“No estoy muerto. Sigo vivo. Estoy trabajando en mi libro autobiográfico”, dice Enrique Bátiz Campbell (México, 1942), el aclamado y polémico director de orquesta, quien ha permanecido alejado de los escenarios y de la vida pública.
En entrevista exclusiva con MILENIO, realizada a través de correo electrónico y llamadas telefónicas, revela los planes de publicar sus memorias en mayo próximo, cuando cumpla 79 años. “Detallaré lo que verdaderamente ha sido mi vida y mi aportación a la música mexicana y al resto del mundo clásico”, escribe. El concertista adjunta a sus respuestas numerosos documentos y fotografías de portadas de discos, de giras y críticas periodísticas que dan cuenta de cinco décadas de intensa actividad musical.
Reconocido como un músico prodigioso, su talento conquistó al público y a la crítica nacional e internacional hasta convertirse en un personaje influyente y reverenciado, pero al mismo tiempo forjó una especie de leyenda negra debido, en gran parte, a su explosivo temperamento y a las exigencias que imponía a los músicos bajo su batuta.
Sus méritos en la dirección orquestal no estuvieron a discusión salvo quizás en la última etapa de su carrera, cuando informó, en 2016, que padecía Parkinson. El pianista siempre ha sostenido que la enfermedad no afectó su desempeño artístico, pero fueron limitaciones derivadas del mal, las razones que argumentaron las autoridades mexiquenses cuando, el 7 de febrero de 2018, anunciaron que dejaría el cargo de directorde la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM), después de más de cuatro décadas al frente.
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“Tomaron la decisión de que me retirara y tuvieron cierta razón, aunque el doctor decía que podía seguir con mi carrera. Estoy muy contento de no tener que ir a ningún ensayo. El Parkinson es letal, me ha dado parálisis facial y tengo calambres y sudoración, pero he seguido luchando y he controlado la enfermedad”, sostiene.
Su relevo hubiera sido solo un trámite de no ser por el contexto en el que ocurrió. Meses atrás, en diciembre de 2017, un grupo de atrilistas de la OSEM presentó de forma anónima una queja en su contra ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem) por maltratos y vejaciones. En internet circularon audios donde se escuchaba al director insultar a los músicos. El escándalo fue mayúsculo cuando, un día después del anuncio de su destitución, la violinista suiza Silvia Crastan publicó en sus redes sociales que el director la había violado en 1996, en un hotel en Zúrich. En diversas entrevistas, ella comparó al músico con el productor de cine Harvey Weinstein.
La Codhem abrió un expediente pero desestimó el caso al considerar que no había suficientes pruebas de las acusaciones. Más tarde, Crastan publicó un tuit diciendo que el asunto con el director estaba cerrado. Sin embargo, el golpe al prestigio del músico fue contundente: se cancelaron los homenajes programados en el Palacio de Bellas Artes y en el Castillo de Chapultepec; se eliminó el concurso para directores que llevaría su nombre y se le retiró el cargo emérito de la orquesta mexiquense.
A más de dos años de esos sucesos, ni la enfermedad ni los reveses parecen haber doblegado su carácter. “No hay mal que por bien no venga”, afirma con lucidez. “La disciplina y el amor a la música continúan siendo un aliciente. Tengo una biblioteca muy completa que me permite estudiar sin salir de casa, también, como pianista que fui puedo estudiar el piano a placer”.
¿Qué puede decir ahora sobre aquella acusación de abuso sexual?
El chismarajo terminó en cinco días. No llegó a presentarse una demanda seria en mi contra. Fueron opiniones difundidas en las redes sociales, donde no hubo imparcialidad. Mostré pruebas, correspondencia que ella (Silvia Crastan) me envió. Yo iba a demandarla, iba a iba a defenderme legalmente, pero me llamó y me dijo que quería cerrar el caso. Me pidió paz y que no se hablara más del asunto. Acepté su oferta de paz y ella no volvió a mencionar el asunto. No estimé —como lo he hecho ahora durante la pandemia— el alcance negativo de esta situación. Todo eso me tomó por sorpresa.
Yo le había dado carpetazo a ese capítulo pero lo voy a revivir para que la gente sepa la verdad. Voy a limpiar mi nombre. Demandé por daño moral a dos locutores del Estado de México que aseguraron que me acusaban cientos de mujeres jóvenes. Sus opiniones fueron perversas. No hay una sola mujer en el mundo que me acuse.
