Eternamente joven, poderes sobrehumanos, vida eterna… Los transhumanistas aspiran a que los nuevos seres humanos se ajusten al nuevo orden mundial. El progreso tecnológico debe permitir la supuesta optimización de nuestra especie y llevarnos de vuelta al paraíso, aseguran. La rebelión del pueblo contra el Creador y nuestras propias limitaciones, son una constante. En esta batalla, intentamos domar a la naturaleza y manipularla para satisfacer nuestros deseos.
El transhumanismo moderno empieza a reemplazar los antiguos mitos. Adán y Eva no pudieron resistir la tentación y comieron del árbol prohibido del conocimiento, lo que les valió ser expulsados del paraíso. Ícaro, el protagonista de la antigua leyenda griega, con sus alas provisionales voló tan cerca del sol que así encontró la muerte. La torre de Babel, el monstruo de Frankenstein, el Golem de la mitología judía o la figura de Prometeo, se refieren al mismo sueño: convertirnos en súper hombres, en creadores; y si no es posible ser Dios, al menos, llegar a tener su misma condición. ¿Estamos a punto de hacer realidad tales mitos?
Aprendiz de brujo
Una vez fuera del Jardín del Edén, los científicos transhumanistas creen hoy haber encontrado el camino de vuelta al paraíso, y esperan la supuesta redención del hombre por medio de la alta tecnología. La próxima y, probablemente, última etapa de la evolución humana se encuentra ligada a la inteligencia artificial, a la física, a la realidad virtual, a la biología y tecnología combinadas. La fusión de lo real con el mundo digital —conocida como “singularidad”— está cambiando nuestro mundo para siempre. La versión o tipo humano 1.0, como se le conoce, se convertirá en un modelo fuera de producción sustituido por cyborgs, clones de cultivo o por híbridos optimizados genéticamente. En junio de 2014, el sitio de noticias Welt am Sonntag (El mundo en domingo), escribió: “Pronto, los cyborgs ya no serán más una visión, lo que en términos éticos representa un horror”.
Uno de los líderes del movimiento transhumanista es el filósofo británico y futurista Max More (1964). Como pionero de esta ideología, asesor de la Organisation humanity+ y presidente de la Alcor Life Extension Fundation (dedicada al congelamiento de cadáveres en nitrógeno líquido), More es más que uno de los muchos científicos que quieren llevar a la humanidad a la siguiente etapa de la evolución. Desde su visión filosófica, el ser humano no es un ente “sagrado”, sino solamente producto de la “casualidad”; por lo tanto, es el mejoramiento genético de las personas “una de las cuestiones de mayor implicación moral que se pueden emprender”.
En el futuro, será necesariamente normal sustituir algunos de los órganos biológicos humanos por máquinas eficientes. En sus Principios Extropianos (marco de valores y normas transhumanistas para la mejora continua de la condición humana), More asegura que los transhumanistas se esfuerzan por mantener un “progreso constante dirigido en todas direcciones” y también se preparan para “cambiar la esencia de la naturaleza humana”. Su máxima reza: “Queremos derribar las barreras tradicionales, biológicas, genéticas e intelectuales que limitan nuestro progreso”. En su opinión, la humanidad se encuentra actualmente en un umbral situado “entre la procedencia animal y un futuro posthumano”. Demuestra incluso un sentido de conciencia misionario: “Vayamos más allá de nuestras viejas formas. Fuera con nuestra ignorancia, nuestra debilidad, nuestra mortalidad. ¡El futuro es nuestro!”.
En su Filosofía del transhumanismo (2013), More define esta tendencia como un “movimiento intelectual y cultural”, cuya “posibiliad y conveniencia afirma una mejora fundamental de la humanidad a través de la razón aplicada”.
La caja de Pandora
El transhumanismo utiliza una amplia gama de métodos con los cuales la evolución deberá ser asistida: manipulación genética, nanotecnología, clonación, cibernética, robótica, medicamentos genéticos que aumenten el rendimiento y el llamado “mejoramiento humano”. La implantación de microchips en el cerebro humano para mejorar la cognición es un ejemplo práctico de esto último y representa, hablando estrictamente desde la lógica, el punto culminante de una previsible evolución cuyas características se irán desarrollando en el largo plazo.
Casi todo el mundo se ha acostumbrado a llevar consigo el celular a todas partes. Relojes y anteojos inteligentes son el siguiente paso, antes de que la tecnología se inserte por debajo de la piel. Pero, ¿tiene la humanidad el derecho de hacerlo? ¿Se vale experimentar con la madre naturaleza, aun cuando no se puedan advertir las consecuencias? La tentación de “jugar a ser Dios” está plenamente justificada, y para los transhumanistas esta cuestión es menos crítica que la motivación.
