Unos tres años atrás, los caminos de Julio Trujillo lo llevaron a una encrucijada, un momento crucial y crítico de su vida, al grado que se dio cuenta de dos cosas: necesitaba poner distancia con el centro, con la Ciudad de México, poner perspectiva para entender mejor su tiempo. La otra, que había llegado el momento de escribir un nuevo poema o un nuevo libro: así surgió Jueves.
“No sabía que iba a ser un poema largo, solo tenía la necesidad de la expresión, pero ya que me encontré fuera de la ciudad, que conseguí rentarme un pequeño cuarto, algo muy sencillo a la orilla del mar, lo que salió fue un largo poema. Sin plan previo, me di cuenta de que necesitaba ser una expresión de largo aliento, porque había mucho que decir, mucho que desahogar, casi que mucho que gritar”.
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El editor y poeta respetó el impulso, lo que piensa como el primer golpe de expresión del texto, antes de comenzar un mes de escritura continua, casi de libre flujo de la conciencia, “un estado de semitrance que disfruté mucho, pero sin dejar de ser un ejercicio complejo, físico, catártico, en el que hoy apenas me reconozco”.
“El ejercicio de la expresión poética siempre ha sido una manera de superar las diferentes pruebas que aparecen. Sí fue un desdoblamiento muy interesante que, a tres años de distancia, me encanta ver en forma de libro, pero en su momento fue algo muy intenso”, explica Julio Trujillo al hablar de este poema largo, Jueves (Trilce Ediciones, 2021), en un proceso de escritura que ni fue sencillo ni bonito: “el horizonte vertical al que me llevé fue una imagen complicada que no me gustaba”.
Desde su perspectiva, el yo del poema resultó ser una figura compleja, complicada, medio endiablada, y ese reflejo fue el que lo miró a los ojos y al que intentó retratar de la manera más fiel posible, dentro de lo que fue una limpia, “una catarsis, una manera de sacar demonios internos… un exorcismo necesario”.
“Necesitaba confrontar un montón de cosas, confrontarme al espejo del mar, porque considero que el mar puede ser eso, y después sacarlo a como diera lugar. En un principio no me fijé tanto en la perfección de la escritura, sino en el sólo hecho de que se diera. Ya después vino el trabajo quirúrgico de lectura y de corrección, pero sí hubo mucho que sacar”.
En ese pequeño cuarto en la costa de Nayarit, Julio Trujillo encontró el espacio para verse al espejo, no para huir, “si acaso hui de algo fue del mundanal ruido, de la ciudad y la presión a la que, a veces, nos somete, pero hui para encontrarme, salí para entrar en mí, en una especie de viaje interior, en donde uno ya no puede esconderse de sí mismo”, explica el poeta, quien con Jueves ofrece esa mirada de un ser humano que apostaba por salir de una espiral.
“Es todo, menos una huida: de hecho, es una búsqueda del ser y ya si fue exitosa o no, lo dirá el lector frente al poema. Personalmente me fue muy útil, celebro haberlo escrito y haber salido de la espiral”.
PCL