Bernardo Fernández, Bef, regresa a la ciencia ficción con una distopía intergaláctica: El llanto del aire (Océano, 2025), primera de tres entregas sobre la colonización de un planeta a manos de oaxaqueños.
“El primer ingrediente es el asombro. Si algo tiene la literatura de ciencia ficción es el asombro. Escribo estas cosas porque me asombra el universo, la ciencia, y a partir de ello quise construir una historia preguntándome qué sucedería si…”, cuenta en entrevista en la FIL Guadalajara.
“¿Qué sucedería si la humanidad se expandiera por el universo y los mejores planetas les tocaran a los países ricos y los más inhóspitos a los países pobres? A partir de esa idea, imaginé que la humanidad se expandiría por todo el universo”, pero acota que esos países que imaginó son los asociados al Brics: Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica e Irán, aunque también incluyó Corea.
A ese primer bloque de planetas ricos añadió un segundo formado por los estadunidenses, canadienses, israelíes y europeos, quienes en su distopía habitan planetas más inhóspitos, aunque, para no variar, los mundos más desérticos, helados y sin agua son para los latinoamericanos y africanos.
Subraya que sus dos primeras novelas de ciencia ficción, Gel azul y El estruendo del silencio, ambas reconocidas con el premio Ignotus, ocurren en el mismo universo que El llanto del aire, por lo que hay conexión y continuidad.
“Originalmente, quería hacer una novela de mil páginas, pero ante la complicación técnica y comercial, la decisión fue hacer una trilogía y contar tres momentos de la terraformación de un planeta que se llama Cuicatlán, colonizado por oaxaqueños. Suena a chiste, pero lo que me interesa es cómo, cuando llegamos a los confines del universo, llevamos a cuestas nuestras identidades culturales”, apunta el escritor y artista gráfico.
Nieto de un oaxaqueño, a Bef le ha sorprendido cómo Oaxaca, a pesar de los embates de la modernidad, ha logrado mantener una identidad poderosísima en términos culturales.
“Cuicatlán es un planeta desértico donde hay poca agua y está en proceso de terraformación. En los años setenta, Carl Sagan propuso un método de terraformación muy bonito para Marte, que consistía en ir regando plantas suculentas que necesitan poca agua y pueden sobrevivir en el desierto, pero que en el proceso de fotosíntesis lanzan oxígeno y humedad. Decía que después de varias décadas se podía calentar la atmósfera para crear un planeta vital, pues Marte puede tener menos de treinta grados centígrados”, agrega.
Cuicatlán es uno de los planetas del cascajo cósmico al que llega una primera expedición de oaxaqueños, trabajadores agrícolas de Marte que se sienten vigilados. Se van y noventa años después, cuando transcurre la acción de la novela, hay solo una estación de observación con militares y un biólogo.
“Llega un biólogo descendiente de oaxaqueños a sustituir al biólogo anterior, que muere en circunstancias extrañas, y descubre cuál es el secreto por el cual los colonos se sentían observados: se trata de un secreto industrial que permitió a la humanidad expandirse, a costa de un genocidio ecológico”, adelanta Bef la trama de su saga.
Prevé que el segundo tomo, cuyo nombre da la primicia a MILENIO, se llamará Los devoradores de planetas y saldrá el verano próximo; del tercero, prefiere mantener el título en reserva.
Sobre cómo aplica las reglas de la ciencia ficción, Bef señala que la primera de ellas es la plausibilidad, que lo que se plantee científicamente sea por lo menos posible, si bien poco probable, que esté basado en una rigurosa investigación tecnocientífica.
“Y segundo, la ciencia ficción es hija de la novela de aventuras o una rama. Entonces, para mí es muy importante que sea amena, divertida. Y, finalmente, que tenga una reflexión profunda sobre lo que estamos haciéndole al mundo con la tecnología”, agrega el escritor que reconoce la influencia de Snowcrash, el clásico cyberpunk de Neal Stephenson.
“Más que una proyección tecnológica, para mí era más importante una proyección del modelo de capitalismo extractivo en el cual vivimos. Tuve que investigar mucho de astronomía, de biología, de computación, de matemáticas, pero lo que realmente proyecto con mucha inquietud es la dinámica depredadora del capitalismo extractivista”, añade Bef y subraya que El llanto del aire es ciencia ficción, pero también una novela social.
LHM