Entre las múltiples posibilidades que ofrece la escritura, una muy destacada es, en opinión de la escritora Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964), la de “cuestionar e interrogar las narrativas que nos ofrece el poder”, esas historias que parten de fundamentos patriarcales, coloniales, racistas y capitalistas.
La autora de El invencible verano de Liliana (Penguin Random House, 2021) criticó a estas narrativas hegemónicas durante el panel “El legado de la mujer en el arte y la literatura”, en el marco de la edición 38 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
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“En términos de escritura, se habla con frecuencia en tiempos actuales del boom de las mujeres, algo que las mismas mujeres han criticado porque escritoras ha habido siempre, que no les hayan puesto atención es otra cosa. Tenemos que empezar por señalar eso”, dijo Rivera Garza al principio del panel, donde estuvo acompañada por la directora de orquesta Gabriela Díaz Alatriste y la crítica de arte Argelia Castillo.
Como seres sociales, no solo nos hacemos “de lo que comemos, también de las historias que nos contamos”, apuntó la ganadora del Premio Pulitzer 2024, para quien es vital “encontrar puntos de debilidad” en las narrativas del poder. “¿Por qué? Porque si no vamos a seguir contando las mismas historias todo el tiempo, y en lugar de poder escribir El invencible verano de Liliana como está escrito, tendría que contarlo en una narrativa de crimen pasional, que implícitamente exonera a los perpetradores”.
Para hallar fisuras en esas narrativas nocivas, Cristina Rivera Garza pugna por “hacerse de las palabras de las mujeres, de los hombres, de los trabajadores, de aquellos que muchas veces pasan desapercibidos o a cuyas experiencias no les ponemos la atención suficiente. Si empezamos por ahí, podemos llenar el mundo de otras narrativas, luego de otra manera de relacionarnos con nuestro presente y, de manera ideal, con nuestro futuro”.
La escritora tamaulipeca mencionó a tres escritoras que en sus obras hacen una “reescritura del mundo” volteando hacia el pasado, “poniendo la palabra en otras bocas, en otras experiencias”: las mexicanas Rosario Castellanos y Sara Uribe, y la argentina Gabriela Cabezón Cámara.
“Cuando vamos a los libros nos divertimos, reímos, lloramos, pero, sobre todo, creo que un libro nos transforma esa capacidad de decir ‘Esta no necesariamente es mi narrativa, no me tengo que contar como me han contado’. Hay otras maneras de estar en el mundo y de producir mundos. Por eso sigo escribiendo”.
Mujeres en el arte y la música
En su intervención, Gabriela Díaz Alatriste, primera mujer asignada a la titularidad de una orquesta institucional en México, resaltó que cada vez hay más jóvenes interesadas en la música clásica, aunque hay mucho trabajo por hacer, por ejemplo: que en las escuelas se reconozca la labor de las compositoras y directoras, históricamente relegadas. “La visibilidad de las mujeres en el arte va creciendo, sobre todo con nuevos datos. En la revista Science se acaba de publicar un artículo que en el arte rupestre la mayor parte de las manos son de mujeres, y seguramente la mano fue la forma de firmar. Entonces, entre las primeras firmas artísticas de la historia tenemos manos creadoras de mujeres”, agregó Argelia Castillo.
ÁSS