La historia no la escribe un gobernador o un diputado o un senador. Ni siquiera un alcalde. Lo hacen los periodistas, para bien o para mal, son los que dan cuenta de los hechos y los analistas y los columnistas de la trama.
A veces el destino es una trampa, como en la política nada está escrito y todo es ficción menos el crimen y la corrupción. Por eso, todas las premoniciones sarcásticas de Carlos Denegri se convirtieron en profecías consumadas.
Denegri el comunicador abigarrado al poder y a la clase política.
Historia narrada
Tanto los presidentes, gobernadores y mandos policiacos y militares, producto de la Revolución Mexicana con simbiosis perfecta, ocultaron el mundo que armadamente defendieron del Porfiriato. La historia no está para ser contada y más cuando se usurpó un país y se creó la nueva burocracia. No faltaron las frases inaugurales para nombrar las nuevas etapas de la historia nacionalista, porque la Revolución anduvo en Cadillac.
Denegri en la novela 'El vendedor de silencio' (Alfaguara, 2019) de Enrique Serna es el testimonio no solamente del periodista con supuestos mayores dotes para ser el mejor reportero, sino el pretexto para develar cómo los ideales armados en México son una mentira.
El autor reconstruye con avidez y profundo sentido de la historia y la realidad, la nación maltrecha que es la mexicanidad. Moldea la perversidad de sus personajes y cómo cada hecho, cada momento, cada decisión afecta el futuro del protagonista, un hombre que vivió el poder sin responsabilidad legal, ni juicio, al menos en la historia por ser un apéndice de la oficialidad. Carente de nombramiento fue uno más del "federalismo charro" en México.
Aunque la vena revolucionaria le corría en la sangre por el padre, los vaivenes de la burocracia y la grilla de los nuevos gobernantes de México lo hicieron reconocer en los privilegios del embute, del "chayote", una vida plena tal cual dictaba la nueva clase gobernante.
Periodistas, la otra historia
Serna recrea con sagacidad cómo la masificación de la imagen del reportero, del columnista, del presentador se convirtió en un mito para los mexicanos y megalomanía y virilidad para Carlos Denegri, de ahí la raíz de los escándalos públicos y los incidentes armados y de golpes, generados por su paranoia viril y su sentido de posesión de las mujeres.
Esa masificación décadas después se convertiría, a propósito o no, en la pandemia de feminicidios. Fue el retrato de un machismo naciente que boca en boca, por sus escándalos y proyección mediática, alcanzó el territorio nacional. Claro, junto con la clase política y sus gobernados en la República.
Desde la infancia, por los trabajos del padre en el Servicio Exterior Mexicano y el azar del acomodo posrevolucionario de las piezas en el poder, Carlos, Picho, se intoxicó de la carencia como de la opulencia, de la bonanza maltrecha. De ahí, la debilidad de carácter que lo convirtió en un tipo carente de autocontrol que en el vaivén los puestos del progenitor, lo llenaron de resentimientos, como el no ser poeta: una frustración que se convertiría en vulgares mentiras en cadena para conseguir el amor encarcelado de sus conquistas.
Para Denegri no había más ley que su hormona y ego. También el alcoholismo. Ningún argumento legal lo detendría. La historia no formó a Denegri como periodista fueron las circunstancias, esa dualidad del México que no alcanzó la real revolución.
Enrique Serna, profundiza y saca a flote el trauma, la frustración y la dependencia al alcohol del protagonista milimétricamente. Conoce al fondo el mecanismo de la malicia humana, de la frustración y el dolor, y ya convertido en rencor, al más mínimo pretexto proyectarla. Pieza por pieza, hecho por hecho, paso a paso, el autor plasma el progreso que la maldad genera en el reportero más avezado de su tiempo.
No solamente del protagonista es desnudada el alma y la psique, sino también los clientes, la clase política nacional. Carlos Denegri institucionalizó la corrupción en los medios de comunicación como el PNR lo hizo en el Gobierno mexicano.
Raíces del machismo
Serna trae a la luz con lucidez en el detalle, la opulencia en que se convirtieron los ideales de la Revolución, o los pretextos para la lucha armadas por el poder, porque Denegri los conoció a todos y sus aposentos más lujosos. Todo lo que Denegri ocultó con silencio comprado. Ese es otro de los valores del libro, el México bastardo, nacido de refriega de 1910 y que la historia oficial mantiene oculta en los héroes, en las invasiones, en la toma de ciudades, en la firma de la Constitución.
Serna abre la carne con palabras y emerge esa sensación del sexo primerizo de alguna de las víctimas del reportero; los fluidos corporales cuentan como parte de una narración vívida en el momento que se han perdido los estribos, como en el caso del protagonista estuvo plagada su vida. Cuando el cuerpo es el único lenguaje posible.
El autor monologa y el discurso toma una profundidad inédita, porque no solamente es la voz de Denegri, es el propio efecto de un personaje enfermo que requiere de entenderse, de analizarse y se quebrar de nuevo la realidad.
Carlos Denegri a detalle
Pocos escritores como Serna entran en la dimensión de lo que narran en percibir y estar en los procesos mundanos sino como intervienen en la trama. Cómo se justifica el acto mordaz de un enfermo visto desde su alma y perversión. Con humor rescata una dolida narración de las garras del melodrama, por eso la novela se mantiene en un ritmo vertiginoso. Es una tremenda clase de narrativa. Un taller literario al que hemos acudido para desentrañar lo que la inexperiencia nos hace errar.
Sin duda, los monstruos existen aunque tengan los días contados y aún así, busquen profanar su legado en el futuro. Y nada más irónico para un reportero de altos vuelos, redactar la nota en sus inicios y acabar siendo la ocho columnas.
Al final, el último juicio que enfrentó Carlos Denegri fue con su antítesis, Jorge Piñó, la sombra del eclipse que el presidencialismo conjuró en el reportero de sociales más informado de la política. Esto es una muestra, Dios mediante.
RCM