El fenómeno Trump en la música regional y global mexicana

Lo que vamos a encontrar ahora, con la reelección de Donald Trump, es una fuerza en el sentido diametralmente opuesta.

Foto: AFP
Juan Carlos Ramírez-Pimienta
Los Ángeles /

Las mediciones concretas, objetivas, tanto a nivel mundial como en Estados Unidos ponen, sin ninguna duda, a la música mexicana (que aquí para propósitos de este breve texto entenderé como una extensión de la identidad mexicana) a la alza. Es el segmento musical de mayor crecimiento en descargas en Estados Unidos y en el mundo. Todo esto dentro de una categoría más amplia que es la música latina cantada en español, que es, a su vez, la lengua musical que más creció en descargas en este 2024. 

No debemos confundirnos: el inglés sigue siendo la lengua musical dominante en el mundo, la lingua franca musical. De eso no hay duda, pero va claramente en declive, así como su principal país emisor, que es Estados Unidos. Todo esto lo documenta en su reporte de 2024 Luminate, una plataforma de análisis de tendencias, comportamientos y conocimientos en la música (https://luminatedata.com/).

Y es que los movimientos de la geopolítica también se manifiestan en la cultura popular, seguramente en la música. La hegemonía estadounidense va en declive incluso en este rubro. Un poco de reflexión hace evidente que el miedo a esta realidad es precisamente la gasolina que mueve la máquina del movimiento trumpiano, que le proveyó de esa lluvia de votos en busca de regresar a Estados Unidos a sus buenos tiempos (“Make America Great Again”). 

Todo esto a costa, en primerísimo lugar, de lo mexicano y los mexicanos. Al hablar de sus perspectivas en relación a las diferentes guerras en las que Estados Unidos mueve la cuna, el presidente electo ya ha intimado que su verdadero enemigo estaría en casa, y todo indica que somos nosotros.

Tenemos en el horizonte dos poderosas fuerzas que, de manera inevitable, van a colisionar en un futuro próximo. Va a ser interesante (doloroso, peligroso, pero interesante) ser testigos de este enfrentamiento entre fuerzas opuestas. Por una parte, Donald Trump y su movimiento antimexicano, y por el otro, la cultura popular mexicana; la música mexicana en su momento de mayor bonanza en el mundo y, sobre todo, en Estados Unidos. A saber, la causa tanto de su popularidad como de su asedio es la misma: el crecimiento simbólico de lo mexicano.

El proceso concreto de la resignificación de lo mexicano a un signo (mayormente) positivo se lleva a cabo en estos tiempos, sobre todo a través de los Corridos Tumbados. Peso Pluma recién obtuvo el galardón al Mejor artista latino del MTV europeo, compitiendo con los principales reguetoneros, entre ellos Bad Bunny y Karol G. Su marca es ya reconocida a nivel mundial y, definitivamente, por el estadounidense promedio.

En fin, que estos reflectores son una realidad no solo con Peso Pluma, sino con otros artistas como Natanael Cano y Fuerza Regida que están recalibrando la identidad mexicana. Este es un proceso que lleva al menos un par de años y del que he hablado en algunas otras colaboraciones para este mismo medio. Me refiero a la conversión de lo regional mexicano a lo global mexicano.

Lo que vamos a encontrar ahora, con la reelección de Donald Trump, es una fuerza en el sentido diametralmente opuesta. Como ya vimos en su primer término presidencial, gran parte del mensaje trumpiano consiste en atacar las identidades mexicanas, o la identidad mexicana, que para él es solo una, el mexicano como hombre malo (y aquí debo suponer que también incluye a las mujeres mexicanas en su odio).

Debemos ser honestos. A esta percepción abona el hecho de que la temática de los Corridos Tumbados, pero en realidad también la de una buena parte de lo que se conoce como música regional mexicana, incluyen un alto contenido panegírico del crimen organizado y de promoción del uso de opioides, una glamorización del uso de drogas. Las imágenes de mexicanos cruzando la frontera sin documentos, sumadas a las de poblaciones enteras devastadas por la epidemia del fentanilo, espantan a los estadounidenses, que no saben diferenciar entre opioides procedentes de México y aquellos recetados por el establishment médico estadounidense para enriquecer a las farmacéuticas. 

Para la gran mayoría de los estadounidenses, la crisis de opioides es culpa de México, de los carteles de la droga mexicanos y no de los otros carteles, los farmacéuticos, que incentivaron a los médicos para enviciar a todo aquel que necesitara un poco de alivio contra el dolor. Todo lo anterior, que se engloba en la demonización de lo mexicano, es parte central de las narrativas políticas de comunicación de la administración Trump.

Tradicionalmente, una buena parte de los músicos mexicanos radicados en México pasan temporadas en Estados Unidos, en giras, teniendo que renovar periódicamente sus visas de trabajo. Para lograr esto deben acudir a una cita donde, dependiendo del ánimo del funcionario consular en turno, se les pregunta mucho, poco o nada. Me parece lógico esperar que esas visas se tornen más difíciles de conseguir en la administración Trump, sobre todo porque el procedimiento es en buena medida discrecional. Un funcionario simplemente te dice sí o no. No tiene que dar explicaciones.

Hay incluso grupos musicales que hacen un periplo semanal, que vuelan a la frontera y desde ahí cruzan para trasladarse a San Diego, Los Ángeles o Phoenix. Los jueves, viernes, sábados y domingos están en Estados Unidos y regresan a pasar el resto de la semana en Sinaloa, en Sonora, o donde sea que residan. Otra buena idea para los músicos, además de renovar la visa lo más pronto posible, es mantener un perfil más inocente en las redes sociales. 

Lo que se viene va a ser una confrontación de la cultura popular, pero obviamente apoyada por una gran maquinaria de propaganda musical, de la poderosa industria del espectáculo. Esto por una parte, por la otra, vamos a enfrentar una inmensa fuerza política, la del trumpistmo con su componente de supremacía blanco. El terreno simbólico donde se llevará a cabo esta lucha es, desgraciadamente, lo mexicano, que ciertamente va a perder, solo queda saber qué tanto.


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