Un antro, el cuarto en México, se convierte en librería. Surrealista, hay antros que no sobrevivieron a la pandemia, pero las librerías sí, pese a que autoridades sanitarias las declararon “no esenciales” y las cerraron por meses.
“Es un orgullo muy grande. De 17 sucursales que tenemos, esta es la cuarta que antes era un tugurio o bar. Aquí había una pulquería. Las otras son las del Centro, en Bellas Artes; la de León, Guanajuato; y la de Satélite, que primero fue billar y luego bar gay. Convertir estos espacios en lugares de lectura y de cultura sí es algo bien bonito”, dice Rodrigo López Ramírez, director general de Librerías El Sótano, en entrevista al inaugurar su nuevo espacio en Insurgentes 222, en la Roma, donde antes estaba la pulquería y salón de música y baile Modesto 222, al lado de una sex shop.
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A su lado, la secretaria de Cultura capitalina, Vanessa Bohórquez, bromea —o quizá no— y propone que, ya que el pulque también es cultura, se cree una modalidad híbrida para leer y libar: “la pulquebrería”. Más en serio, reconoció que las librerías, y la cultura en general, sí son esenciales y que a la comunidad cultural “le dolió mucho escuchar que no lo era, aunque a la larga demostró que es la más esencial”.
Afirmó que gente que estuvo en resguardo sobrevivió porque bajaba un libro, una canción o veía una serie y, en ese sentido, sostuvo que la actividad cultural durante la pandemia fue la acompañante de todos y demostró que es el mayor ejecutante de transformación económica, social y hasta psicológica.
“Durante la pandemia fue la primera vez que la cultura escuchaba una categoría (‘no esencial’) que se le daba. La actividad cultural no sólo es esencial, sino transforma. En el marco de una pandemia en la que no estábamos conscientes de lo que iba a significar se dio esa categoría, pero con el tiempo y la distancia ahora sabemos que es más esencial que nunca la cultura”, admitió la funcionaria capitalina.
López Ramírez, relevo generacional desde hace tres años y medio del grupo que fundaron en 1967 sus padres Manuel López Gallo y María Elena Ramírez Aguilar, considera una labor “quijotesca” invertir en librerías en México y no en antros, pero sostiene que, afortunadamente, las cifras “sí dan para ello”.
“Insisto, lo que falta no son lectores, sino librerías y bibliotecas. Lo que cambió la pandemia es la forma de comprar los libros. Pero los libros son la tecnología perfecta, no necesitan batería, cable o un foco; están listos para cualquiera”, explica López Ramírez, acompañado por la escritora Laura Emilia Pacheco, quien apadrinó la sucursal junto con la también escritora Rowena Bali y el ilustrado Kraken (Ricardo García), creador del logo de la librería, que sobresale ante el antiguo lema de Modesto 222: “El pulque no es el mejor, pero es muy fresco”.
Por cierto, en la entrada de esta sucursal de El Sótano aparece una foto de gran formato, en blanco y negro, de José Emilio Pacheco, icono de la Roma, donada por su esposa Cristina.
—Rodrigo, ¿por qué una nueva sucursal de Librerías El Sótano en la Roma?
Porque es una gran zona cultural de Ciudad de México, creemos que es un punto muy importante. Aunque algunas autoridades todavía no se atreven a denominar a las librerías como una actividad esencial, nosotros sí creemos que la lectura es algo esencial para el ser humano, más en estos tiempos de pandemia y encierro, en que tomó un papel muy importante en la salud mental de la gente.
—¿Qué es “crear comunidad” para usted y su empresa?
Es impactar de manera positiva en el barrio. Cada sucursal nuestra tiene un perfil determinado, de acuerdo a los gustos y necesidades de la colonia. Y se ha comprobado que, mientras más librerías hay en cada barrio, menos inseguridad y violencia hay; los índices positivos suben y los negativos bajan.
—¿Por qué, entonces, abrir una sucursal en la Roma, llena de librerías, y no en Ecatepec o Iztapalapa, las demarcaciones más pobladas del país, con casi dos millones de personas cada una, y con muchos problemas sociales, donde no tienen librerías?
Sin duda es una tarea pendiente para nosotros, pero también para autoridades y demás libreros de México. Realmente todos tenemos que ponernos las pilas, llegar ahí y de verdad impactar. Tenemos un ejercicio de un contenedor y el resultado ha sido muy positivo, funciona como librería y biblioteca y la gente está muy contenta. Definitivamente tenemos que llegar a esos lugares, tiene que haber bibliotecas y librerías en todos los municipios del país.
—¿Cuál fue el saldo de la pandemia para ustedes?
Es difícil definirlo. Sin duda las ventas se vieron afectadas, pero también la gente, después de uno o dos meses de encierro, se volcó hacia las librerías; en mayo y junio del 2020, tuvimos un repunte en nuestras ventas a través de la página web, ya que la gente estaba harta de la tele y buscó como alternativa a los libros. Fue un marcador positivo, ya llevamos dos librerías inauguradas durante la pandemia, una Monterrey, y otra en la Roma. Como saldo, hubo mucho aprendizaje, tenemos que atender al cliente más rápido de cómo lo hacíamos. La gente está leyendo muchos clásicos, las novedades no están siendo lo más vendido, y tenemos que aprender a responderle.
—Se dice que no se lee en México, pero ustedes han abierto dos librerías durante pandemia. ¿No es contradictorio?
En México, mucha gente no lee, pero la gente que lee, lee mucho; es una necesidad y un gusto, un placer leer. Sí, es una paradoja. Además, desde que salió la saga de Harry Potter, se dio un boom de la literatura juvenil, hoy es el tercer género que más se vende en las librerías. Por eso insisto en que las librerías son una actividad esencial y por eso pedimos a las autoridades del país que nos dejen trabajar.
PCL