Claudio López Lamadrid
El editor catalán Claudio López Lamadrid Morante (1960- 2019) decía que tenía “el mejor trabajo del mundo” porque podía llegar una mañana a su despacho y encontrarse con un original de uno de sus autores favoritos en su escritorio (esto a propósito de Juan Marsé, quien con Javier Marías y Rafael Sánchez Ferlosio conformaba la trinidad de los escritores españoles que más admiraba).
Pero más que por publicar a autores reconocidos, su labor se valoró por los autores que le tocó descubrir y consolidar: J. M. Coetzee, David Foster Wallace, Emiliano Monge, Rodrigo Fresán, Alma Guillermoprieto, Raúl Zurita, Sergio del Molino, Mercedes Cebrián y Patricio Pron son algunos de ellos. El éxito lo alcanzó siendo fiel a los principios contenidos en su frase “Un editor ha de tener pasión, olfato y saber relacionarse”.
Aunque fue hijo del marqués de Comillas y sobrino del editor Antonio López Lamadrid, abrirse camino en el mundo editorial no fue fácil para él. Comenzó cargando cajas de libros para Beatriz de Moura y su tío cuando editorial Tusquets arrancó. Tras este literalmente pesado arranque, no tardó en involucrarse en las labores editoriales aprendiendo los secretos del oficio de la mano de De Moura; para reforzar su formación lo enviaron a París.
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Licenciado en Derecho, tras pasar en Tusquets diez años, se despidió de la editorial donde asimiló las bases de su oficio. Se dedicó un tiempo a traducir y a hacer crítica literaria, actividades que no le proporcionaron satisfacción alguna. Después, con Ignacio Echeverría, a quien conoció en Tusquets, echaron a andar Galaxia Gutenberg impulsando las colecciones Obras Completas y Bibliotecas Universales.
Su reconocimiento como editor hecho y derecho llegó cuando arribó en 1997 a Grijalbo Mondadori, raíz de lo que en el futuro sería Penguin Random House. La colección Literatura Mondadori fue su joya más preciada. Con la experiencia acumulada, ejerció su oficio a veces rechazando a un escritor reconocido si su nueva obra no cubría los criterios de calidad establecidos o dejando ir a otros. Su principal reto en los últimos años fue descubrir nuevas figuras de la literatura latinoamericana y llevarlas a España.
Lúcido y con gran sentido crítico, dejó asentado: “La imagen clásica del editor como un intelectual ajeno al mundo y encerrado en su oficina rodeado de libros está muerta. Hoy en día un editor tiene que dar la cara y defender sus elecciones”.
Homenaje al Mérito Editorial. Reconocimiento póstumo
Participan: Rodrigo Fresán, Juan Casamayor, Juan Cruz Lunes 2 de diciembre, 19:30 horas Auditorio Juan Rulfo Salón 3
María Gainza
Aunque su carrera como escritora empezó algo tarde, la literatura siempre formó parte de la vida de la escritora argentina María Gainza(1975), ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por su novela La luz negra (Anagrama, 2018).
La entrega del premio a una autora de una obra parca no deja de sorprender, pero la calidad y originalidad de su escritura han logrado que se supere este cuestionamiento. Además de Luz negra, Gainza solo ha publicado el libro sobre artistas plásticos argentinos Textos elegidos 2003-2010 (2011) y su primera aproximación a la ficción El nervio óptico (2014).
María Gainza pertenece a una familia de clase alta a la que le rompió las expectativas que tenían sobre ella; su madre aspiraba a que se casase con un jugador de polo, pero terminó casándose con un músico que murió joven. Esta actitud de alejamiento ha definido su trabajo como escritora.
Estudió Historia del arte, carrera que no terminó pero que le permitió comenzar a escribir en el suplemento Radar de diario Página/ 12. Textos elegidos 2003-2010 nació de esas colaboraciones y las que realizó para algunas revistas; el libro tuvo una buena recepción por lo inusitado de la escritura. Gainza ha explicado: “Nunca hice crítica de arte. Como casi todo lo que me pasa, es un malentendido. Yo hacía notas periodísticas sobre arte, que no es lo mismo”.
