Este mapa desnuda el cuento infinito de Borges, 'El Aleph'

Libros

La escritora y dramaturga argentina Claudia Piñeiro reflexiona sobre el desafío de su compatriota para escribir un cuento universal desde la ceguera.

Jorge Luis Borges murió el 14 de junio de 1986. (Especial)
El Mundo MX y Claudia Piñeiro
Madrid /

CONCEPTO E INFOGRAFÍA: ISABEL GONZÁLEZ | OPINIÓN: CLAUDIA PIÑEIRO 




He leído El Aleph en muchas ocasiones y en cada lectura sentí que el cuento cambiaba. Será que con los años nos convertimos en otros, no leemos ahora como cuando teníamos 20 años, elegimos distintos caminos para abordar un texto, descubrimos pasadizos secretos.

Pero desde hace un tiempo más que releer El Aleph busco escucharlo leído por el propio Jorge Luis Borges. Busco su voz. En las conferencias, en las entrevistas, en los pocos cuentos que leyó. ¿Por qué? Tal vez por la consciencia que hoy tengo de su ceguera y la paradoja de que el punto por el que se puede observar el mundo entero lo haya imaginado un ciego.

Borges no sólo perdió muy pronto la visión, sino que desde siempre supo que algún día dejaría de ver como su padre y su abuela. Que El Aleph haya sido escrito por alguien que sabía de su irremediable ceguera lo convierte en una escritura épica. 

Todo lo que un hombre puede ver está nombrado en este relato, pero también todo lo que un hombre no podrá ver nunca más. Hay en El Aleph una voluntad de atrapar en palabras el universo entero. Desde "cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino" hasta "un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala". Desde "un cáncer de pecho" hasta "caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba".

En una de esas conferencias a las que recurro para escuchar su voz, Borges confiesa que extraña el color rojo

"Ese color que resplandece en la poesía y tiene tan lindos nombres: scharlach en alemán, scarlet en inglés, escarlata en español, écarlate en francés. Son palabras dignas de ese gran color...", dice. 

Del mismo modo, El Aleph más que un punto de dos o tres centímetros por donde mirar el mundo es un conjunto de palabras dignas que lo nombran todo. Y lo nombran para siempre. De modo que al escucharlas, en la voz de Borges o de quien las lea, un ciego pueda ver eternamente el mundo que sus ojos ya no ven.

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