Los autoproclamados benefactores creen que es tarea de las personas controlar su propia evolución. Bajo tal argumento, el programa de estos creyentes se basa en la ideología de los ídolos de la Nueva Era, incluida la del satanista confeso Kleister Crowley (1875-1947), cuyos valores morales se asientan en la frase: “Haz lo que quieras (esa debería ser toda la ley)”. En palabras de la transhumanista Natasha Vita-More: “querámoslo o no, nos convertiremos en cyborgs”. En un manifiesto que escribió en 1982, ella explica que “la persona capaz de adaptarse a la evolución, desarrollará también sus herramientas e ideas”. En tal documento, utiliza el concepto de “libertad morfológica” cuando la gente fuerza su propia evolución.
Ray Kurzweil, la estrella de la escena transhumanista e ingeniero en jefe de Google, está totalmente convencido de que “la inteligencia no biológica” pronto dominará. Él trabaja diligentemente en ello. El cuerpo humano, asegura, podrá ser optimizado mediante implantes de microchips y otros “complementos” o sustituido completamente por una prótesis. Tales órganos artificiales ya están en desarrollo. El modelo “PRIMO Posthumano 2010”, por ejemplo, fue diseñado precisamente por Vita-More como una “alternativa al cuerpo humano”. Según la artista y futurista estadunidense, las personas enfermas tendrán la posibilidad de optar por una “muerte voluntaria” y después “implantar su cerebro en estos cuerpos de reemplazo”.
Los primeros intentos por conservar vivo un cerebro dentro de un fluido nutritivo se llevaron a cabo en la década de 1960. Con ayuda de un cuerpo robotizado, la conciencia humana podría finalmente alcanzar la anhelada inmortalidad, y la reproducción, en el sentido tradicional, no será necesaria.
La gran dictadura
Nick Bostrom, uno de los protagonistas de la escuela de pensamiento transhumano, se refiere en uno de sus libros a la llamada súper inteligencia: “En unas pocas décadas, posiblemente se puedan diseñar computadoras cuya complejidad parece estar todavía a años luz de ser desarrollada”. Tal invención “podría ser la última que la gente necesite realizar. La humanidad biológica ya no sería la única forma de vida inteligente” en el planeta. Bostrom no oculta que “a los transhumanistas les gustaría ser incluso más inteligentes”, lo cual, con ayuda de los llamados interfaces cerebro-ordenador, quizá sea factible.
La posibilidad de reunir el conocimiento de todas las bibliotecas del mundo en un microchip y luego implantarlo en el cerebro, seguramente provocará gran demanda, ¿no es cierto? No obstante, el problema con la súper inteligencia es la creación de una racionalidad exenta de moralidad y sentimientos humanos —aunque con un conocimiento ilimitado y memoria perfecta—, sin empatía, sin humanidad, sin corazón. En estas condiciones, el transhumanismo corre el riesgo de entregarle todo el poder al gran tirano: la computadora. El resultado supone una dictadura de proporciones extraordinarias.
El astrofísico Stephen Hawking fue muy enfático al advertir el peligro del avance tecnológico: “Si la inteligencia artificial se desarrolla plenamente”, dijo en una entrevista con la BBC, “esto podría significar el fin de la humanidad. En cierto modo, la inteligencia artificial tiene la capacidad de cambiar y desarrollarse por sí sola rápidamente. Mientras, las personas estarían limitadas por la lenta evolución biológica, no podrían mantenerse al día y terminarían por ser reemplazadas”.
La lucha entre los individuos de la era “anterior” y la nueva súper raza se percibe inevitable.
Programa “H+”
El transhumanismo es el punto medular de la modernidad desatada. Después de que su motor ideológico, el liberalismo, ha hecho estallar las formas prevalecientes de religión, Estado, nación, familia y género, nuestra especie está muy cerca de ser destruida. Su símbolo es un círculo con la letra “H” (de humano), y el signo “+” (de mejorado). Los seguidores de esta tendencia aceptan encantados los elementos de la tecnología moderna, y la idea de progreso los va guiando hacia consecuencias inminentes. El mejoramiento de la tecnología permite, a su juicio, crear artificialmente seres más prefectos que nosotros.
