay una retórica antichina terrible, una xenofobia espantosa, pero la masacre más importante de chinos se cometió en Torreón, ya con la entrada de los revolucionarios, fue encabezada por Emilio Madero y grupos magonistas.
Es decir, no solamente son los malos de la retórica oficial los que cometieron estas atrocidades. En realidad, fueron mexicanos comunes y corrientes; creo que debemos aprender que cualquier persona es capaz de hacer esas cosas muy malas, y debemos entender cómo funcionan esos procesos para evitar su repetición. Esta visión de la historia sería bastante más útil que la de buenos y malos que nos quieren presentar, en la cual unos ofrecen disculpas a los otros.
¿Qué le debe México a España y qué le debe España a México?
No es que México le deba a España, pero es indudable que México es lo que es hoy, en buena medida, gracias a la colonización española. Tenemos el idioma, y no es que sea bueno o sea malo, el hecho es que la mayoría de los mexicanos habla un idioma que se originó en Castilla en la edad media. Hay que admitir que la religión es un elemento muy importante. Y un montón de tradiciones. Hay algunas que imaginamos como prehispánicas, pero en realidad son de origen europeo, como la fiesta de muertos, una tradición europea que modificamos acá. Hay vínculos estrechos como el exilio español en México, pero también algunos pasajes que no nos gustaría presumir, como la presencia de un montón de españoles agiotistas en el México del porfiriato, que abusaban de su posición, del poder, para explotar a los trabajadores mexicanos. Son relaciones de todo tipo, como suelen ser las relaciones entre países. Si pensamos en relaciones solo buenas o solo malas, estamos perdidos: las relaciones entre distintos países son siempre relaciones muy complicadas y muy conflictivas.
¿Qué le debe España a México? No le debe nada, pero tampoco podríamos entender a España sin la participación de tanta gente que nació de este lado. Para no ir muy lejos, la primera constitución que hicieron los españoles se hizo en Cádiz, con participación de diputados de América. De hecho, hay una figura como la diputación provincial que la propuso don Miguel Ramos Arizpe. Pensemos también en los millones de pesos en plata que España obtuvo de la colonización en América. Se trata de relaciones históricas que siempre son asimétricas.
A partir de todo lo anterior, ¿qué tan bien o qué tan mal se ha contado la historia de México?
Los historiadores hemos fallado en contar la historia de México. Si quitamos los casos de Enrique Florescano o de Miguel León Portilla, quienes sí hicieron un trabajo de divulgación, la verdad es que la historia ha quedado en manos de novelistas, políticos o divulgadores, que no tienen la intención de contar la historia que busca explicar procesos, como hacemos los profesionales, sino que buscan o vender mucho, como Francisco Martín Moreno, lleno de falsedades sobre la vida erótica de los héroes de México, o apuestan por una visión política.
Una cosa es la historia entendida como una disciplina que busca explicar procesos, mediante una metodología rigurosa, y otra cosa es un relato sobre el pasado. Lo que tenemos en México, en el discurso de los políticos, de los novelistas y de muchos escritores es un relato del pasado, no es historia. Y hay que tener cuidado con los relatos del pasado porque, como toda, la memoria, suelen estar llenos de huecos, de olvidos.
¿Qué tendríamos que conmemorar en el 2021?
Lo que se hizo en 1810 y luego en 1821 fueron pasos para construir un Estado soberano. Eso que llamamos independencia de México es, en realidad, la construcción de un Estado soberano, que se construye desde abajo, con la participación de la gente, con el voto de la gente, con dinero de la gente. Me parece que, si vemos a la independencia como un proceso de construcción de un Estado soberano libre, en realidad es un asunto en el que aún estamos embarcados: todos los días tenemos que hacer algo para seguir siendo un país soberano.
Perfil.Alfredo Ávila Rueda
HistoriadorDoctor en Historia por la UNAM, es investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de esa casa de estudios e investigador nivel II del SNI. Con Jordana Dym y Erika Pani coordinó el libro Las declaraciones de independencia. Los textos fundamentales de las independencias americanas, y con Virginia Guedea y Ana Carolina Ibarra el Diccionario de la Independencia de México. Con Juan Ortiz Escamilla y José Antonio Serrano Ortega es coautor de Actores y escenarios de la Independencia. Guerra, pensamiento e instituciones, 1808-1825.
Frases
“Las efemérides son una visión muy tradicional, muy simplona, de la historia, como esta si fuera una sucesión de fechas importantes”“La consumación de la independencia ha sido una celebración incómoda para los gobiernos mexicanos, porque no se puede explicar sin Iturbide”
“En el discurso de los políticos, de los novelistas y de muchos escritores, en México se ha hecho un relato del pasado, y eso no es historia”
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