El día de ayer: de muertes y conciertos improvisados

FIL Guadalajara 2018

En un mismo día, la FIL Guadalajara nos hizo reflexionar sobre la muerte con Goncalo M. Tavares, nos invitó a descubrir música portuguesa con Ana Bacalhau y nos sorprendió con la llegada inesperada de Troker al Foro Fil. Esto nos cuenta Verónica Maza

Todos tienen una misión en la FIL Guadalajara 2018. (Foto: Paula Vázquez)
Verónica Maza Bustamante
Guadalajara /

El hombre está hablando a través de un micrófono y su voz, en castellano con acento portugués, inunda uno de los pasillos laterales del pabellón principal. 

“Te hace filósofo saber que vas a morir; es lo único cierto que tenemos en la vida. ¿Qué sucede en ese espacio intermedio? Es lo que tratamos de averiguar”, dice. No hay manera de seguir, indiferente, hacia la salida. Hacer una escala es imperante. Pregunto quién es ese ser de cabello cano y despeinado con lentes sin montura. Una chica me enseña el programa: es Gonçalo M. Tavares, narrador, dramaturgo y poeta proveniente del país invitado. Continúa: “Séneca me hizo entender la diferencia entre lo urgente y lo esencial. Lo último cambia la vida de las personas; lo urgente es otra cosa, es una acción que debes resolver de manera inmediata. El punto es que lo esencial tiene que ser urgente”.

“Cuando yo me muevo de este punto de mi silla al otro, lo que queda en ese espacio vacío es la muerte. Siempre está detrás de mí”, explica y en mi cabeza se queda rondando esa idea. 

Decido ir sola, de inicio, la concierto de Ana Bacalhau. Me coloco en el que considero el centro del Foro FIL, donde el sonido es de gran calidad. Un hombre baila con enjundia. Le pregunto qué le genera la música de la cantante portuguesa: “Su voz me transporta a otros lugares; ella me emociona tanto como sus músicos”, responde. Después, se entrega al baile, a ese que te envuelve sin que pienses en pasos a seguir. ¿Será que también de eso se trata morir? 

Inesperadamente, después de Ana anuncian al grupo tapatío Troker, ausente en el programa. Ellos están presentando su nuevo disco, Imperfecto, así que se adueñan del escenario sin importarles que más de la mitad de la gente se haya ido. Somos pocos, pero estamos en un estado de expectación que nos obliga a quedarnos. “De nuevo”, pienso yo. Hay momentos en los que no puedes escapar, por el bien de tu alma.

Cuando la banda comienza a tocar, no hay vuelta atrás. Ahora estoy con mis mejores amigos. “No hay manera de que escuches esto en el estéreo de tu casa, sería imposible sentir esta fuerza energética del en vivo”, me dice mi esposo, quien está viviendo su primera FIL. Pienso que ese lugar es como el corazón del foro. El impacto de las canciones de Troker en el pecho es abrumador. 

Me acerco al escenario. La sensación se incrementa. Los músicos se mueven como si tocaran con cada músculo. El trompetista, con su traje de mariachi, espera de pie, muy derechito, el momento de explotar en una llamarada que acerca a la tradición mexicana pero también al delirio. Pienso en Gonçalo. “Como si lo hicieran sabiendo que van a morir”, pienso. Me entrego a la música, a las risas, al asombro. 

Si algún día voy a dejar de existir, que sea bailando en medio de un mar de letras. 

Verónica Maza con Leonardo Tarifeño, autor de 'No vuelvas'. (Paula Vázquez)


Renacer 

En el stand de Almadía, al día siguiente, me espera Leonardo Tarifeño. Lo voy a entrevistar por su libro No vuelvas. Le pregunto cómo se enfrenta, siendo periodista, al tema de la muerte. “Una vez cubrí un feminicido en La Pampa, Argentina. Me impresionó que por esos días también había muerto un niño y en las calles se pedía por él pero jamás por la chica, que había sido golpeada y asesinada por su pareja. Me dio miedo pensar que la muerte es realmente el olvido. En un plano personal, la muerte que más me ha afectado es la de Sergio González Rodríguez, muy amigo mío. Ahí me di cuenta de que no,
jamás olvidas. Cuando hubo algo de verdad, la muerte no es una separación definitiva”. 

Alejandro Magno simulaba con frecuencia su entierro, contaba Gonçalo M. Tavares. Lo hacía con bombo y platillo, después se dormía no sin antes planear cómo resucitar al día siguiente, sabiendo qué nuevo país quería conquistar. “La idea de morir cada día me agrada, porque te lleva a un estado de gracia. El día que comprendamos que vivir es urgente porque nos vamos a morir, quizás algunas cosas cambien”, explicó.

Si me preguntaran dónde quiero resucitar el día de mañana respondería que en aquel lugar en donde estuve el día de ayer: la FIL de Guadalajara.


vmm

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