Esto será logrado a través del mejoramiento de todas las partes del cuerpo humano, al reemplazarlas por piezas artificiales que son indistinguibles de las originales, lo cual incluye la simulación de la conciencia o la grabación de la conciencia en soportes especiales de datos: la llamada cartografía de la mente. Aunque los últimos descubrimientos en el campo de la estructura del genoma permiten la corrección del organismo, se trata de una mejora en su calidad solo en el nivel más básico.
“H+” tiene un mensaje para la humanidad: todos podrán ser liberados de la enfermedad e imperfecciones hasta alcanzar finalmente la inmortalidad física. El cuerpo será sustituido o reparado y después de cierto tiempo se podrá imprimir en 3D. Las redes virtuales se convertirán en el nuevo centro de la vida, y la realidad conocida se irá sustituyendo gradualmente.
Camino al progreso
El transhumanismo no es un pasatiempo de excéntricos, diseñadores o fanáticos del avance tecnológico. Es el resultado de la dirección que ha seguido la tecnología en los últimos siglos, lo cual ha provocado que la humanidad tome demasiado en serio los mitos del progreso y la evolución.
“H+” es el resumen más reciente de la era moderna. La idea fundamental de la modernidad ha sido liberar a las personas de sus limitaciones. Comenzamos con la religión, la tradición y la sociedad de clases. Después de eso nos hemos embarcado en los conceptos de Estado y Nación en favor de la sociedad. La siguiente cosa que hemos hecho es la derogación de la idea normativa de los sexos y de la familia tradicional, en tanto que por ley hemos asimilado las diversas formas de mutaciones y malformaciones congénitas.
Hoy, en Occidente no hay fe y ningún Estado en el sentido estricto de la palabra, ninguna jerarquía política y tampoco más familias “normales”. Todo lo anterior se da en el contexto de los avances tecnológicos (nuevas formas de producción, tecnología informática, avances de programación y la síntesis de nuevos materiales). Gradualmente, la ideología se ha ido fusionando con la tecnología para formar una unidad inseparable. El progreso tecnológico se convirtió en el factor ideológico, mientras que la tecnología no ha sido otra cosa que tecnología. Así llegamos a la última fase: superar las limitaciones de la especie humana. Eso busca el Programa “H+”, que es considerado “la última palabra del liberalismo”.
El transhumanismo no es ningún producto bizarro derivado del desarrollo tecnológico, sino el objetivo de una nueva etapa en la historia de la humanidad. Con la modernidad, hemos tenido que emprender la carrera hacia la era de los cyborgs, híbridos, mutantes y quimeras… ya estamos llegando.
Un plan diabólico
Por supuesto, la mayoría de la gente aún no está preparada para convertirse en cyborg o mutante. Pero, ¿quién necesita la opinión de la gente? La historia ha sido manipulada por las élites, y las masas casi nunca están preparadas para algo. Pero esto, básicamente, no significa mayor problema, porque si las masas no están listas, ya lo estarán —para entonces, nadie se dará cuenta de nada.
El transhumanismo será inevitable, si aceptamos las nuevas tendencias de la era moderna (creer con fe ciega en el progreso, el desarrollo y el perfeccionamiento de la humanidad). La Ilustración ha traído al mundo esta religión, es decir, la pseudo-religión del progreso. Poco a poco, esta herejía va adoptando todas las formas tradicionales de religión, particularmente las del cristianismo, el cual, por cierto, está siendo reemplazado y marginado. El progreso no puede detenerse a medio camino. Lo que diga A, tendrán que decirlo B, C, D y el resto de las letras del alfabeto. “H+” es ahora la letra con mayor poder; con ella comienza el lenguaje de los ordenadores.
Quienes se encuentran en el lado opuesto al posthumanismo, los tradicionalistas y fundamentalistas, no solo rechazan la nueva mutación, sino la totalidad de la era moderna y sus implicaciones: la idea de progreso, el desarrollo y la visión científica del mundo aunada a los conceptos de democracia y liberalismo. En su lugar, confirman la idea tradicional de Dios, la iglesia, el imperio, la clase social, el Estado y las costumbres populares. Señalan que el mundo moderno no es resultado del progreso, sino de la decadencia: el reino del Anticristo. La guerra contra el Programa “H+” —que rechaza la transformación dictada por la lógica de la ideología liberal de la modernidad— deja de tener sentido cuando solo se aceptan “ciertos” aspectos de la modernidad.
La tradición cristiana sostiene que el diablo puede lograr y crear casi cualquier cosa, excepto al ser humano. En todo caso, él podría crear solo una parodia de la esencia humana, un simulacro. El Programa “H+”, en ese sentido, parece ser un plan urdido por él.
Revista: Compact, edición de noviembre / 2016
Traducción del alemán: Andrea Rivera