La vida de Anna Ajmátova pudo ser más que rutina: nacida en Odessa, en 1899, su juventud transcurrió “en una pequeña villa de la residencia de veraneo del Zar, cuando contrajo matrimonio con Nikolai Gumielev a los veintiún años”, recuerda la escritora Kira Galván en un Material de Lectura de la UNAM protagonizado por la poeta rusa.
Sin embargo, no fue cotidiana, mucho menos rutinaria, más allá de haber cumplido con algunos de los estándares de aquel tiempo y aquella sociedad: “se ha escrito mucho sobre ella, pero es una mujer que despierta pasiones y le sucede desde sus primeros libros, desde 1911-1912: crea, en quien la lee, una especie de veneración que va más allá del gusto de los lectores”, explica Alberto Ruy Sánchez, quien lanza la novela El expediente Anna Ajmátova (Alfaguara, 2021).
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“Es una mujer que se enfrentó, con enorme decisión, a todas las limitaciones y prohibiciones que le pusieron, empezando por el padre, quien le prohibió escribir poesía para que no desprestigiara el nombre de la familia y lo que ella hace es quitarse el apellido. Su nombre verdadero fue Anna Andreyevna Gorenko y buscó el nombre de una bisabuela tártara y se nombró a sí misma Anna Ajmátova”.
El narrador mexicano recuerda que Josep Brodski llegó a describir esa decisión de la poeta como su primera obra literaria, al inventarse como personaje: una niña rebelde, vista como una persona muy distinta a su entorno; “todos los testimonios de la época hablan de eso y trato de ser fiel a esa voz en la novela”.
El interés de Ruy Sánchez por Ajmátova viene desde los años 80, de su propia obsesión por la figura de Sergei Eisenstein y, a través de él, por Boris Pasternak, uno de los grandes amigos de Anna, de quien se habían escrito infinidad de páginas, pero hacía falta “escuchar su existencia”.
“Sus traducciones implican interpretaciones, enfrentar las diferentes versiones que hay de ella, es una invitación a tratar de comprenderla mejor. El reto al leerla, al estudiarla, era escuchar su existencia y su ramillete de deseos vivos en el momento en que estaba activa escribiendo o silenciada”.
El expediente Anna Ajmátova viene de las lecturas de Alberto Ruy Sánchez, aun cuando el escritor pone atención en algún personaje o elemento en particular, suele acompañarlo durante mucha escritura; así está su ciclo de Mogador, de donde proviene esta novela documental, el acercamiento a la poesía, pero por encima de múltiples lecturas, una historia “sobre el poder de las palabras”.
“En la novela viene su deseo de convertirse en poeta y la búsqueda de una voz personal, no quería ser una persona que imitara a otros poetas, pero no sabía cómo lograrlo. Una buena parte del libro es la historia de la búsqueda de una voz, importante si piensas que la poesía es mucho más que una actividad: es una manera de estar en el mundo”.
Desde esa perspectiva, cuenta Alberto Ruy Sánchez, la búsqueda de su poética la define a ella frente a todo lo demás y tratar de encontrar en qué consiste esta diferenciación es parte central de la novela y, al mismo tiempo, se puede definir como una aventura del espíritu, “porque ella es protagonista de los movimientos vanguardistas de antes de la revolución, que reclaman un lugar, pero no les es dado”.
“Anna mantiene su independencia y su visión única de afirmación de la poesía. Es la historia de la aventura de la fuerza de la poesía”.
A diferencia de su anterior novela, la más reciente, El expediente Anna Ajmátova, está escrita con una estética de la concreción, asegura Alberto Ruy Sánchez, quien se preocupó por desarrollar un experimento de sencillez literaria, comparado con la estructura más compleja y barroca de Los sueños de la serpiente, en la historia de la poeta rusa cada capítulo tiene una cuartilla, “es autosuficiente y, al mismo tiempo, es parte de un collage: escribo literatura documental y collage”.
PCL