“La escritura de una mujer es siempre femenina; no puede dejar de ser femenina; en el mejor de los casos es muy femenina”, afirmaba Brimley Johnson, un crítico literario del siglo XIX. “La única dificultad”, añadía el británico “estriba en definir lo que entendemos por femenino”.
A más de 100 años de aquel planteamiento, la cuestión todavía se discute. Las controversias reviven de tanto en tanto, a raíz de declaraciones como las del premio Nobel de Literatura V.S. Naipaul, en 2011. Durante una entrevista en la Real Sociedad de Geografía de Inglaterra, el novelista afirmó que, en su opinión, no había ninguna mujer cuyos méritos literarios fuesen equiparables a los suyos, y que las escritoras adolecían de “sentimentalismo y estrechez de miras”.
La incorrección política de Naipaul no pasó inadvertida. Al escritor británico le llovieron las críticas: viscerales y argumentadas, de escritores y columnistas, de hombres y de mujeres.
También es cierto que los varones siguen predominando en el circuito literario oficial. Véase, por ejemplo, el caso de los premios. En sus 111 ediciones, el Nobel de Literatura sólo ha sido otorgado a 13 mujeres. Y de las 40 entregas del Cervantes, en idioma español, sólo cuatro han sido para escritoras: María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992), Ana María Matute (2010) y Elena Poniatowska (2013).
¿Será que por cada nueve buenos escritores hay solo una buena escritora? ¿O son menos las mujeres que escriben? ¿Esos números son reflejo de una sociedad machista? ¿O ponerlos en duda es mera paranoia feminista?
Aquí algunas reflexiones de escritoras de distintas épocas sobre el oficio de escribir y su condición femenina.
Virginia Woolf (1882-1941)
“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción” (Una habitación propia, 1929).
“Las mujeres son divertidas y satíricas más que imaginativas. Tienen un mayor sentido de la pureza emocional que los hombres pero un sentido del honor menos atento. No habrá dos personas que acepten estos intentos de definición sin desear completarlos y matizarlos, y sin embargo nadie admitirá que pueda confundir una novela escrita por un hombre con una novela escrita por una mujer” (Las novelistas).
Sylvia Plath (1932-1963)
“Haber nacido mujer es mi terrible tragedia. Desde el mismo momento en que fui concebida estuve condenada a que me brotaran senos y ovarios en lugar de un pene y un escroto; todo para tener mi círculo de acción, pensamiento y sentimiento rígidamente circunscripto a mi feminidad inescapable” (Los diarios de Sylvia Plath, publicados en 1982).
Rosario Castellanos (1925-1974)
“[...] El tema a discutir es que mi inferioridad me cierra una puerta y otra y otra por las que ellos holgadamente atraviesan para desembocar en un mundo luminoso, sereno, altísimo, que yo ni siquiera sospecho y del cual lo único que sé es que es incomparablemente mejor que el que habito, tenebroso, con su atmósfera irrespirable por su densidad, con su suelo en el que se avanza reptando, en contacto y al alcance de las más groseras y repugnantes realidades. El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre: se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino (Sobre Cultura Femenina, 1950).
Alice Munro (1931-)
“Crecí pensando que lo peor que una chica podía hacer era atraer la atención hacia sí misma o pensar que era inteligente [...] Ninguna chica que conocía fue a la universidad. Yo tuve una beca sólo por dos años, y para ese tiempo ya había encontrado un chico que quiso casarse conmigo y me llevó a vivir la Costa Oeste. Ahora podía escribir todo lo que quisiera” (Entrevista con The New Yorker, 20/11/2012).
“Una parte de mi estuvo ausente para mis hijos. No es que los desatendiera, pero tampoco me dejé absorber por ellos. Cuando mi hija mayor tenía dos años, solía venir hasta donde yo estaba sentada en la máquina de escribir. Yo la entretenía con una mano y con la otra seguía escribiendo” (The Paris Review).
Elena Poniatowska (1932-)
“En América Latina las mujeres son las grandes olvidadas de una historia en que todo es para hombres y sobre hombres, y en general las mujeres se quedan atrás. Por eso me ha parecido importante escribir sobre mujeres” (EFE, 2014).
Rosa Montero (1951-)
“Una novela es todo lo que el escritor es: su edad, su clase social, sus lecturas, sus amigos, sus enfermedades. El hecho de ser hombre o mujer no es más que un ingrediente más dentro de los miles que componen el rompecabezas que es la propia identidad”.
"Los prejuicios hacen que, cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo (lectoras incluidas) piensan que está escribiendo sobre mujeres, mientras que si un hombre hace una novela protagonizada por un hombre, todo el mundo piensa que está escribiendo sobre el género humano. Yo no tengo ningún interés en escribir sobre mujeres, yo escribo sobre el género humano, pero es que el 51 por ciento del género humano somos mujeres" (Foro de lectores Artemisa, 2011).