"En Argentina no se podía decir aborto": Claudia Piñeiro

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La escritora argentina recibió el Premio Pepe Carvalho del festival BCNegra19.

La escritora argentina Claudia Piñeiro. (Foto: René Soto)
El Mundo MX
Madrid /

Lo difícil para Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) no es resolver un caso sobre el papel, eso forma parte de la "zona de confort", confiesa con desparpajo, que implica el género policial y las convenciones de género. Y tampoco se trata de eso. "Los crímenes no se cuentan siguiendo las huellas y pistas de la escena, sino contando la sociedad", aclara.

Y cada sociedad tiene sus propios crímenes sociales, económicos o políticos. El reto, en todo caso, reflexiona citando a maestros de la talla de Henning Mankell o Petros Márkaris, es narrar "el gran crimen que se esconde detrás de los otros pequeños crímenes de fácil esclarecimiento", dice.

A esos dos nombres y a unos cuantos más como el de James Ellroy, Danis Lehane o Alicia Giménez Bartlett, —"una lista que me da vértigo", confiesa— se suma ahora el de Piñeiro como flamante ganadora del Premio Pepe Carvalho por el conjunto de su obra en la edición 2019 del encuentro BCNegra.

"Feliz y honrada" de recibir el galardón de manos de la alcaldesa Ada Colau en el Saló de Cent del Ayuntamiento, la escritora argentina "salda una deuda", reconoce el curador del festival, Carlos Zanón, al convertirse en la primera escritora latinoamericana en recibir la distinción. 

Y entre los motivos que enarbola el jurado, en primer lugar está su compromiso y su particular manera del concebir el noir de la autora de Las viudas de los jueves (2005), sin contar con su activismo, que la ha convertido en todo "referente ético". Pero también su manejo del la intriga y el suspenso en toda su obra, su constante homenaje a la narración oral en su efectiva forma de narrar y desparpajo con el que "entra y sale del género sin dar excusas", dice Zanón.

De hecho, la autora confiesa que sólo con Betibú (2011) se planteó voluntariamente ceñirse a las convenciones de la "zona de confort". El resto de su obra, como sus últimos relatos breves Quién no (Alfaguara) es tan negra como literatura a secas, por partes iguales. "Si tuviera que definirme, diría que escribo con muertos. A veces el género se impone, pero generalmente permanece en un segundo plano", explica. 

Su manera de trabajar es plantear los personajes, su psicología, su pasado y su entorno, para luego "ponerlos en una situación límite, frente al abismo", dice, explicando de paso sus últimos relatos, en los que el policial se entrecruza con el terror y la distorsión de lo cotidiano ante lo imprevisible. 

"Aunque sean asesinos, los personajes que me interesan son los que parecen cotidianos, como tu vecino, que era tan amable hasta que un día mata a su mujer", añade. 

Entre la concepción de Borges del género como "refugio del orden literario" frente al caos de la vida y la teoría de Ricardo Piglia del policial "como ficción paranoica que no necesariamente ofrece respuestas", Piñeiro se mueve con total libertad sin atender a las reglas.

"El género se está expandiendo, busca sus propios límites", dice, quizá porque las preguntas que le conciernen no son quién mata y por qué, sino las de una dimensión social mucho más amplia. 

En ese sentido, su implicación con el movimiento Ni Una Menos contra la violencia de género en su país ha sido completa desde la irrupción en 2015. 

"En Argentina desayunas cada día con la noticia de la aparición del cuerpo de una mujer", denuncia, contando una veintena de femicidios en el último mes. 

Y hay más, porque su activismo la ha llevado a convertirse en la cara visible de la lucha por la despenalización del aborto en su país, que en el último año se ha quedado a las puertas de una reforma legislativa. Algo de lo que se ocupaba mucho antes con su literatura, como evidencia la reedición de la novela negra Elena sabe (2010), pero la escritora se quita protagonismo. 

"Varios grupos y plataformas me pidieron que hablara en el Congreso, se necesitaba una figura mediática para llamar la atención de la sociedad y de los diputados, que miraban el móvil durante las sesiones", confiesa. 

Aunque la nueva ley aún está pendiente de aprobación, Piñeiro se muestra satisfecha y optimista, al menos porque el debate social ya es abierto e inevitable. "En Argentina no se podía decir la palabra aborto, era como el cuento de Hemingway Colinas como elefantes blancos. Ahora ya se habla de esto", concluye.


Entrevista por Matías Néspolo.

​ASS

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