El panorama del sector editorial ha disminuido en los último años, solo en 2017 su producción tuvo un decremento de 2.2 por ciento respecto a 2016, mientras que en la comercialización las casas editoriales registraron una venta de casi 136 millones de ejemplares, dicha cantidad es la mínima observada en el último lustro, y es que desde 2013, año con año se ha observado esta gradual reducción en las ventas, ello según un estudio presentado el pasado 27 de noviembre, en la sala de prensa de la FIL Guadalajara, por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), en una conferencia encabezada por su presidente, Carlos Anaya Rosique, quien también es vicepresidente de Limusa y Grupo Editorial Noriega.
Al cuestionamiento de ¿qué se puede hacer ante este panorama?, Anaya Rosique dijo estar convencido de que es necesario “construir una política integral para todo el ecosistema del libro que va desde el autor y termina con el lector para que cada uno de los tramos de éste puedan fortalecerse con el objetivo de construir lectores”.
Este círculo virtuoso, como lo llama Georgina Abud Pérez, directora de la Asociación de Librerías de México (Almac), debe estar constituido por “autoridades, legislaciones y cada uno de los integrantes de la cadena de producción del libro, para así conformar un equipo que impulsará el crecimiento, no solo de la lectura en el país, sino de la cultura”.
Estas acciones, por lo tanto, deben de estar encaminadas a fomentar la lectura, pero para ello, en palabras del presidente de la Caniem, urgen acciones concretas y no solo ocurrencias como en su momento ha habido de parte de todos, incluso de la industria editorial, para hacerle saber a la gente la importancia de la lectura.
Al respecto, la directora de Almac abundó: “Muchos programas de lectura solo ocasionan que los libro acaben mal distribuidos o embodegados, ya que la mayoría de las veces van dirigidos a las editoriales y se saltan el último eslabón (las librerías), entonces, eso debilita a toda la cadena. Creemos que el apoyo siempre debe de ser respetando la cadena del libro. El contacto con el lector debe de ser con los libreros. Por lo tanto, cualquier programa de fomento a la lectura tendrá más éxito y fortalecerá a la cadena si es a través de las librerías”.
También aclaró que esto no significa que “las librerías sean competencia de las editoriales”, ya que al final “son parte de una misma cadena que debe ser fuerte y para ello se requiere de una mejor legislación y políticas públicas que reflejen equidad y permitan una sana competencia”.
La propuesta
Una de las acciones concretas de Almac acerca de este tema, fue la presentación de un estudio de más de 100 páginas al senado, el cual titularon Propuesta a los poderes Ejecutivo y Legislativo para cambiar el régimen fiscal del libro.
Con este documento buscan un régimen fiscal de tasa cero, ya que a pesar de que las librerías son el sector que aporta 35.6 por ciento del total de la facturación para las editoriales y se han mantenido como el segundo más importante, además de que en 2017 presentó un incremento de 1 por ciento respecto de 2016, según datos de la Canem, “es más barato, fiscalmente, poner cualquier otro negocio que una librería. El mejor fomento son más librerías, pero con la situación tan adversa, muchas están cerrando y es conveniente aclarar que las pequeñas lo hacen no porque las cadenas se las están comiendo, sino por falta de ventas”.
Uno de los argumentos de Almac para cambiar el régimen fiscal del libro de la exención a la tasa “cero por ciento” es el bajo impacto recaudatorio, ya que en 2016 el PIB de México fue 1.046 billones de dólares de los cuales solo 140 millones de pesos provinieron del IVA que paga la industria editorial. Los libros representan el 0.000000000009% de la recaudación del país. Una cifra insignificante, que además puede compensarse con el pago de ISR de la creación de nuevas librerías, lo cual tendría un impacto tanto en el sector como en la sociedad, ya que el precio de los libros no aumentaría, habría cumplimiento de la política del precio único para proteger a la industria de las prácticas monopólicas y la industria se expandiría, pero, sobre todo, se dejaría de ver al libro como un producto de lujo y se empezaría a ver como un bien cultural.
Por lo tanto, para fomentar la lectura, Almac no solo lleva a cabo actividades culturales como cuenta cuentos o talleres que buscan ser atractivos para el lector, también participa activamente para pulir y mejorar las políticas públicas del país, ya que, en palabras de Georgina Abud Pérez, “tenemos grandes lectores por lo que hay que apostarles más”.