“Es una historia de muy, muy largo aliento. Es difícil de creerlo, pero me llevó 40 años escribirla desde que puse la primera frase hasta que coloqué el punto final” dice Ethel Krauze en entrevista con MILENIO.
La doctora en literatura se emociona al hablar de Samovar (Alfaguara), su nueva novela, en la que aborda la historia de un siglo a través de voces femeninas, en un viaje extraordinario donde un viejo samovar (una tetera) ruso y oxidado será testigo de las historias de Anna Talésnika, Bobe, abuela de Tatiana.
“¿A poco estuve 40 años escribiendo esto? Pues sí, claro que también aparecían otras obras. Yo tengo muchos libros publicados de poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y he realizado muchas cosas. Sin embargo, la historia me reverberaba durante todos estos años, la escribía de una manera, no me satisfacía, no encontraba el lenguaje y entonces desbarataba la estructura una y otra vez”, agrega.
Krauze (México, 1954) cuenta que estaban ahí esos ecos que no la dejaban tranquila, como cuando una obra busca el autor y le toca la puerta para decirle: “Por favor, tienes que escribirme, no puede ser que no me escribas, no te rindas” y la escritora volvía a la novela.
Humildad y satisfacción
“Creo que tuve que madurar como mujer y como escritora para finalmente encontrar esa magia que ocurre cuando el lenguaje, el tono, la estructura, la historia y los personajes embonan totalmente y se crea una especie de danza literaria, y finalmente puedes lograr la novela”.
Para Ethel Krauze, Samovar también fue un aprendizaje de humildad y al mismo tiempo de satisfacción.
“Los lectores tendrán en sus manos (si es que quieren abrir estas páginas, espero que sí) lo mejor que yo pude haber hecho. Puse todo de mí y entendí que hay que verdaderamente hincarse de rodillas delante de la obra literaria cuando uno sabe que tiene que aprender a escribir”.
En Samovar se relata la vida de su abuela Ana y la historia de un siglo que comienza a finales del siglo XIX, cruza el XX y llega hasta la pandemia, cuando aparecen también personajes como la Tutta Lena y Modesta.
“La relación entre la abuela y la nieta tiene muchos paralelismos, ambas con tremendas diferencias, sin embargo, hay este sello de identidad que es el samovar, la tetera rusa donde se calentaba el té, un elemento indispensable en la vida de la comunidad en Rusia, digamos que es el centro del hogar. Entonces, mi abuela que nace en la Rusia zarista y pasa por la era de los bolcheviques en la Unión Soviética cruza el océano para llegar a México y pasan muchas cosas, hay grandes dramas ahí. Imagínate, una mujer sola, con dos hijos pequeños y que huye ¿sabes qué es lo que se trae? Su samovar”, relata.
Ya en México, muchos años después, Bobe se pone a platicar con su nieta, conversaciones que son el eje estructural de la novela, y Tatiana se da cuenta del significado del samovar en la vida de la abuela.
El sentido de la vida
Krauze cuenta que la tetera es un símbolo de resistencia, sello de identidad, sentido de sobrevivencia “y sobre todo de encontrar un sentido de vida. Entonces, la nieta se pone a cuestionar su propio sentido de vida y va en busca de su propio samovar. Hay una historia de amor cruzada con paralelismos entre la abuela y la nieta. Creo que es una novela histórica donde relato la vida de una mujer, como muchas otras, en su cotidianidad dramática, y mucha gente se puede identificar con las mujeres de la novela”.
La autora dice que en la escritura de la novela redescubrió algo: escribe sobre ella, y parafrasea a Annie Ernaux, la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura.
“Ella dice que cuando escribe sobre sí misma no hace autobiografía sino sociobiografía porque escribe lo que le pasa a ella, no porque sea importante que le pase a ella sino porque también te pasa a ti y a los otros. Escribir sobre uno mismo es escribir sobre los demás, es un puente donde podamos vernos y entendernos los unos a los otros. Me sumo a esa manera de entender esta autoficción porque tiene cosas absolutamente históricas, veraces, puntuales, y la vida de la nieta tiene muchísimo de mí, aunque sí hay una transformación en la novela”.
Para ella, Samovar es una invitación a entender a las mujeres que han cruzado el siglo XX. “Creo que es una mirada para asomarnos a ese mundo que, de alguna manera, nos sigue perteneciendo y hay que conocer de dónde venimos”.
Destaca que las cuatro mujeres de su novela son tremendamente fuertes y pudieron sobrevivir.
“Estas mujeres tuvieron que sortear todo para salir adelante y le dieron la vuelta a las cosas y una todavía tiene la fuerza de contarle su vida a la nieta. Es una novela con mujeres que nos revela otra manera de ser a las que se han visto: mujeres que han sido calladas, silenciadas, abnegadas. En Samovar no hay nada de eso, hay una fuerza tremenda, ellas supieron tomar su samovar, cruzar los embates de la vida y llegar con la nieta joven para decirle: ‘Aquí está tu samovar, ¡no lo sueltes!’ Es lo que Tatiana tiene en las manos cuando está en lo más duro de la pandemia, tiene un samovar en el alma y lo tiene que relatar, de ahí nace la novela”.
Además
Objeto entrañableEl término samovar proviene de las palabras rusas samo (que significa por sí mismo) y varit (que significa hervir). Es un recipiente metálico de la cultura rusa en forma de cafetera alta para hacer té. También se considera un objeto vistoso del arte decorativo y de la producción manufacturera de ese país.
La autora
Ethel Krauze, originaria de la Ciudad de México, tiene una vasta obra publicada en diversos géneros literarios, ha sido antologada, traducida y ampliamente reconocida. Su libro Cómo acercarse a la poesía es considerado un clásico contemporáneo en aulas y bibliotecas públicas. Es también académica, doctora en literatura y creadora del modelo internacional “Mujer: escribir cambia tu vida”, desde Morelos, donde radica. Tiene varios títulos de poesía, cuento, novela y ensayo.
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