Pasaba la medianoche, el ambiente era frío y el viento soplaba tenebrosamente, Pedro, un piscador ya mayor del ejido Frontera, comunidad rural que se ubica en la parte baja de San Pedro, caminaba por la orilla del rancho sin haber ingerido ni una gota de alcohol que perturbara su mente o que lo hiciera alucinar cosas.
A la orilla de la comunidad, a un lado de la carretera de ingreso, se ubica una noria hecha de piedra y cemento, a la que aún se le puede ver agua, sucia, pero que a la luz de la luna, refleja las sombras de la gente que transita por un lado de su redondo cuerpo, también está un viejo tinaco, arriba de una estructura hecha de ladrillo.
Mientras caminaba, Pedro silbaba una canción de esas típicas del campo, cuando de repente, justo donde se ubica la noria, logró ver a una mujer sentada en su estructura de piedra. Trató de ignorarla, pero aquella mujer vestida de blanco y sin rostro evidente, se paró y caminó directo hacia donde se ubica el tinaco.
"A chingao, y esa vieja qué anda haciendo a estas horas de la noche, como que ha de ser una de las mujeres que viven en las casas de los alrededores, la voy a seguir pa' ver qué cabrones anda haciendo y pa' ver quién es”, decía Pedro en voz baja aunque no habiera nadie a su lado, aparte de la mujer misteriosa.
El hombre espigado y quemado por el ardiente sol que a diario agarra al ejercer sus labores del campo, se armó de valor y siguió a la mujer, la cual caminaba entre unos mezquites que cubren el tinaco.
Pero, algo no andaba bien con el andar de la mujer, la cual casi llegaba al camino de acceso al centro del ejido.
-"A caray, me carga la rechin…"
Pedro, un trabajador mal hablado, se dio cuenta que la mujer se movía con el viento, que sus pies no tocaban el suelo y que parecía que iba caminando debido al largo de su vestido.
Fue ahí cuando el pánico invadió el cuerpo del hombre al que no le asustaban ni las víboras en los surcos de las parcelas, Pedro se persignó como veinte veces, ya que no podía creer lo que estaba viendo.
De igual manera, el hombre de sombrero de ala ancha, volvió a retomar valor y caminó detrás de la mujer, la cual nunca le daba la cara, sólo se le veía el vestido con encaje hasta el cuello y un velo que cubría su cabello.
Como sabiendo que alguien la seguía, la mujer retomó el camino hacia atrás y volvió a la noria, Pedro seguía sus pasos o más bien su volar, porque iba volando prácticamente, hasta que se detuvo justo a un lado de la estructura de la noria, fue cuando volteó a ver al campesino, quien se quedó impávido y prácticamente como estatua.
El asombro fue tanto que mejor dio vuelta atrás y su valor se convirtió en espanto, como pudo llegó a su casa, después, solo dijo que había visto al diablo en forma de mujer.
Dicen que esa dama aún ronda las orillas del ejido, esperando encontrar al hombre que la saque de su mundo de sombras o que la ayude a tener paz eterna.