En el año 1643, en la entonces Villa de Toluca murió la esclava Gracia, mujer de raza negra originaria de Colombia, y acusaron a su amo Sebastián Jiménez de haberla asesinado tras azotarla y enterrarla clandestinamente en el panteón de San Buenaventura por derramar una vasija de leche; sin embargo, en el juicio se determinó absolver al amo, debido a que se hallaron pruebas suficientes para determinar que Gracia falleció por comer en exceso habas asadas, así lo explica Ángel Alejandro De Ávila Sánchez, subdirector del Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de México (PJEM).
A pesar de que los hechos ocurrieron en 1643, el alguacil Gabriel de Castro fue quien denunció que la muerte había sido provocada por una golpiza que había recibido a manos de su amo, gracias a dos testigos principales, un indio curandero y una esclava, quienes manifestaron haber presenciado como la torturó por haber dejado caer un contendor de leche. “Argumenta que Sebastián Jiménez le dio de palos a su esclava hasta romperle el cuadril, es decir la cadera, quedó coja y a partir de ahí la golpeó por haber derramado una vasija de leche, enterrándola clandestinamente en el panteón de San Buenaventura”, detalló el subdirector del Archivo Histórico.
Tras la denuncia, el 7 de diciembre de 1664 el corregidor de la Villa de Toluca, Francisco de Valpuerta, quien era la máxima autoridad para impartir justicia ordenó la detención del amo, a quien le confiscaron todos sus bienes durante el proceso.
Durante el desahogo de las pruebas y testimonios, el curandero llamado Nicolás Tolentino manifestó que acudió para revisar a la víctima y le dio tratamiento; sin embargo, el tratamiento no funcionó y ella falleció, testimonio que fue respaldado por otra de las esclavas.
Además, el alguacil, quien llevaba consigo la vara de la justicia, refirió que un día acudió a la propiedad de Sebastián para solicitar testigos, pero éste lo agredió verbalmente y lo amenazó con “darle dos disparos”, refiere el expediente del siglo XVll.
En su defensa
Sebastián Jiménez, quien era reconocido como un hombre de valores y contribuyente activo del gobierno, declaró en su alegato que nunca había golpeado a alguna de sus esclavas o esclavos y que únicamente les “jalaba las orejas” cuando lo ameritaba y para ello también presentó a sus testigos, quienes eran sus esclavos.
Además, reconoció que cuando entró el alguacil por la madrugada a su propiedad, sí actuó de forma agresiva, pues tenía que proteger a su mujer; sin embargo, cuando el alguacil le explicó que llevaba la vara de la justicia e iba por testigos, él los proporcionó sin problema.
Entre los testigos, una de las esclavas refirió que Gracia había enfermado por ahíto al “comer muchas habas asadas”, lo cual le provocó una infección que le llegó a las piernas y posteriormente a la cadera y, eventualmente, falleció.
En ese sentido, el amo aseguró que no solo Nicolás Tolentino acudió para su revisión, ya que al no responder favorablemente al tratamiento, buscó a otra curandera india y una curandera española; es decir, manifestó haber procurado por su salud, aunque finalmente murió.
Con respecto al entierro clandestino, se defendió diciendo que no pude ser clandestino, pues el sepelio fue con el beneplácito del párroco en un camposanto y con dignidad.
Corregidor absuelve al amo
Un año después, y tras considerar las pruebas y testimonios, Francisco de Valpuerta dictó la sentencia absolutoria tras estar convencido de que Gracia “La Negra” falleció por ahíto, deslindando de toda responsabilidad al acusado. “Fallo atento los actos y méritos del proceso que debo absolver y absuelvo de la instancia de este juicio al dicho Sebastián Jiménez y por esta es mi sentencia definitiva. Juzgando así lo pronuncio y mando por ahora pague las costas del juicio de la causa, cuya tasación me reservo”, refiere dicho documento preservado en las instalaciones del Archivo Histórico.
A pesar de que no tenía familia, el caso fue apelado por el alguacil como lo que hoy se conoce el seguimiento de oficio; no obstante, en 1645 la Audiencia de México ratificó la primera sentencia por lo que Sebastián Jiménez fue librado de toda culpa.
Este es una de las tantas historias y casos que guarda el Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de México en sus 1,700 metros lineales de documentos donde se encuentran 11 mil cajas con estos anexos.
WM