En la columna anterior, celebraba el exhorto a la Compañía Nacional de Teatro para que incluya en un 50 por ciento de sus elencos a actores de color de piel morena o afrodescendiente, al tiempo que lamentaba que sus miras tan microscópicamente localizadas no fuesen sino una acción política (pólvora en infiernitos) sin los alcances que la idea, en tanto construcción idiosincrática, podría tener. En 1806 el Diario de México (4 años antes del inicio de la guerra de Independencia) lanzó una convocatoria para un premio en metálico para escritores dramáticos con la expresa solicitud de hablar del mundo indígena. La ganadora fue una obra titulada Xóchitl de la que no se conserva ni texto ni nombre del autor pero ponderaba nuestra raíz indígena como asunto principal. Muchas otras obras desde el siglo XVII incluyeron personajes indígenas en tanto que secundarios en las tramas y el siglo XIX, con el romanticismo y la urgencia de producir creaciones identitarias, lo trajo a flote como prioridad —al igual que la historia colonial y de mestizaje— de los relatos dramáticos. Sin embargo, poco, casi nada, trataron de nuestra raíz africana por más que uno de los libertadores, José María Morelos, tuviese ascendencia al igual que nuestro segundo presidente de la naciente República Mexicana, Vicente Guerrero.
El mundo indígena ha estado sobre las tablas de múltiples maneras, el afrodescendiente no. El blanqueamiento de nuestra historia que comenzara desde el porfiriato hasta la actualidad, pocas huellas dejó de ese otro origen de la mexicanidad. Por ahí, a finales de los 60 del siglo XX, Othón Arroniz escribió la primera obra dedicada al héroe colonial Yanga que en la segunda década del siglo XVII lograra territorio libre excepcionalmente otorgado por la corona española en las inmediaciones de Córdoba, Veracruz: San Lorenzo de los Negros (hoy Yanga). Poquísimos autores teatrales y menos guionistas han consignado la presencia afro y su importancia en la construcción de lo mexicano.
Traspunte
Las tres raíces de la mexicanidad
La batalla está no sólo en buscar que haya elencos que representen las tres raíces primordiales de la mexicanidad sino también que los contenidos les representen. Y no sólo desde la perspectiva histórica (que debe ser contada) sino de la actualidad. Y tampoco únicamente desde la victimización o la marginalidad.