La Prima Ballerina Assoluta, Alicia Alonso, falleció hoy en La Habana a los 98 años, dejando tras ella una vida y una obra que trascendieron la frontera entre lo humano y lo divino.
Directivos del Ballet Nacional de Cuba (BNC), que ella fundó, confirmaron la noticia sin dar más detalles. Una de sus discípulas, la primera bailarina Viengsay Valdés, es desde 2019 directora artística de la compañía, lo que la convierte en la práctica en la continuadora de su maestra.
Nacida el 21 de diciembre de 1920 en la capital cubana como Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, “ella fue como todas las leyendas, casi inalcanzable”, dijo a MILENIO la cronista cubana Vivian Núñez Menéndez.
“Alicia es de veras una luz que se mueve. Ella es leve, ondulosa, casi traslúcida”, opinó hace algunas décadas la escritora cubana Dulce María Loynaz, Premio Cervantes.
Ya nonagenaria, prácticamente ciega y con dificultades motoras, Alicia siguió dirigiendo algunas puestas en escena del BNC; encabezaba giras internacionales y presidía, menos en 2018, los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana que también creó y que, gracias a su impronta, reúne a figuras cimeras de ese arte.
Comenzó a estudiar ballet a los once años en la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana y algunos de sus profesores dijeron entonces que no tenía el físico ideal. Pero sus extensiones, las mejores del grupo, y sus giros fuertes y rápidos despejaron las dudas.
Continuó sus estudios en Estados Unidos y a los 17 años debutó en ese país como bailarina profesional, en Broadway. Luego de una estancia en el American Ballet Caravan, precursor del actual New York City Ballet, se incorporó en 1940 al Ballet Theatre of New York, donde llegó su consagración.
Ocho años después fundó en su isla natal el Ballet Alicia Alonso, el cual se convertiría en 1955 en el Ballet de Cuba y cuatro años después el BNC.
“Para el mundo exterior, Alicia es una leyenda; dentro de Cuba es una figura tan importante que su poder pudiera compararse con el del presidente. Una palabra de Alicia puede cambiar tu futuro”, aseguró su discípulo Carlos Acosta, el más internacional de los bailarines cubanos contemporáneos, actualmente coreógrafo y director de su propia compañía.
En caso único en Cuba, el Gran Teatro de La Habana asumió su nombre estando aún viva; promovió la enseñanza del baile clásico en un país donde solo la rumba y el son movían multitudes; creó un público con gusto para ese tipo de danza, que se ha ido renovando en las últimas décadas; y fundó la Escuela Cubana de Ballet que ha insertado a profesionales formados en ella en las mejores instituciones de su tipo en el mundo.
“Alicia Alonso pertenece a la excepcional estirpe de bailarinas que han dejado —a veces no más de cuatro, de cinco veces por siglos— un nombre egregio en la Historia de la Danza”, sentenció el intelectual cubano Alejo Carpentier.
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