Esta especie de outsider en su obra de ficción, el siguiente paso que le tocó dar, ha mantenido su personalísimo modo de escribir. El nervio óptico y La luz negra tienen igualmente como trasfondo las artes plásticas. Si bien la heterodoxia en cuanto a la escritura ha quedado como uno de sus rasgos, el principio de escribir sobre lo que se domina no se pierde. Porque hablando de heterodoxia, a pesar de que a estos dos trabajos se les ha catalogado como novela, la primera no se ajusta totalmente a la definición convencional. En todo caso, puede decirse que es una “novela en cuentos”.
La pretensión de Gainza, como lo ha aclarado, y eso permite entender la indefinición del género, era que el libro funcionara como una guía para museos. La luz negra posee una estructura más reconocible como novela; llegó a su personaje principal, La Negra, una falsificadora de cuadros, por accidente. En diversas entrevistas, Gainza ha puntualizado que le interesó de ella más la leyenda que el dato real.
Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz
4 de diciembre 19:30 horas Auditorio Juan Rulfo Salón 3
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Adriana Malvido
Han pasado 40 años desde que Adriana Malvido (Ciudad de México, 1957) inició su carrera en el periodismo. Su trabajo ha sido recompensado. El 8 de diciembre, a las 17:30 horas, recibirá el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, el acto que clausura la edición XXXIII de la FIL.
Luego de estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana, Adriana Malvido inició su carrera en el diario unomáuno. En 1984 se unió al grupo que fundó el periódico La Jornada y más tarde pasó por las páginas de las revistas Equis y Proceso, y los diarios Milenio y El Universal, sobre todo publicando entrevistas y reportajes.
Sobre sus empeños, a mediados de 2019 declaró para el suplemento Laberinto: “Necesitamos aportar con nuestros puntos de vista. Los reporteros culturales tenemos que dar la perspectiva histórica. Tenemos la responsabilidad de ser atentos y críticos, superando la coyuntura y la reacción de rebote sobre lo que está pasando”.
Dos de sus libros más representativos provienen justamente de su vocación periodística: La Reina Roja, el secreto de los mayas en Palenque y Los náufragos de San Blas. Hablar del primero es hablar de un descubrimiento sobrecogedor. En 1994, un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia encontró un camino —dentro del Templo de la Calavera, en Chiapas— que conducía hasta un sarcófago que contenía los restos de una mujer enterrada con todos los honores de un gobernante.
Siguiendo una intuición, Adriana Malvido se había sumado a ese equipo, sin otro ánimo que el de testimoniar una expedición arqueológica. De este modo, se volvió testigo privilegiado de un hallazgo sin precedentes en los últimos 50 años. Toda la aventura, y las conclusiones que trajo consigo, quedaron consignadas en este libro publicado en 2006.
El segundo libro tiene la forma de una investigación. En julio de 2006, tres pescadores fueron rescatados por un barco taiwanés en las aguas del Océano Pacífico. Según su relato, se habían hecho a la mar nueve meses atrás junto a otros dos compañeros que murieron durante los días a la deriva. El hecho movilizó a la opinión pública y atrajo la atención de Adriana Malvido, quien se desplazó hasta Nayarit para aclarar la verdad. El resultado es una prueba ejemplar de las características de un reportaje.
A este respecto, declaró: “Debemos seguir luchando por la investigación de largo aliento, por un periodismo que no solo informe sino que proporcione elementos para ver la realidad desde otra perspectiva; no solo para enterar El reportaje al día Adriana Malvido a la gente sino para entender lo que está sucediendo”.
Nahui Olin, la mujer del sol (1994) es otro de sus libros. Biografía personal y biografía de una época, sigue los pasos de la pintora, poeta y modelo Carmen Mondragón, un símbolo de la independencia femenina en las primeras décadas del siglo XX. Amante del Dr. Atl, rebelde y figura de algunos murales de Diego Rivera, Nahui Olin —como se rebautizó— encarna a la mujer inclasificable cuya conducta escapa a toda coerción social.
Sobre la distinción que recibirá en la FIL, Adriana Malvido ha dicho: “Me parece muy importante que la FIL siga reconociendo al periodismo cultural, porque lo necesita. Me da gusto también que se premie el trabajo de los reporteros, una labor muy apasionante pero al mismo tiempo muy dura, y en los últimos años castigadísima en cuanto al espacio y los foros”.
Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez
Domingo 8 de diciembre, 17:30 horas Auditorio Juan Rulfo