Para inaugurar el Salón de la Poesía este año, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tuvo el honor de recibir a Charles Simic, ganador del Pulitzer de Poesía, quien estuvo acompañado en la mesa por Françoise Roy y Luis Armenta Malpica.
Con calidez y un caballito de tequila al lado, que bebió con gusto frente a sus lectores, el poeta se hizo de humor y alegría para leer una selección de poemas que, paralelamente, Luis Armenta Malpica tradujo en voz alta para los asistentes a la velada. “Retratos infantiles de dictadores famosos”, dijo en voz alta Simic; como nota al pie compartió con el público una breve narración, en la que rememoró aquellos tiempos donde era común encontrar libros biográficos de dictadores con fotografías de ellos cuando eran pequeños. “Quién diría”, agregó, “que esas pequeñas criaturas, aparentemente inocentes, habrían de convertirse con el paso del tiempo en las personas que llegaron a ser. Nadie lo habría advertido”. Acto seguido deleitó a la audiencia con el poema inspirado en aquellas imágenes, que le marcaron durante tanto tiempo.
“Lo que los gitanos le dijeron a mi abuela cuando todavía era una niña pequeña”, leyó Simic, mientras recordaba los tiempos difíciles por los que tuvieron que pasar sus padres y abuelos; particularmente haber estado ahí para vivir la Primera y Segunda Guerra Mundial, y lo que de ello se derivaría. “Serás como una ciega viendo una película muda”, contó que los gitanos le decían a su abuela, al tiempo que el poema avanzaba y la atmósfera en el Salón de la Poesía parecía absorber poco a poco cada palabra, cada imagen, cada presagio desafortunado que, con la voz un tanto ahogada, pero firme, de Simic, salían de su boca conforme el tiempo avanzaba. “Muñeca, estás en venta, te dirá el diablo”, continuó en su lectura. Los asistentes, prendados a la hoja con la serie de poemas elegidos por el escritor, parecían buscar una respuesta a cada verso que él decía.
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Conforme los poemas avanzaban, los lectores parecían elegir cada quien un poema favorito en la hoja de papel. “La vida es hermosa y cruel a la vez”, leyó Simic. De manera paralela, cada texto sumaba distintos atributos a las imágenes construidas por el poeta serbio. A veces humor, a veces alegría, a veces sólo sensaciones crudas que remitían a lo cotidiano de la ciudad, a la magia de los artilugios que cada persona experimenta con el paso del tiempo. “No hay ningún proceso que garantice que escribiremos lo que queremos”, agregó cuando se le preguntó respecto a su proceso creativo. Rememoró aquella vez cuando, a sus diez años, buscó por todos los medios escribir un poema para su abuelo, a quien quería con todo su corazón. Se dio cuenta, continuó su narración, que el poema sólo comenzó a ser bueno cuando logró sacar al abuelo de él. Desde su experiencia, un poema resulta ser malo cuando comienza a escribirlo con una idea específica de lo que quiere decir.
Para cerrar con broche de oro compartió con sus lectores un breve poema, que retrata la vida de las ratas en Nueva York; una suerte de animales que, sin importar su naturaleza, pueden darse el lujo de atravesar avenidas, calles elegantes y conocer paisajes privilegiados. Una ola de aplausos recorrió el Salón de la Poesía. Charles Simic se puso de pie, bebió un poco más de tequila, y agradeció por su presencia a sus lectores con una larga y honesta sonrisa en el rostro.
GPE