El cineasta mexicano Felipe Cazals murió este fin de semana, dejando un legado importante de películas que se convirtieron en un referente del cine social y de denuncia. Su obra más importante surgió en los años setenta con Canoa, El Apando y Las poquianchis. A pesar de que tenía algunos años retirado de los sets, su presencia dentro de la industria siempre fue fundamental, lo llamaban “Maestro” e involuntariamente lo fue para quienes aprendieron de su cine y optaron por seguir el camino de contar historias, a través de la gran pantalla.
Uno de esos grandes aprendices fue Alfonso Cuarón: “a él (Felipe Cazals) le debo infinidad de cosas, le debo muchas cosas antes de si quiera conocerlo, mi acercamiento al cine siempre fue por su obra y Canoa fue la primera película mexicana de esa generación que me tocó de tal manera… admiraba tremendamente su obra, pero al conocerlo me di cuenta de esa tremenda generosidad de un cineasta que está abierto a pasar la antorcha a los jóvenes”, dijo Cuarón hace seis años, cuando se reunió con Cazals por los 40 años de Canoa.
Como Cuarón, hubo otros cineastas mexicanos que le profesaron respeto y admiración, entre ellos Guillermo del Toro, quien tras presentar La forma del agua en el Festival Internacional de Cine de Morelia recordó las palabras del Maestro: “Felipe Cazals me dijo ‘llevabas nueve películas exhalando y hoy acabas de inhalar’, y tiene toda la razón, hay algo con esta película que cambió en mí, pero esta película no la podría haber hecho hace años, porque las películas son como una especie de biografías de la persona que las realiza”.
Cazals era considerado un cineasta de rigor e incluso un líder duro dentro del set. Cuando Damián Alcázar se convirtió en protagonista de Chicogrande, la penúltima película de Cazals, compartió detalles sobre su forma de filmar, “aquí debemos hablar bajito, porque interrumpimos al maestro, ve cómo trabajar”, dijo el actor, mientras Cazals veía al cielo y esperaba a que una nube que interrumpía la continuidad de su rodaje se alejara. Damián le mostraba respeto, lo mismo que el resto del crew que acudió a su llamado en Durango.
El guión de Chicogrande se basó en un texto de Ricardo Garibay, sobre la intervención norteamericana en México, y Cazals era apasionado de la historia: “No se trata de utilizar el territorio como campo de entrenamiento para lo que sucedió después en la segunda guerra mundial, se trata de decir que lo sucedido con Villa no era un asunto de ofensa nacional, sino más bien personal, y a raíz de ello se suscita la invasión en la que Estados Unidos manda a 7 mil soldados para obtener la cabeza de Villa”, dijo el cineasta durante el rodaje.
Después de esta historia filmó la que sería su última película, El ciudadano Buelna, nuevamente con Damián Alcázar como protagonista, para contar la historia de Rafael Buelna Tenorio, un militar revolucionario oriundo de Sinaloa que, de acuerdo a algunas publicaciones poco conocidas, dio su vida por tener un mejor país. Pero su obra se remonta a los años sesenta, cuando filmó sus primeros cortometrajes y sus primeros documentales, con los que hizo referencia a personajes como Leonora Carrington y Emiliano Zapata.
En los años sesenta, Cazals y un grupo de colegas, entre los que estaba Arturo Ripstein, fundó el grupo Cine Independiente de México, una asociación dedicada a la realización de cine experimental, con la cual Cazals dio paso sus primeros largometrajes. A mediados de los setenta, filmó tres títulos que hoy son referencia del cine mexicano: Canoa, la cual retrata un caso de linchamiento estudiantil ocurrido en 1968; El apando, basada en la novela de José Revueltas, y Las Poquianchis, una historia real sobre una red de explotación sexual.
“Relatando Canoa me limpio de culpas, lo he reflexionado mucho, mi obligación de ese momento era unirme a los reclamos; el compromiso consiste en que uno no puede pasar junto a las lacras e ignorarlas, por eso algunos las escribimos, las pintamos, las relatamos, está bien, pero no es suficiente. Por ocho meses recibí anónimos con tinta verde que decían cómo iban a morir mis dos hijos menores, cómo iba a terminar mis días. La descomposición que siente uno es casi del mismo nivel que si lo hicieran, al cabo de meses terminaron los anónimos, pero quien los escribió tenía buena letra”, recordó Cazals durante una entrevista.
“Contra las verdades históricas no queda más que hacer películas”, decía el maestro en relación a la época que le tocó retratar en la pantalla grande. Sus obras de mayor reconocimiento llegaron en los años setenta, pero era un periodo marcado por el velo de la censura: “Qué hemos hecho los cineastas de la década de los setenta, la verdad es que siempre hubo una posición crítica, Jorge Fons, Arturo Ripstein, Paul Leduc, siempre hubo y hay una posición crítica, eso es lo que ha sido verdadero en nuestro cine, no hay más”.
“En los años setenta teníamos la convicción de ser testigos de nuestro tiempo y filmar Canoa era una forma de hacerlo. Ha cambiado muy poco la historia, Canoa es una película que nos consolidó, después hicimos El Apando con más capacidad profesional, luego Las poquianchis. Luego llegó Margarita López Portillo ya no hay más qué decir, a su hermano le costó mucho trabajo ser presidente de la república y ella se convirtió en la directora de RTC, situación que englobó presiones visuales y artísticas y nos fuimos a casa por 6 años”, agregó.
Cazals desde el 37
Durante una de las ediciones del Festival de Cine de Morelia, Felipe Cazals acudió a la proyección de Los motivos de luz en su versión restaurada y portaba una gorra que decía “Cazals desde el 37” (año en el que nació), ahí mismo se refirió a su carrera, ante la pregunta de si habían valido la pena las dificultades que enfrentó para hacer cine, el cineasta dijo que “No, porque podría haber sido un buen dentista”, luego reparar en su broma y decir, “no es cierto, no lo crean”.
“He llegado a los ochenta años y he tenido una profesión maravillosa, soy un gran deudor, le debo mucho a muchísimas personas que ni deben saberlo, y si lo saben deben pensar que soy un cabrón malagradecido, pero no es así, estoy muy agradecido, porque solito no podría hecho ni una sola película y todo lo que hice y todo lo que sé es compartido con todos, porque aprendí de los eléctricos, utileros y hasta de los actores”, recordó sobre su medio siglo como cineasta.
amt