'Acá en la tierra', una reflexión teatral sobre la inclusión en la infancia

A través de un niño ‘extraterrestre’ y una mujer ‘invisible’, esta obra invita a cuestionarnos quiénes somos y cómo queremos definirnos.

Acá en la tierra | Ariel Ojeda
Guanajuato /

Lolo sale a escena con su gorro morado, con el que a veces le gusta taparse la cara, y de inmediato se ‘comunica’ con los extraterrestres a través de un dispositivo muy curioso: un par de vasos unidos por una cuerda.

En esta charla, el pequeño les revela algunas cosas que no le gustan de la Tierra: hacer tarea, lavar trastes, comer hígado, acompañar a su mamá al banco y las filas.

Hace hincapié en este último aspecto porque hace poco, durante la ceremonia de los lunes en su escuela, se colocó en la fila de las niñas y lo regañaron, y cuando regresó a la de los niños fue blanco de muchas burlas.

Durante su diatriba, su mamá interrumpe para desearle las buenas noches. Lolo le hace caso y se va a dormir, pero antes reitera: “Odio las filas”.

Así comienza Acá en la Tierra, obra de teatro de la compañía La maquina del tiempo y los Bocanegra que se presentó en el Teatro Cervantes, como parte del Festival Internacional Cervantino, donde provocó una reflexión no solo en los niños que asistieron, también en sus padres y el resto de los espectadores.

¿Qué reflexión? “La búsqueda de identidad e inclusión desde la infancia para poder encontrar un lugar en el mundo”, indica la sinopsis de la puesta en escena escrita por Luis Eduardo Yee y dirigida por Rebeca Trejo.

Luego, Lolo conoce a Dolores, una trabajadora de limpieza a la que le gusta que nadie la note – “el superpoder de ser invisible” – y que maneja una filosofía muy básica en apariencia, pero con una gran esencia: “Las cosas pueden ser muchas cosas”.

El pequeño y la ‘mujer invisible’ se hacen amigos, y ella le regala un walkman para viajar a “otro planeta” a través de la música.

Otro día, en una visita al centro comercial, Lolo le confiesa a su mamá que no le gusta la ropa ‘de niño’, que quiere un vestido como el de ella. “Yo no soy niño, soy extraterrestre”, afirma.

Esta pugna del pequeño por ‘encontrar su lugar en el universo’ tiene su clímax cuando la directora lo descubre platicando con Dolores dentro de una bodega: manda a llamar a Laura, la mamá de Lolo, mientras que la ‘mujer invisible’ pierde su empleo.

Pero antes del final, Dolores y Laura se encuentran y caen en cuenta del error que significa querer meter todo “en un solo lugar”: ¡El pequeño necesita su propia fila!

Por último, Lolo, con su gorro morado, su walkman y su fila, muestra una travesura más: se robó el labial de su mamá.

Tras los aplausos, Vicky Araico, actriz que da vida a la entrañable Dolores, comentó: “Esta historia habla de todas, todos y todes. Es una historia de amor y libertad para nuestras infancias, para que sean libres y estén en un mundo seguro y lleno de amor, donde no haya violencia”.

  • Yair Hernández
  • juan.hernandez@milenio.com
  • Es periodista especializado en temas de cultura y entretenimiento. Actualmente trabaja como reportero para Milenio.

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