Seguramente alguna vez has escuchado que el Himno Nacional Mexicano es el segundo mejor del mundo, eso sí, después de La Marsella de Francia, según esto fue anunciado en un concurso que se realizó a nivel mundial para conocer cuál era el himno más bonito que existía; sin embargo, esto podría no ser realidad.
Comencemos por conocer la historia de nuestro Himno, el cual fue compuesto por Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó, el cual se escuchó por primera vez en 1854 y tenía alrededor de diez estrofas, aunque por su uso cotidiano se redujo a cuatro y es el que todos nos aprendemos en la primaria o en el coro de la escuela.
El mito del concurso
Tal vez has escuchado alguna vez que el Himno Nacional Mexicano es el segundo mejor del mundo seguido del de Francia y que esto se definió en un concurso en el que se colocaron varios cantos nacionales; sin embargo, este mismo mito viaja por todos los países, al menos en Latinoamérica.
En un foro de Reddit, algunos usuarios comenzaron a una discusión por conocer cuál es el mejor himno nacional y con lo que se encontraron fue con la misma frase que se escucha en México: el himno nacional de cada país era el mejor segundo del mundo, adivina después de cuál, sí de La Marsella de Francia.
"Me pasó algo curioso cuando llegué a vivir a Bélgica y conocer a más gente latinoamericana. Cuando conocí a un amigo boliviano, lo primero que me preguntó fue: ‘¿sabes cuál es el segundo himno nacional más hermoso?’ (El ya sabía cuál iba a ser la reacción) a lo que yo respondí que el mexicano, según me habían dicho. Para mi sorpresa, los demás en la mesa, comenzaron a decir que eso no era cierto, que a ellos les habían enseñado que el suyo era el segundo más hermoso: colombianos, venezolanos y peruanos", comentó en una publicación.
Resulta que esto es un mito y no se tiene registro de que haya existido un concurso en el que se haya elegido al mejor himno nacional del mundo, lo que sí coinciden los testimonios es que el de Francia, La Marsella, es el mejor.
El Himno Nacional Mexicano
Esther Escobar, académica de la Facultad de Música de la UNAM, explicó que la composición poética de Bocanegra siguió la forma de los himnos eclesiásticos, donde la comunidad contesta a una oración –siempre de forma igual– y a la invocación del sacerdote –o estrofa–.
Esta forma métrica presenta estrofas de ocho versos, donde el octavo siempre se repite, así como cuatro versos en el coro. Todos ellos decasilábicos –o de arte mayor– y rima consonante. La estrofa sigue la forma de la llamada “octava italiana”, con una rima aguda en el cuarto y el octavo verso. Las restantes se combinan de diversos modos.
Desde 1821 –con la culminación de la Guerra de Independencia– germinó en México la aspiración de tener un canto cívico con significación nacional. Por aquellos días se pensó en una marcha nacional, en una canción patriótica, en un canto épico y hasta en un himno patriótico, pero no en un Himno Nacional. Este concepto surgió hasta 28 años después.
En esa época hubo una fiebre de himnos, alentados por los aduladores de cada general que ocupaba la presidencia de la república. El primero en ser laureado fue el presidente Antonio López de Santa Anna, pero todos esas obras tuvieron una vida fugaz y transitoria.
Bajo el régimen de este último se publicó en el Diario Oficial del 12 de noviembre de 1853, la convocatoria a un certamen para adoptar un Himno Nacional. Se ofrecía un premio, según su mérito, a la mejor composición poética que sería calificada por una Junta de Literatos, nombrada ex profeso.
Dicha convocatoria comprendía otro premio, en los mismos términos, a la composición musical para dicho Himno, dirigida a los profesores de este arte.
José Bernardo Couto, distinguido humanista, fungió como presidente del Jurado calificador de la letra de esa composición, y los poetas Manuel Carpio y José Joaquín Pesado como vocales. Se entregaron veintiséis composiciones al concurso.
El 5 de febrero de 1854 se dio a conocer una comunicación aparecida en la primera plana del Diario Oficial, ella consignaba que la composición del poeta de San Luis Potosí, Francisco González Bocanegra, fue calificada como la de mayor mérito. Sin embargo, el ganador nunca recibió el premio, pues la letra no logró satisfacer la vanidad del general López de Santa Anna.
Algunos historiadores resaltan que en la composición del potosino, la patria es la razón de ser del Himno, y el culto a ella, el motivo para entonarlo. No es la guerra el tema fundamental del canto, sino la paz, que es base, protección y estímulo del progreso. Guerra sí, pero únicamente en caso de invasión al suelo patrio; en esa eventualidad, la muerte es no solamente honrosa, sino digna.
Sólo una alusión personal y en forma velada, registra la composición para al entonces presidente, a quien se le designa con el epíteto de “Guerrero Inmortal de Zempoala”.
El papel de Jaime Nunó
Sobre el autor de la música, López de Santa Anna conoció al maestro español Jaime Nunó en Cuba, hacia el año 1853, a quien invitó a venir a México. Ese mismo año, Nunó fue dado de alta en el Ejército Mexicano como director general de Bandas y Músicas, con el grado de capitán.
Sin embargo, Nunó gozaba de poca simpatía entre los músicos mexicanos, tanto militares como civiles, por su imposición como director. Para salvar obstáculos, entregó su composición para el Himno con el lema “Dios y Libertad” y sólo las iniciales de su nombre: J. N.
Al ser declarada triunfadora esta obra musical, el 10 de agosto de 1854, Nunó se identificó como autor de esta composición y dos días después, fue declarado formalmente autor del Himno, que el gobierno adoptó como nacional.
Nunó mandó editarlo en dos formas: para canto a dos voces (tenores y bajos) y piano, y en partitura para banda militar de música.
A principios de septiembre de 1854 quedó lista la edición litográfica de ambas y Nunó entregó 220 ejemplares de la partitura de banda a la Plana Mayor del Ejército, y diez a la Dirección General de Artillería.
El 15 de septiembre de 1854 se cantó por primera vez en el Teatro Santa Anna, el Himno de Bocanegra-Nunó por la soprano Claudia Fiorentini, la contralto Carolina Vietti, y las comprimarias Sidonia Costini, Isabel Zanini y la señora Ciocca. Además del tenor Lorenzo Salvi, el barítono Federico Benaventano, el bajo Ignacio Marini y Heliodoro Spechi, y los comprimarios Robere, Jiménez y Díaz. Fungió como director Giovanni Botessini.
Francisco González Bocanegra murió el 12 de abril de 1861 a la edad de 37 años, sin recibir gratificación alguna por su trabajo en esta magna obra.
En 1901, una comitiva mexicana que asistió a la Exposición Panamericana en la ciudad de Buffalo, Nueva York, Estados Unidos, localizó a Jaime Nunó. A partir de entonces, la devoción por los autores del Himno floreció en México.
En aquella época se pidió escribir la biografía de González Bocanegra y rendirle honores a los restos del poeta, como recompensa que la República tributa a sus hombres ilustres.
De ese modo, el 15 de septiembre de 1901 se efectuó en la Plaza de la Constitución una serenata en donde participaron las bandas del Estado Mayor, de Zapadores y otras más de la Guarnición de la Plaza, las que al sonar las 11 de la noche y después del tradicional Grito, ejecutaron el Himno Nacional en instrumentación de Miguel Ríos Toledano, todos bajo la dirección de Jaime Nunó.
bgpa