Elena, con su cabello blanco y su eterna sonrisa, nos recibe. La escritora, quien acaba de cumplir 91 años, sonríe de inmediato, extiende la mano y acepta levantarse para hacerle unas fotos. Ahí, la princesa de las letras mexicanas luce el vestido que se hizo famoso cuando recibió el premio Cervantes.
“Fue un regalo de un grupo de mujeres de Oaxaca, las quiero mucho y me dijeron: 'Cada vez que te den un premio te tienes que poner este vestido' y me lo puse hoy; nunca les he fallado”, comenta.
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La fotografía en la que posa contenta en España con su vestido de fiesta se ve desde donde estamos sentados.
“La verdad siempre ando en pants en mi casa pero hoy me puse el vestido”, revela la autora, mientras vuelve a su lugar para platicar de la Biblioteca Elena Poniatowska de Seix Barral, que reeditará su obra.
Los primeros tres títulos que se publicarán son La noche de Tlatelolco, Querido Diego, te abraza Quiela y Tlapalería, que muestran la pluralidad de registros de Poniatowska, del periodismo y la crónica a la novela y el relato.
“Lo considero un enorme honor porque además la Editorial Era ya murió, ya felpó, y entonces estar Editorial Planeta ha sido una maravilla”, explica.
Los libros cuentan con una propuesta gráfica nueva, portadas que incluyen fotografías de Graciela Iturbide, Maya Goded, Yolanda Andrade, Patricia Lagarde, Melba Arellano, Aglae Cortés, Carol Espíndola, Olivia Vivanco e Yvonne Venegas, entre otras.
“Yo soy una gran admiradora de las mujeres, por ejemplo de Marta Lamas y de varias feministas. Me parece bien que se manifiesten, en lo que no estoy de acuerdo es con romper algo o destruir, la destrucción está muy lejos de mi manera de ser”.
Elena Poniatowska nació en París en 1932, pero a los nueve años llegó a México y muy joven incursionó en el periodismo, una profesión que se convirtió en su pasión.
“Empezamos dos mujeres en Excélsior, Bambi, Ana Cecilia Treviño, quien era morena y de ojos enormes, y yo. El director le decía a la gente: ‘¿A quién quiere usted que les mande, a la rubia o la morena? Siempre jugaba con eso”.
Como niña inquieta, Poniatowska relata alguna de sus “travesuras” como periodista.
“En la época en que yo me inicié había muy poquitas mujeres, pero eran cronistas sociales, iban a bodas y hacían una crónica. Pero yo me lancé a hacer entrevistas, por ejemplo, a Diego Rivera le pregunté: por qué tenía los dientes tan chiquitos si él era tan gordo, tan enorme y cosas impertinentes (risas) que finalmente me lo permitía mi nivel social, quizá otra persona no se hubiera atrevido. Además, él había pintado desnuda a la tía Pita Amor así que, en mi casa, Diego Rivera era mal visto, pero bueno, ella se desvistió.
Durante la charla, Poniatowska contesta con frases cortas, no se engancha en largos discursos, tal vez es un vicio de periodista: el entrevistado es el que habla, no el reportero, pero confiesa que siempre ha tenido suerte en el amor.
Siempre crítica
La escritora habla del presidente de México, Andrés López Obrador, del apoyo que le dio desde el día en que él llegó a su casa en Chimalistac, y opina del país. “En México siguen las diferencias sociales, el precipicio entre ricos y pobres, pero sí siento que ya hay una mayor conciencia y una mayor preocupación por la gente más olvidada de México. Los olvidados de siempre, y me sorprende que el ejército esté en las calles”.
¿Usted sigue siendo crítica?
Sí, porque soy periodista. Usted es crítico también, ¿no?
Lo intento, pero no tengo su nivel.
Va a llegar, pero usted no tiene 91 años. ¡Espérese!
Entre sus libros y premios, Poniatowska revela que escribe una nueva novela pero “no se la voy a contar porque la voy a quemar, además, la tiene que leer”.
De niña, ¿era traviesa?
