La palabra sánscrita chamatkara se ha traducido de muchas maneras. Algunos la relacionan con “milagro”, otros la explican como “asombro” o “encantamiento”, aunque una definición tan hermosa como precisa es la del indiólogo Raffaele Torella, quien la llama “un saborear maravilloso” de la experiencia cotidiana una vez que se ha logrado separar la realidad aparente de la contundente, para llegar al camino de la liberación.
El final último de este recorrido es una salida progresiva del estado de “concentración” hacia una “expansión” cada vez más universal. El hombre y la mujer que han estudiado alguna rama del budismo e hinduismo son liberados no porque hayan abolido el mundo “común”, sino porque han aprendido a vivirlo como la forma real en la que se manifiesta libremente la divinidad-energía. Es un viaje circular en el que la realidad cotidiana constituye a la vez el punto de partida y el de llegada.
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Este año, la Feria Internacional del Libro en Guadalajara ha estado llena de ese saborear maravilloso, esa probadita celestial de lo que India es, lo que representa, de su importante papel como una nación generadora de un cambio de conciencia que podrían compartir seres humanos de todas las latitudes si comprenden que el cambio está dentro de uno mismo, ahí, en ese espacio donde se puede ser testigo y protagonista; ahí donde radica el sí mismo de cada uno de nosotros, al que deberíamos conocer, confrontar, abrazar y soltar.
Las mujeres han dado un paso en este sentido porque han comprendido que los hombres no serán quienes generen un cambio de paradigma en donde se camine en unidad de género en lugar de la desigualdad y el abuso. Por eso se apropiaron de los pasillos de la feria el viernes, gritando consignas que hacían estremecer, enarbolando paliacates verdes, exigiendo respeto. Ellas saben ya que el sufrimiento es optativo y están eligiendo no preservarlo. Por ello su rabia pero también su valentía. El hacer suya la FIL. El acercar al ámbito editorial, donde ha habido señalamientos diversos de violencia de género, su ola verde, su furia, su determinación.
Probablemente los booktubers aún no sepan que es momento de cambiar, tan inmersos en su mundo de fama inmediata que los vuelve ídolos por unos meses para después cambiarlos por el más flamante, el más ingenioso, el más arriesgado. O quizá sí… y son realmente el destino de la era digital, los que nos van a enseñar el camino a seguir una vez que el futuro nos termine de alcanzar.
India dentro de ti
“No llores por haber perdido el sol, pues las lágrimas te impedirán ver las estrellas”, escribió Rabindranath Tagore y sus palabras resuenan en la antesala del final. Se va India con sus colores, con su música, su mística, sus sabores a curry y especias que se quedan atrapados entre el corazón y el paladar; con la permanente búsqueda de su gente, su humildad, su deseo de compartir aquellas verdades a las que han llegado.
La tierra de Shiva, Buda y Gandhi llegó desde muy lejos no para apropiarse de esta parcela mexicana, porque eso estaría sobrado de ego y apegos, sino para enseñar que hay vida más allá del océano de nuestra mente, que hay un mundo que pareciera psicodélico (como de viaje con DMT) pero es cierto, es de verdad, y está plasmado en los rostros, los cuerpos, las voces de quienes transformaron el Foro FIL en un derroche de novedad deslumbrante.
Los ritmos de Rajastán se quedarán para siempre incrustados en un lugar de la memoria a donde se pueda acudir cuando nada importe. Las dunas del desierto de Thar se abrirán para dar consuelo cuando la industria editorial se ponga caprichosa y ese impulso llegará hasta la cuenca del río Dhundar, donde tantos escritores fluyen en las aguas de la vanidad, del desplante, de la “importancia”.
Como si fuera un templo de Uttar Pradesh, la FIL seguirá cimentando su estructura en la diversidad, será punto de reunión de editoriales chicas y grandes, en español y en otros idiomas, con sus fiestas increíbles donde el tantra encuentra sitio, con sus salones tan llenos de Elenita y Mario y Miller y Cercas y Clavel y F. Hernández y Volpi y Mendoza y Carabias y Zusak.
El próximo año llegarán nuevos e interesantes vientos, otras dunas, otra arena, proveniente de Sharjah y la cultura árabe. Quizá entonces vuelva a hacerse necesario que yo esté presente, pero, por ahora, me voy feliz de mi feria de las maravillas, sumergida en la nada, sabiendo que entre los libros y el advaita deambulará siempre, libre y feliz, mi alocado y propio ser.
ÁSS