“Sé paciente y duro; algún día este dolor te será útil”. La frase pertenece a una elegía de Ovidio, pero enmarca la sensación remanente en el lector que recorre las páginas de Un bien al mundo (Elefanta, 2019). Animado por “el deseo de saldar cuentas con el miedo de la infancia”, Andrea Bajani (Roma, 1975) narra la relación entre un niño y el dolor que lo acompaña desde sus primeros días de vida. La suya es una novela de eterna transformación que cuenta el final de la inocencia y revela cómo “del dolor se puede aprender mucho”.
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—El libro sugiere que a todos, sin excepción, nos acompaña un dolor
Siempre pensamos que es un peso y que disminuye lo que somos. En cambio, luego nos damos cuenta de que el dolor es alguien más. Es decir, un alguien que nos permite no estar solos. Del dolor, paradójicamente, se puede aprender a divertirse.
—Eso explica por qué le diste al dolor atributos de un perro, inseparable amigo del ser humano
En realidad nunca digo exactamente que es un perro, pero sí comparte sus características: el amor, por ejemplo. Es lo opuesto de lo que nos enseñaron. Si pensáramos que el dolor es también una fuente de amor, por ser algo que nos enseña lo que somos, seríamos sin duda personas más felices y seguramente más conscientes. Para los humanos, el perro es un consuelo y una fuerza. El dolor en esta novela es eso: un superpoder.
—Elegiste contar la historia desde la niñez, que es un refugio, una forma de asomarte a la miseria humana desde un lugar seguro
No creo que la infancia sea un lugar seguro. Pienso que puede ser un lugar de miedo. Los niños tienen muchísimos miedos. Lo importante es tener alrededor a personas que saben liberarte de ellos. El protagonista no tiene a nadie que lo libere y lo único que le quita su miedo es su dolor.
—Algunas personas lo esconden y otras lo exhiben casi con orgullo
Ambos casos me parecen reacciones poco respetuosas, porque el dolor no es un espectáculo. El victimismo es la exhibición del dolor de manera agresiva. Esconderlo, por otro lado, significa no respetar una parte de ti mismo. Esta historia significa dar ciudadanía al dolor, aceptar que existe.
—El escenario donde está situada la mayor parte de la novela es claustrofóbico. En ese sentido es también una historia sobre la opresión
El lugar es fundamental en esta historia. Es una especie de laberinto. Cuando comencé, pensé que estaba escribiendo sobre el laberinto y el Minotauro. Sólo el amor de una niña tiene la capacidad de sacarlo de ahí.
—Eso nos lleva a pensar en que la historia también habla de cruzar fronteras
Sí, aunque no es exactamente una frontera geográfica, porque la libertad es más un sentimiento que algo geográfico.
Festival de las Letras Europeas
Lunes 2 de diciembre, 19:00 horasSalón E, Área Internacional
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