No, siempre fui muy curiosa. Pero fui muy religiosa, muy persignada. Yo creía en el pecado y en las malas obras, y creía que había que hacer una buena acción todos los días, además, fui jefa scout, así que todos los días tenía que hacer el bien.
¿Y la curiosidad?
Es un rasgo de carácter, hay gente que se duerme y se la lleva la corriente, y hay otra gente que está alerta y está pendiente.
Usted es una leyenda del periodismo.
Es porque ustedes son buenas personas y porque son periodistas. En nuestro país hay una tendencia en crear personas así, mirar al general Lázaro Cárdenas, a actrices como María Victoria o personajes populares como Palillo, pero yo no lo creo. Se lo agradezco por decírmelo porque finalmente yo estoy aquí, en casa, solita y vestida con mis pants. Me cambié porque me lo pidieron.
¿Ha sido feliz en la vida?
Yo soy una mujer que tiene mucha tendencia a la felicidad. Además, como tengo el labio superior corto siempre me estoy riendo, siempre estoy sonriendo, es una característica, difícilmente salgo seria (risas).
¿Nunca se enoja?
Sí, claro que me enojo. Supongo que no soy santa, pero en general mi actitud es de sonreír, siempre sonreír.
El amor es importante.
Soy muy suertuda hasta en el amor, en el hecho de que tengo tres hijos, Vane, Felipe y Paula, y 10 nietos.
¿Le tiene miedo a la muerte?
No le tengo miedo, es algo que pienso que puede suceder. No me gustaría dejar las cosas a medias. Además, creo que me falta hacer un libro que diga “ay, es el mejor de los que hice antes”.
Con los seres queridos es diferente.
A mí me dolió muchísimo que mis compañeros de trabajo murieran antes que yo, como Carlos Monsiváis o José Emilio Pacheco. No he entendido a la fecha por qué murieron antes. Yo era mayor que ellos y esas han sido unas grandes interrogantes de mi vida: ¿por qué se fueron ellos cuando todavía tenían tanto que darnos? Yo tengo un hermano que murió a los 21 años y fue un golpe para toda la familia.
Entonces, la escritora explica que María Dolores Paula Amor Yturbe, su madre, falleció a los 92 años. Hoy Poniatowska tiene 91 y presiente que, quizá, el próximo año siga su camino.
“Es lo que siento, no sé. Pero el año que viene puede ser mi despedida. Ahora tengo salud, me falla un poco la vista pero no quiero llegar a los 100 años toda chueca, cucha y ciega”.
¿No quiere llegar destartalada?
¡Qué bonita palabra! Exacto, no quiero llegar así, destartalada.
Cuidada por su arcángel
San Sebastián Mártir fue un centurión romano martirizado por no renunciar a la fe cristiana. En Chimalistac existe una capilla dedicada a él; cerca de ahí vive la escritora Elena Poniatowska, quien asegura estar cuidada por un arcángel.
“Vivo al lado de la iglesia, hay un santo que está todo cubierto de flechas menos las partes vitales. Yo creo que a todos los mexicanos les pasa eso, estamos todos cubiertos de flechas; tenemos heridas pero no en las partes más importantes. Resistimos a todos los gobiernos y a todos los sismos”, cuenta la escritora, quien desde hace muchos años habita una casa entre calles empedradas y el silencio del barrio.
Poniatowska estudió en un convento de monjas del Sagrado Corazón en Estados Unidos, pocos lo saben, pero estaba al lado de un asilo para locos y de una cárcel.
“Así eran las tres cosas, no tenía más posibilidades (risas). Cuando llegué a México me encantó el periodismo, me encantó leer y tuve la oportunidad de entrar al Excélsior y tuve mucha suerte, soy una mujer con un gran ángel de protección”, dice divertida.
Elena Poniatowska Amor está en su refugio, rodeada por sus “santos” (así llama a su familia), la virgen de Guadalupe, jarrones, fotografías de amigos, parientes y hasta de gatos: “Monsi” y “Vais”.
Vive rodeada de libros, obras de arte, flores, figuras gatunas, un botella de tequila a su izquierda y la luz del sol que se asoma por la ventana.
hc