¿Considera injustas las acusaciones de los músicos de la OSEM?
La Comisión de Derechos Humanos dictaminó a mi favor en las dos quejas que investigaron. Siempre habrá envidias, intrigas y opiniones perturbadas. No presto oído al rugido de la selva. No doy crédito a ninguna opinión perversa y menos publicada en el anonimato. Existen innumerables críticas summa cum laude de mis grabaciones y de los conciertos que di en todos los países donde tuve el placer de actuar como director huésped.
Me gustaría que publicaran, como ejemplo, lo que escribió el crítico británico Christopher Grier sobre mi ejecución en el Royal Festival Hall, al frente de la Filarmónica Real de Londres: “una clara batuta, una cabeza fría, un temperamento completo para lograr diferentes estados musicales. Muy claramente la Obertura Fantasía “Romeo y Julieta” de Tchaikovsky, y el Poema Sinfónico “Don Juan”, de Strauss, fueron ejecutados con un completo, intenso, máximo poderío…”
Durante mis cincuenta años de trayectoria luché contra la mediocridad y el confort, lo que me creó enemistades. Mi objetivo era la excelencia. La música clásica demanda una interpretación justa y correcta. Una obra de arte no se debe maltratar tocando simples notas sin interés, ni respeto, ni aprecio; repitiendo como loro, desafinando sin tomar en cuenta la belleza de la música por sí misma.
¿Quiénes son sus enemigos?
Mis enemigos son algunos músicos que no conocen el respeto absoluto hacia Euterpe, la diosa del Olimpo que otorga el talento musical a pocos, no a todos. En la frustración total, cuando despiertan al mundo real de la exigencia del genio compositor, desafinan. Finalmente, le echan la culpa al director para salir del mal que causan al autor. Esos son los enemigos de Euterpe. La OSEM tuvo en mí a un director que no aplaudía el desempeño mediocre.
¿Cómo fue qué decidió escribir sus memorias?
Tengo muchas anécdotas que hablan por mí y que muestran cómo era México.
¿Alguna en particular?
En los años setenta, la Sinfónica del Estado de México era una orquesta muy joven pero ya teníamos mucho éxito. Los domingos tocábamos en el Castillo de Chapultepec. Un domingo una señora llegó cuando ya había empezado el concierto, se escucharon unos ruidos horribles de sillas que estaban acomodando para que se sentara. Yo soy muy delicado y paré la orquesta por un momento para ver qué pasaba. Durante el intermedio me vino a saludar, era Carmen Romano de López Portillo, esposa del entonces secretario de Hacienda del presidente Luis Echeverría. Le dije que era bienvenida pero que yo le reservaría un lugar para evitar el ruido.
Después nos invitó a mi esposa y a mí a su casa. Yo quería saber quién era y qué hacía. Ella se volvió una presencia constante en mis conciertos. Era pianista. Muy mala, pésima, pero tenía el gusanito.
Una vez llegó a mi casa a las 7 de la mañana, se metió a mi recámara y me dijo “vengo por usted”. Me secuestró todo el día. En la noche volvimos a su casa, ahí conocí al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien hizo la imagen de la campaña presidencial de López Portillo y era muy amigo del profesor Hank González, con quien yo tenía una relación muy afectuosa, lo conocí cuando él ya era gobernador en una ceremonia de graduación donde fui invitado a tocar el piano. Me dijo ‘mañana lo espero en casa de gobierno para que armemos la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Él tomó la importante decisión de fundarla en 1971.
Ha sido muy cercano a políticos influyentes, ¿recuerda a alguno en particular?
En junio de 1989, una conocida me preguntó: ‘Enrique, ¿ya fuiste a saludar a Luis Donaldo Colosio, el presidente del PRI? Es un político joven, muy inteligente. Te va a caer muy bien’. Ese mismo día, en mi oficina de la Filarmónica de la Ciudad de México, le dije a mi secretaria que pidiera una cita con él. Me la dieron para el día siguiente. A las 12:00 horas en punto entré a su oficina. Me senté y hablé durante media hora sobre cómo dar más apoyo a la cultura, cómo hacerla accesible para las clases más necesitadas y así salir de la pobreza intelectual del país. El tema fue la cultura como medio de superación. Luis Donaldo me escuchó en silencio total. Me despedí de él y para mi sorpresa me tomó del brazo y me acompañó a buscar mi auto. ¡Ahí estaba yo caminando con él por la avenida Insurgentes! Cuando finalmente llegamos, me abrió la puerta. Me quedé anonadado por su cortesía. Después supe que Luis Donaldo asistía a todos mis conciertos.
