Algunas de sus esculturas son elaboradas con cables, otras con la basura que se puede encontrar en una playa, en especial plástico, y muchas más con casquillos de bala. Apenas tres ejemplos de los materiales usados por el artista colombiano Federico Uribe en sus obras y pensar que todo ese interés viene de su paso por México.
Durante ocho años, cuenta el creador —ahora radicado en Miami—, vivió en la periferia de Guadalajara; en aquel tiempo se dedicaba a la pintura, pero “me empecé a aburrir, porque como que sentía cierta limitación”, ante lo cual se propuso darle un giro a su proceso creativo.
“En México se tiene cierta obsesión con la estética y si sales al mercado las naranjas están organizadas en pirámides. Todo esto, a propósito de la belleza. Eso me abrió el cerebro 360 grados, vi cosas distintas y no volví a pintar más. Hago ciertos dibujos, pero ya no pinto más y esa decisión tiene mucho que ver con México, con esta obsesión por la estética y los colores”, comparte a M2 el artista bogotano.
Uribe se dio a la tarea de crear objetos a partir del ensamblaje de materiales como cordones de zapatos, cables, corbatas, trozos de lápices de colores y proyectiles de balas cortados, bajo el convencimiento de que todos los objetos tienen pesos simbólicos en la memoria colectiva y en la personal, no se pueden separar en la parte creativa. “Uno construye sobre el peso simbólico de los objetos”, afirma.
“Soy colombiano, nací en un país en guerra y la presencia de la violencia y de los muertos, de la matanza de los animales y de las personas, han sido inevitables. Al mismo tiempo, una bala es como una joya, es un cilindro dorado, las posibilidades estéticas de este objeto maligno son enormes; entonces, se trata de separar el objeto de su connotación y verlo como textura, forma, color, a fin de usarlo en tu beneficio, en tu propio discurso”.
DIÁLOGO CON EL ESPECTADOR
Las esculturas e instalaciones a las que dedica todo su empeño Federico Uribe en la actualidad son resultado de sus preocupaciones como ser humano, pero al mismo tiempo advierte que no pretende influir en el otro con discursos o mensajes políticos o sociales, sino a partir de una propuesta estética, donde la belleza permita establecer una conversación con el espectador.
“Sí, estoy haciendo una denuncia, pero no soy un militante… soy un esteta, me gusta que las cosas me queden lindas y si esto le permite una reflexión a alguien sobre algo, me conmueve, pero no es mi intención. Lo que me interesa es que el espectador tenga una experiencia estética y encuentre una obra bien hecha”, asegura el artista, quien ha presentado su trabajo en distintos espacios de Estados Unidos, Italia, Alemania, Reino Unido, España y México, bajo una certeza: sus obras se construyen sobre pensamientos sólidos, “así sea un divertimento intelectual para mí. No espero que alguien lo entienda de la manera en que yo lo hago”.
“Asumo que todos mis discursos son personales, que los hago para saber quién soy y encontrar mi identidad. Cada objeto es un espejo de mi personalidad, me autorretrato en todas partes, pero evidentemente hablo de cosas que a mí me importan: si eres colombiano o mexicano te importa la violencia; si vives frente al mar te importa el plástico que cae a la playa por montones y así construí este arrecife de coral que está en Venecia con basura plástica, porque no puedo dejar de pensar en esas cosas”.
Mientras se prepara para exposiciones individuales, el artista colombiano suele detenerse a reflexionar en torno a ciertos hechos que lo marcan al momento: en la actualidad, por ejemplo, trabaja en la elaboración de un cuadro con el uso de corbatas.
“Porque las corbatas de ocho centímetros se volvieron obsoletas y ahora son de siete centímetros. Ahora estoy haciendo retratos de la nobleza europea con corbatas que usan los nuevos gerentes de las empresas, que son la nueva aristocracia”, lo que termina por mostrar que, más allá de lo que se plantea un creador al momento de desarrollar su obra, “todo el que compite en el mercado del arte contemporáneo tiene una postura y entre más sincero sea, su diálogo con los espectadores será mejor”.
LA ESTÉTICA DE LAS ARMAS
Dentro de las reflexiones que propone Federico Uribe hay una que se vincula con la geografía, con un aspecto más cultural: en Estados Unidos, por ejemplo, la relación con las armas es casi deportiva a pesar de las tragedias. “La gente que viene me pregunta si yo disparo, cuando estoy en contra de la violencia y de la cacería. He tenido exposiciones en el Medio Oriente, donde la relación con las balas es diferente, casi masculina, el mensaje tiene que ver con el poder”.