Enrique Krauze recibe premio de manos del rey Felipe VI

“Quienes nos dedicamos a la historia sabemos que no es blanca ni negra, sino de muchos colores”, afirma en entrevista

El rey Felipe VI entregó ayer al historiador mexicano el III Premio de Historia Órdenes Españolas. casa real
Jesús Alejo Santiago y José Antonio López
México/Madrid /

Luego de recibir el Premio de Historia Órdenes Españolas, de manos del rey Felipe VI, el historiador mexicano Enrique Krauze compartió el galardón con sus maestros y con la gran tradición de historiadores mexicanos, “de la cual yo soy solo una hoja de ese gran árbol, un exponente más de esa larga tradición de historiadores.

“Estoy orgulloso de recibirlo, pero en nombre de ellos. Lo tomo como un reconocimiento español a la historiografía mexicana”, dijo en entrevista con M2 el especialista, antes de resaltar que 2021 debiera ser asumido como el año de los historiadores y, en especial, reconocer que la historia es provincia de los historiadores.

“La historia es una disciplina del saber, es una ciencia y es un arte. Es tan antigua como Herodoto, miles de años. Busca el conocimiento objetivo del pasado, busca documentar un pasado, explicar el pasado, comprender a los protagonistas del pasado. No es un tribunal, la política quiere convertir la historia en un tribunal, los historiadores no convertimos el pasado ni a nuestra profesión en un tribunal”.

A su parecer, la historiografía tiene el deber de explicar, documentar y comprender, más allá de lo que los diversos gobiernos –no solo en México, sino en el mundo– busquen al utilizar la historia: esta tiene su propio peso, su propia vocación y su propia visión, señaló. 

“A lo largo del siglo XX ha habido muchas generaciones de historiadores que han hecho progresos enormes y que han demostrado avances en el conocimiento histórico, han dejado atrás las visiones dicotómicas de la historia: la división entre buenos y malos, la historia de bronce que solo ve héroes o villanos. Quienes nos dedicamos a esto sabemos que no es blanca ni negra, sino de muchos grises y de muchos colores”, a decir de Enrique Krauze.

Ante los tiempos turbulentos que se viven en todo el mundo, cuando existe una propensión ajena al debate y al diálogo, más bien inclinada a la polarización y al odio, el historiador confía en que prevalezca una característica de los seres humanos, sobre todo de quienes se dedican a las humanidades: “El debate y el diálogo civilizados en la confrontación de las distintas visiones.

“En México supimos confrontar civilizadamente la visión de los vencidos, que nos presentó León Portilla, con la de los conquistadores que nos presentaron escuelas como las de Edmundo O’Gorman o Silvio Zavala. Son distintas versiones de la historia y pudieron dialogar entre sí. Eso es lo que yo espero en la actualidad”.

México, un crisol

En el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial donde Krauze recibió el III Premio de Historia Órdenes Españolas, reivindicó la huella que España dejó en México y el país latinoamericano en el europeo.

En su discurso, Krauze aseguró que “para un historiador mexicano que tiene tantos vínculos de afecto con España, recibirlo en este año de 2021 conlleva, además de un altísimo honor, la responsabilidad de recordar el quinto centenario de la Conquista de México”.

Recordó que conmemorar “es hacer memoria juntos” y señaló que la civilización conquistada “no era la arcadia que pinta la historiografía indigenista, pero tampoco el infierno de su contraparte hispanista”, confiando en que “nunca más el odio impida el diálogo”.

Se refirió al mestizaje “que algunos niegan o relativizan”, pero que, añadió, fue el mejor legado de la Nueva España a México.

“En la dieta, predominó la influencia indígena; en la medicina y la herbolaria, confluyeron ambas culturas; y en la lengua, a despecho del predominio del español, idioma en el cual los mexicanos escriben poesía desde antes del Siglo de Oro; la babel de lenguas indígenas sobrevivió e impregnó al castellano con una variedad de mexicanismos, tonalidades, acentos”.

Krauze afirmó que México es “un crisol, no un mosaico ni una tela desgarrada, una construcción cultural que, como las catedrales, llevó siglos edificar” y que hacen de la cultura mexicana una mezcla de valores, “en la que a menudo los conquistadores resultaron conquistados y los conquistados, conquistadores”. _

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