Una semana después recibí una llamada de la secretaria de Desarrollo Social del entonces DF, Alejandra Moreno Toscano. Me dio un recado del regente Manuel Camacho Solís: que tomara mi escritorio (de la Filarmónica), a mi secretaria y que me fuera a trabajar con Colosio. El regente creyó que fui a traicionarlo. Ella era una dama y no le iba a contestar, pero al licenciado Camacho Solís, sí. Se merecía un recado insolente.
Me recibió seis meses después. El 12 de diciembre a las 22 horas, después de dos horas de espera, le dije a Camacho Solís: “Tengo mi renuncia desde hace seis meses y aquí te la entrego”. El 19 de diciembre dejé la Filarmónica de la Ciudad y regresé a Toluca, a mi segunda etapa con la OSEM.
El 4 de diciembre de 1993, Luis Donaldo Colosio, ya como candidato presidencial, realizó su primera visita al Estado de México: un mitin en Tlalnepantla al que asistí por invitación suya.
Me senté en una de las galerías junto un grupo de indígenas mazahuas con su traje típico de lujo. A Colosio lo acompañaban el gobernador del Estado de México, Emilio Chuayfett; el secretario general de Gobierno, César Camacho; y los exgobernadores Ignacio Pichardo Pagaza, el profesor Carlos Hank González y el doctor Jorge Jiménez Cantú, entre otros.
Colosio era carismático y cercano a la multitud, 40 mil asistentes lo aclamaban. De repente, me señaló. No pensé que era a mí hasta que entendí que me estaba invitando a subir al templete. Esa distinción me dio un gusto enorme. Ya arriba, Luis Donaldo le dijo al licenciado Chuayfett que dos personas del Estado de México lo acompañarían en su gobierno: el pintor Luis Nishizawa y yo.
El 4 de marzo de 1994 recibí la invitación para acompañarlo en el histórico discurso que pronunciaría el 6 de marzo en el Monumento a la Revolución. Él quería celebrar con música. Su coordinador de campaña, Ernesto Zedillo, me llamó previamente para platicar sobre el programa que le gustaría al candidato: la obertura Nabucco, de Verdi; La urraca ladrona, de Rossini; Sones de mariachi, de Blas Galindo y Huapango, de Moncayo. Fue todo un éxito. Tocamos para, por lo menos, 125 mil espectadores. Fue un momento histórico. Todavía perdura en mi memoria y en mi corazón.
¿Cómo ha cambiado la política en México?
Yo no participo en la vida política. Solamente he sido director de orquesta. Me han salpicado pero no he tenido ninguna intervención en la política. Sostuve buenas relaciones con todos los gobernadores del Estado de México, pero nunca tuve una moción de orden, siempre gocé de libertad.
Ahora tenemos un presidente democrático, le guste a uno o no. A mí me parece que hay que tomar lo bueno si no, no vamos a caminar bien. Creo que Andrés Manuel López Obrador es un hombre de buena fe. En 2006, cuando le robaron la presidencia —no sé de dónde sacaron los 200 mil votos—, le mandé un recado: le dije que conectaba con él, que encontraba afinidad con muchas de las cosas que proponía. Me mandó decir que lo acompañara a la protesta, le respondí que tenía que hacer mi trabajo y que no podía dejar mis conciertos. Estoy de acuerdo con el Presidente en lo esencial, pero Morena tiene que dominarse y hacer los cambios por consenso.
¿Qué opina del proyecto cultural de la actual administración?
La cultura en México está huérfana. No hay un líder en la cultura. Desde hace muchos años la han dejado. A ver si sola se compone.
Claves...
FormaciónA los cinco años ofreció su primer recital de piano. Estudió en la Escuela Juilliard de Nueva York y se graduó como pianista en el Conservatorio de Varsovia.
En la OSEM
Fundó la Orquesta Sinfónica del Estado de México en 1971 y con ella recorrió el país, se presentó en Estados Unidos, Europa y realizó una gira por China.
Grabaciones
Realizó 59 grabaciones con la OSEM, consideradas de antología por los críticos y catalogadas por Naxos y Musical Heritage.
amt