De Leonora Carrington suele pensarse en la figura de la pintora y escultora, pero la palabra escrita también formó parte de sus herramientas para reflejar o reconstruir esos universos fantásticos que definieron su manera de entender al mundo, como se observa en los relatos que constituyen el volumen Leonora Carrington. Cuentos completos (FCE, 2021).
“Leonora nunca entró en las convenciones en las que los demás querían meterla”, recuerda su hijo Gabriel Weisz Carrington: “querían casarla con alguien de mucho dinero y demás, pero ella decidió escapar de ese mundo, vivir con Max Aub, por ejemplo; luego conoció a Renato Leduc y decidió vivir otra aventura, una aventura larga en donde se encontró con el mundo fantástico, mítico de México, entre las pirámides y animales mágicos, como los nahuales.
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“Todo ese universo también tuvo presencia en su mundo ficticio de la literatura. Desarrolló un acercamiento, siempre humorístico, nunca solemne, de gran estudiosa de las religiones prehispánicas. Lo que le interesaba a Leonora era vivir las cosas en primera persona, nunca alejada de una realidad viva, pero no de la realidad acartonada y académica que encierra las cosas en definiciones y en estudios”.
El volumen incluye relatos aparecidos en La casa del miedo y El séptimo caballo, pero también aparecen tres cuentos inéditos, "El camello de arena", "El vuelo de Mr. Gregory" y "Jemima y el Lobo", además de contar con un texto introductorio de Kathryn Davis, quien advierte: “el mundo que Leonora Carrington rechazó tantos años atrás nunca desaparecerá, con sus crueldades y reglas sin sentido. Cosas indecibles te sucederán, pero tendrán lugar en un universo en el que el hedor de una hiena sentada a la mesa lo cambiará todo”.
Más allá de que las obsesiones o los intereses suelan ser los mismos, Gabriel Weisz reconoce que en Leonora hay dos mundos completamente distintos: uno es el de la pintura y los dibujos, la escultura, los objetos, que tienen como una especie de vida secreta.
El otro lo constituyen los cuentos, las obras de teatro y la poesía, que son mucho más a flor de piel, “están para que podamos comunicarnos con nuestros personajes y nos abren a un mundo imaginario extraordinario y se dio la libertad completa para explorarlo todo”.
“Para explorar la sexualidad, explorar animales, explorar su propio cuerpo en esos animales. Me parece que la colección va a resultar muy apasionante para lectores y lectoras de mundos fantásticos, pero son mundos fantásticos muy cercanos al mundo cotidiano, no ocurren en la lejanía de palacios góticos o de planetas desconocidos, sino que son atmósferas en donde abunda la comida, hay comidas exóticas, como pasteles rellenos de colibríes. Verdaderamente hay una abundancia desde el punto de vista olfativo, táctil… todos los sentidos están involucrados, lo cual es verdaderamente increíble”, dice el hijo de la artista.
A pesar de haber publicado en México, la presencia literaria de Leonora tuvo periodos muy largos de ausencia. En la actualidad, hay un fenómeno extraordinario, porque sus obras se están publicando en distintos países, “todo mundo tiene una avidez por conocer este mundo que, en verdad, es extraordinario: Leonora había construido su propio mundo, sin importar si estaba en Francia o en Inglaterra o en Estados Unidos. Ella misma creaba este ambiente interno que le permitía sobrevivir a lo cotidiano”.
“Una vida cotidiana que, a veces, le resultaba muy difícil —le tocó vivir en México el 68 o los terremotos— y todas estas circunstancias la llenaban de angustia, pero no era de esas intelectuales que se alejaban de todo el mundo. Iba a los mercados para ver qué sucedía, qué era ese mundo de sabores, de sonidos… incluso íbamos a Garibaldi. Era una persona que quería involucrarse en todo”.
Hay cuentos de Leonora Carrington que se quedan sin terminar, invitando a los lectores a que profundicen en ellos, entrar en esos otros mundos y crear los propios, algo similar a lo que desarrollaba con la plástica, donde los personajes tienen una vida secreta, cuenta Gabriel Weisz. “Las pinturas crean mundos que se van relacionando con los otros: vemos interrelaciones de las figuras y de los lugares que ocupan en estos mundos extraños, singulares. En los cuentos siempre hay una especie de sentido del humor, un sentido del humor negro: si nos reímos lo hacemos a costa de alguien, de algo o de nosotros mismos”.
PCL