Un día, mientras cenaba en un mesón de Londres, Emanuel Swedenborg vio a un hombre que, enfático, le dijo que no comiera tanto. Esa misma noche, cuando el entonces político, ebanista e inventor comenzaba a caer dormido, el mismo personaje lo despertó y se identificó como Jesucristo. Le informó que lo comisionaba para divulgar el significado interno de la Biblia y le dijo que la Iglesia estaba decayendo, por lo que tenía el deber de renovarla creando la iglesia de Jerusalén. Después de esto, el cielo y el infierno fueron aparentemente abiertos para el sueco, que, a partir de ese momento y hasta el día de su muerte, insistió en que casi diariamente tenía visiones del mundo espiritual.
Esta revelación, que cambió la vida del súbdito del Carlos XII, ha sido detallada de diversas maneras. Jorge Luis Borges, en su libro Borges oral, asegura que Swedenborg se encontró a Jesús en la calle y que éste lo siguió hasta su casa. Otras versiones, mucho más recientes y, por lo mismo, más alteradas, afirman que los dos se conocieron en un bar, pero que el misterioso personaje no era Jesucristo sino Dios, quien iba vestido con un traje colorado y le invitó unas copas a Emanuel.
Sea cual fuere la versión real, lo cierto es que justo en ese momento comenzó la leyenda de El iluminado, quien decidió que el primer paso para entender los textos sagrados era aprender hebreo. Cuando finalmente pudo leer los escritos originales, creyó encontrar los fundamentos de su doctrina, basada en una buena medida en la teoría de la correspondencia, que indica que a la Biblia se le pueden hacer varias lecturas y cada pasaje tiene varios significado.
Pero, lo más destacado de la obra de Emanuel, es su visión del más allá. En ella asegura que cuando un hombre muere no se da cuenta de que ha muerto porque se encuentra en un lugar idéntico a aquel en el que vivió, rodeado por las mismas personas y realizando las mismas actividades. No sabe que ha muerto, pero lo descubre porque en aquel lado las cosas son más vívidas, los colores más nítidos, las formas más armónicas. Se da cuenta que el mundo real o anterior era como una sombra a lado del nuevo.
Cuando comprende esto, comienzan a acercársele desconocidos para conversar con él. Pueden ser ángeles o demonios, que buscan mostrarle las ventajas tanto del cielo como del infierno. Aquí cabe aclarar que, según Swedenborg, ninguno de estos seres fue creado por Dios. Se trata de hombres que han ascendido o descendido en los cielos e infiernos hasta convertirse en seres angelicales o demoniacos. "Dios ha otorgado el libre albedrío que los puede llevar a cualquiera de los dos lugares", decía. Existe una región intermedia en donde los hombres, sin haber decidido qué camino tomar, conversan con las almas de luz y las de tinieblas.
Ángeles e infiernos
Los infiernos son, para el místico, zonas pantanosas, en las que hay ciudades destruidas en donde los diablos se sienten felices. Es un mundo de conspiración, de competencia desleal, sin guía o rey, por lo que cada uno se pelea por ser el monarca. Dios deja a las criaturas demoniacas en el infierno no como un castigo, sino porque ahí son felices. A ellos el paraíso les parece horrible.
En el cielo de Swedenborg está Dios, representado por el Sol. En esta zona el objetivo es amar y trabajar. Todos trabajan por los demás. Pero eso sí (y aquí está la principal aportación de Emanuel en el terreno de lo místico y celestial): es un cielo eminentemente intelectual.
Siempre se ha pensado que la salvación depende de la ética, del alma y sus bondades, pero en este caso, no importa qué tanto se haya orado en la vida, cuánta penitencia se haya hecho o a cuántos goces se haya renunciado. Lo que verdaderamente importa es lo que el hombre aprendió en la Tierra. En las alturas se permite el casamiento y el goce sexual. Los ángeles siempre están de frente a Dios y aprendiendo cosas nuevas. Si una persona que dedicó su vida a la oración y despreció el conocimiento decide quedarse en esta zona se aburrirá terriblemente porque no entenderá nada.
Aunque en su tiempo (y siglos después) llamaron visiones oníricas y alucinaciones a las revelaciones del místico, asegurando que se encontraba en un trance provocado por la oración o por el sueño, su obra en general —incluyendo, por supuesto, la que no tiene nada que ver con la espiritualidad— demuestra que el hombre estaba más cuerdo que nada.
