"Pedimos porque la virgen de Juquila nos cuide a cada uno de nosotros": Feligreses

La fiesta patronal mueve las fibras más sensibles de los comerciantes, quienes reciben la bendición por parte del obispo entre música de mariachi y cohetones

Fiesta y fervor a la Virgen de Juquila (Sergio Sánchez)
Sergio Sánchez
Altamira /

Cinco de la mañana, es el día esperado por los feligreses católicos; es día de fiesta, día de la Virgen de Juquila, aquella que llegó hace unos años a la Central de Abastos de Altamira para ser reverenciada por hombres y mujeres; procede de Oaxaca,

lugar que hace algunos años permaneció intacta después de la quema accidental de todo un pueblo incluyendo la iglesia donde era venerada.

La sombra de la noche aún reposa de madrugada, solo se escuchan pasos entre el acceso oscuro el centro de abasto más importante de Altamira, son los mariachis que están llegando para dar una serenata a la intercesora espiritual.

Con las mañanitas inicia la fiesta patronal frente al oratorio adornado con rosas rojas, gerberas de colores, amarillos girasoles... una tras otra van sonando las melodías entre requintos de guitarras y el alegre chillar de trompetas.


Tras la tocada del mariachi la gente, en su mayoría trabajadores, empiezan a ocupar las sillas que se han colocado sobre la calle de acceso a las primeras naves, ahí en donde todos los días se surten frutas, verduras, carne. Los fieles católicos esperan la visita del obispo José Armando Álvarez quién oficiará una misa para dar gracias a Dios, a la Virgen de Guadalupe y a María Virgen de Juquila.

"Ya viene el señor obispo, vamos a sentarnos para recibir su bendición", dice una de las trabajadoras del vetusto lugar. La acción de gracias ha comenzado, todos escuchan con atención los textos bíblicos y el sermón de la autoridad eclesiástica. “Yo estuve por allá en Oaxaca y conozco la devoción de tanta gente de Puebla, de Veracruz, de Campeche, de Tabasco, que van ante esta imagen a pedirle sus bendiciones. Hoy nos reunimos también para recibir la bendición de nuestra Madre Santísima la Inmaculada Virgen María, Santa María de Juquila, que ya nos protege y nos cuide y nos ayuda a cada uno de los otros".

Mientras el culto continúa, cuatro hombres se dan prisa para atizar el fogón con leños de ocote, colocan el perol y los trozos de cerdo que llegaron en canales sobre una camioneta vieja. "Esta es pura carne de campo, pura carne buena de aquí de nuestra tierra. Trajimos nueve cerdos y mire, ya van a salir las garnachas". El aroma de las populares carnitas se impregna al pasar sobre las aceras de la central altamirense.


La ceremonia religiosa está por concluir, pendiente de ello está don Amando Durán, hombre que conoce en la historia de la Virgen de Juquila; con cigarrillo encendido coloca uno a uno los cohetones, prende la mecha y sale corriendo entre la nube que provoca la pólvora para no ser alcanzado por las chispas del fuego, los hace volar y explotar sobre el espacio aéreo en señal de que continúa la fiesta patronal.

El obispo Álvarez da la comunión a quienes están preparados para recibir la hostia consagrada, y concluye dando la bendición rociando agua bendita sobre los fieles católicos que han acudido esta tarde a dar gracias a la Virgen de Juquila mientras se sirve el atole, los tamales y las crujientes carnitas para todos aquellos asistentes a esta gran celebración que desde hace más de una década se realiza frente al oratorio de la central de abastos de Altamira.


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