Claudio López Lamadrid: una vida dedicada a la edición

FIL 2019

El editor, fallecido sorpresivamente a inicios de este año, recibirá el Homenaje al Mérito Editorial este 2 de diciembre a las 19:30 horas.

Claudio López Lamadrid, un hombre cálido, divertido y magnético
Carlos Rubio Rosell
Guadalajara /

De todos los oficios que desempeñó dentro del mundo de la literatura —almacenista, corrector, traductor, crítico, editor de textos—, Claudio López Lamadrid no tenía ninguna duda a la hora de elegir el de editor como el mejor oficio del mundo.

Claudio era un hombre cálido, divertido y magnético, según le recuerda la mayor parte de la gente que lo trató. Habitualmente apresurado, muy discreto y casi inasible, mostraba en público una cierta sofisticación de maneras, una impronta que seguramente le venía de familia.

Nacido en Barcelona en 1960, López Lamadrid comenzó su labor editorial en París, donde trabajó para Christian Bourgois, y enseguida pasó a formar parte del brillante equipo de Beatriz de Moura en Tusquets, donde permaneció una década, hasta que fue llamado para ayudar a crear y desarrollar el sello Galaxia Gutenberg. Tras ese trabajo, en 1997, se convirtió en director literario de Grijalbo, sello que más tarde adquiriría Mondadori, convertido después en Random House y finalmente en Penguin Random House, donde Claudio estuvo siempre al frente del área literaria hasta el día de su muerte, el 11 de enero de este año, momento en el que era el director de toda la división en español del gigante editorial, desarrollando las estrategias y los planes editoriales entre España y América Latina.

Aunque en el mundillo literario a López Lamadrid se le reconoce como un adalid de la literatura posmoderna, Sergio Vila-Sanjuán destaca que, además de un grupo de autores metaliterarios, irónicos, temáticamente realistas y formalmente experimentalistas, en los que se centró y cuya figura más destacada fue David Foster Wallace, de quien contrató su obra emblemática, La broma infinita, también se debe mencionar, como ha señalado el periodista español Juan Cruz, su labor editorial en favor de autores de lengua hispana: César Aira, Rodrigo Fresán, Alberto Fuguet, Patricio Pron, Alma Guillermoprieto o Cristina Rivera Garza, por citar solo unos cuantos que representan su voluntad de renovación generacional, sin que ello le impidiera, como apunta Vila-Sanjuán, cultivar a autores de trayectoria más asentada, como J. M. Coetzee, Orhan Pamuk, Svetlana Aleksiévich, Juan Marsé, Philip Roth, Antonio Lobo Antunes o Salman Rushdie.

Como organizador, los que siguieron más de cerca su trabajo cuentan que mantuvo una política que se parecía a la del mítico editor catalán Carlos Barral en su época dorada, incorporando a su lado a amigos leales con talento como Ignacio Echevarría como uno de sus grandes consejeros a la sombra, o de manera formal a Cristóbal Pera en la división literaria, a Miguel Aguilar en las distintas áreas de no-ficción, a Andreu Jaume en obras completas y clásicos o a Mónica Carmona en nuevas tendencias.

Claudio López Lamadrid

Al momento de su sorpresiva e inesperada muerte, todos ellos mencionaron la calidad humana, la generosidad y bondad de López Lamadrid a nivel personal, y a nivel profesional su apuesta por una política de edición cultural independiente, a ratos arriesgada, en el seno de una multinacional muy exigente a la hora de rendir cuentas y números fríos.

En ese sentido, el propio Claudio reivindicaba sencillamente que lo más importante de su labor como editor era precisamente la edición de texto, algo, decía, que las nuevas generaciones han ido descuidando. “Es una lástima, porque se trata de una parte fundamental de nuestro oficio. Eso es algo que aprendí y que le tengo que agradecer a Beatriz de Moura, que me hizo recorrer todas las áreas: selección de manuscritos, revisión de traducciones, el comité de lectura… Pero editar los textos, trabajar con el autor, o con la traducción, y encima hacerlo de forma anónima, sin dejar rastro de autoría, es fascinante porque tocas la esencia misma de tu cometido: el editor trabaja para el autor, y no viceversa”.

López Lamadrid era muy consciente de que algo había cambiado en el mundo editorial, y que a los habituales cometidos de selección y labor de edición, de un tiempo a esta parte se habían añadido nuevas asignaturas. “Hoy en día un editor no se limita a seleccionar un texto y prepararlo para la imprenta”, comentaba. “Con la eclosión del mundo digital y las redes sociales, la distancia entre el creador y el lector casi ha desaparecido. Lo que queda entre uno y otro, los intermediarios, somos los que estamos en peligro si no cambiamos radicalmente de actitud. El editor es un prescriptor y tiene que saber que su futuro pasa por el diálogo directo con el consumidor final”.

Ahora que la FIL de Guadalajara le rinde un merecido, aunque nunca deseado homenaje por ser póstumo, lo que nos hace lamentar su pérdida muy a destiempo, es bueno recordar también que López Lamadrid pensaba que esta gran cita del mundo del libro tenía aún grandes retos por delante, ya que desde su punto de vista era una feria “muy interesante, pero de momento interesante solo para los editores de lengua española”, pues a nivel de negocio apreciaba que seguía estando por detrás de la de Londres y, sobre todo, de la de Frankfurt, “que en el fondo es la única feria imprescindible del año”.

También opinaba que los editores españoles se interesaban más por los autores latinoamericanos. “Yo publico a mucho autor latinoamericano, y sin embargo en Latinoamérica es complicado publicar a autores españoles. Marsé, Cercas… cuesta muchísimo venderlos allí. Excepto unos pocos elegidos como Vila-Matas o Pérez-Reverte, los autores españoles tienen mucha menos presencia de la que tienen sus compatriotas aquí. Lo curioso es que ellos mantienen lo contrario”, decía.

En todo caso, Claudio López Lamadrid sigue concitando entusiasmos en ambas orillas, como es el caso de este homenaje que le rinde la FIL en Guadalajara y como ocurrió durante su funeral, al que asistieron de forma multitudinaria editores, incluidos veteranos y competidores directos o jóvenes cachorros ya crecidos, libreros, escritores, agentes literarios y hasta políticos, lo que permite apreciar la estatura humana y profesional de un personaje a quien lo que más le gustaba era leer y editar, consciente de que al traer los libros al mundo, los editores escriben un poco todos los libros que publican, lo que para él convertía su labor “en el mejor oficio del mundo”.

Homenaje al Mérito Editorial

Lunes 2 de diciembre, 19:30 horas

Auditorio Juan Rulfo

Reconocimiento póstumo a Claudio López Lamadrid

ÁSS​

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