También diseñó una máquina voladora
Swedenborg nació en Estocolmo en 1688 y su vida se puede dividir, como bien apuntó Borges, en tres periodos, cada uno de 28 años. Su padre era un obispo luterano que a la edad de siete años sobrevivió de manera misteriosa a un accidente, ya que cayó a un canal y fue dado por muerto al ser rescatado, pero en medio de los preparativos para el velorio, despertó y comenzó a platicar con la gente. Él le enseñó a su hijo que la salvación se gana por la gracia. Swedenborg, en su sistema religioso, negó esto y habló de la salvación por las obras (en las que entra el hombre por completo: su espíritu y su inteligencia). En esta primera etapa, se dedicó a estudiar filosofía y a viajar. Diseñó una máquina voladora de alas fijas movidas por una hélice que fracasó por no disponer del combustible adecuado pero que se convirtió en punto de partida de los aviones. También creó una nave para andar en el agua y un submarino. Estudió y escribió de mineralogía, álgebra, economía, geografía y anatomía, interesándose particularmente por “el lugar preciso en donde el espíritu se comunica con el cuerpo”. En 1771 publicó Ensayo sobre los principios de las cosas naturales, que presentaba una teoría del átomo, del origen del Sistema Solar y de la luz.
En la segunda etapa de su vida fue ingeniero militar de Carlos XII, para quien inventó una máquina que podía trasladar barcos de guerra por tierra a lo largo de 20 kilómetros. Aprendió carpintería, ebanistería, tipografía y laudería. Dibujó mapas del globo terráqueo y a la edad de 55 años se consagró a la política, convirtiéndose en senador del reino.
Tras la visión de Jesús, y durante lo que sería la tercera etapa de su vida, Swedenborg se dedicó a publicar libros anónimos en latín. Jamás pudo consolidar la Iglesia de Jerusalén ni salir a predicar las teorías de su religión. Entre los libros que dejó (50 en total), se encuentran Del cielo, del infierno y sus maravillas, La religión cristiana en la Providencia Divina y Tierras en el Universo, en el que aseguró que había vida en otros planetas.
En Brasil, Estados Unidos, Alemania y otros lugares existen iglesias swedenborgianas.
Entre sus seguidores de todas las épocas podemos mencionar a Emmanuel Kant, quien certificó los poderes del vidente sueco cuando, estando en una ciudad lejana a Estocolmo, en donde vivía, anunció que había comenzado un gran incendio. Que su casa se salvaría de las llamas pero la de un amigo ahí presente terminaría consumida por el fuego. Al día siguiente corroboraron la noticia y descubrieron que los detalles eran idénticos. Desde entonces, el autor de la Crítica de la razón pura se volvió admirador de Swedenborg.
William Blake ensayó la doctrina de la salvación y retomó su idea, agregando un camino más para la salvación: el arte. Él decía: “Hay que descartar la santidad; hay que investirse de inteligencia y saber del arte. Un tonto no entrará al cielo por santo que sea”. Para Jorge Luis Borges, él fue el hombre más extraordinario que registra la historia y Jim Morrison lo consideró un gurú.
Una serie sobre Emanuel Swedenborg
Las ideas de este sabio del siglo XVII puede verse desde su innovación, desde las preguntas relacionadas con el sentido de la existencia, desde un enfoque meramente cristiano que encuentra en la idea de Dios los motivos de todo lo que pasa en e mundo o desde una reflexión alejada de toda religión en donde se pueda explorar el mundo conocido y el desconocido para hacerse una idea propia de la realidad.
Actualmente existe la Fundación Swedenborg, la cual administra en Facebook la página Off The Left Eye, que comparte la serie News From Heaven, de numerosos capítulos, en donde explora la vida e ideas de Emanuel y ofrece descargas gratuitas de algunas de sus obras. Cada semana, el anfitrión, Curtis Childs, toma una breve sección de una de las obras de Swedenborg y profundiza en el significado detrás de ella, destacando conceptos clave y mostrando cómo incluso las ideas más abstractas pueden ser puestas a trabajar en nuestra vida diaria.
Si es verdad lo que Swedenborg planteó acerca del cielo y el infierno no lo sabremos hasta que nos llegue la muerte. Sin embargo, unos días antes de fallecer, el 29 de marzo de 1772, él aseguró, ante pregunta expresa: “Nada he escrito que no sea cierto, y así se sabrá en el futuro”.
vmb