Hace una década, Antonio Lobo Antunes vino por vez primera a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara para recibir el premio literario que se otorga en el contexto del encuentro editorial y literario, aunque para ese año ya no llevaba el nombre de Juan Rulfo, lo que no dejó de entristecerlo, porque lo había conocido.
“Pedro Páramo es para mí uno de los libros mayores de la literatura universal de todos los tiempos. Tenemos que aceptarla como es y pensar que estamos hablando de una obra maestra absoluta: la manera de mirar a las cosas, el paisaje… etcétera. Es un libro perfecto, para mí es uno de los cuatro o cinco libros más perfectos de la literatura universal”, dijo el escritor portugués en una de sus primeras actividades en la FIL, donde su país es el invitado de honor.
Autor de títulos de referencia en la literatura universal, como Memoria de elefante, Esplendor de Portugal, Exhortación a los cocodrilos o Manual de inquisidores, por mencionar sólo a algunos, Lobo Antunes es el protagonista de los más de 40 escritores que forman parte de la delegación portuguesa: un convencido de que el talento no existe, sólo el trabajo.
“No hay talento, hay bueyes. Este es un trabajo de humildad, los bueno escritores somos más humildes. Conocí a Rulfo, estuve con él dos veces: era el hombre más humilde que he conocido. Empiezan a entender que escribir es una cosa muy muy difícil. Es una cosa imposible. Nunca vas a conseguir lo que quieres, puedes ir de derrota en derrota, pueden ser muchas derrotas o malas derrotas. No hay ningún secreto, es solamente trabajo”.
Antonio Lobo Antunes suele estar entre los candidatos al Premio Noble de Literatura, más allá de que en las últimas semanas haya criticado el galardón; un escritor que apuesta por el trabajo, no cree en la inspiración o en las musas: empieza a escribir desde las seis de la mañana y hasta la una de la tarde; después de las dos hasta las ocho, y a partir de las nueve y media, una o dos horas más. Todos los días, incluido sábado y domingo.
“No hago nada más. Para mí es la única manera, es una cosa muy seria: si quieres escribir, no puedes hacer nada más que eso. Y no inventas nada, tampoco. Tienes que transformarte en un esquizofrénico, tienes que esperar que las voces empiecen a hablar.
“Te sientas para escribir y la primera hora para mí es perdida, porque las voces no vienen, tengo que esperar su llegada. Después me invitan a escuchar lo que dicen y a copiar, la parte más horrible es la de las correcciones y todo, que son incontables. Pero no es un trabajo difícil”.
Una de las cosas que sí le suceden es que le cuesta trabajo volver a hablar acerca de sus novelas, como de la más reciente No es medianoche quien quiere, porque cuando termina de escribir un libro es “como un matrimonio que terminó con el divorcio… empiezas a olvidar, porque si no lo haces, no puedes empezar otro”.
“Qué cosa es la realidad, cuántas realidades hay. Nadie sabe contestar a esa cuestión. Vives o sueñas. Calderón sustentaba que la vida no es sino sueño. Esas son cuestiones muy difíciles de poner, porque yo no tengo respuestas, sino solamente tengo preguntas y no tengo ninguna respuesta, no tengo ninguna solución para nada, intento comprender lo incomprensible que es el mundo. Por ejemplo la muerte."
“No solamente la muerte es algo incomprensible e injusto para mí, es también delante de la vida, la vida es una cosa tan rica, tan variada, te da tanto material. Escribir es escuchar con más fuerza, las voces empiezan hablando y entonces solo tienes que traducirlas y organizarlas. La escritura es un delirio organizado”, en palabras de Antonio Lobo Antunes, quien luego de su primera aparición, sostuvo una conversación con la escritora colombiana Laura Restrepo.
mrf